Generalmente lo que alimenta
mi blog, viaja luego a mi página de Facebook. Hoy voy a proceder en orden
contrario. Tomo una breve glosa escrita en Mayo de este año para un álbum de
imágenes que subiera en mi muro, sobre esos conciudadanos que tildamos con el
genérico nombre de zamuros, agregando varias tomas fotográficas del referido
álbum…
Y, un poco más abajo, añado un
conato poético en torno a otro señor de los vientos, el gavilán. Un añejo y
breve texto originado en cierto contrapunteo del pecho en un momento señero de
mi vida…
Salud!
LA
A los zamuros o buitres no los
quiere nadie o casi nadie. Hace unos tres o cuatro días, un zamuro con un ala
rota anda merodeando por nuestras calles. No deja que nadie se le acerque, fiel
a la desconfianza propia de una especie que no es muy apreciada por el hombre.
Le he lanzado carne cruda y sale corriendo, aunque al retirarme, él se acerca
al manjar y come.
Hace un año, más o menos,
recogimos a un pichón que había quedado desprotegido. Tenía, según nos contaron
algunas personas, como tres días deambulando por un parque público cercano.
Pero a nadie se le ocurrió darle comida o tratar de ayudarle. Al parecer, la
vida sólo cuenta si está en relación con nuestras humanas pequeñeces. Lo
colocamos en una caja, lo llevamos a casa, llamamos a un jardín zoológico, pero
ni siquiera ellos reciben a un zamuro. Les pareció cosa de risa. Nos dijeron
cómo alimentarlo. Le bautizamos con el nombre de Tiburcio. Mi gran preocupación
era lo que haríamos con él cuando creciera. Y mi consorte me dijo, en tono
despreocupado, que sería excelente acompañante y comensal, cada vez que
hiciéramos una parrilla. Bajaría del cielo cada vez que viera movimiento en la
parrillera. Y me recordó que Luis Mariano * tenía un zamuro mascota en
Canchunchú, que tenía la costumbre de picotear la mano de cualquiera que osara
encender un cigarrillo. Era un zamuro muy educado y se llamaba Martín. Le dije
que estaba más loca que yo y convine en criarlo si se salvaba. Pero Tiburcio
había pasado muchos días de hambre y murió a los pocos días.
Las imágenes captadas del
zamuro con alas desplegadas, son de principios de este año. A pesar de no ser,
los buitres, los seres más agraciados dentro de la corte de la naturaleza y de
que mucha gente les mira con ojeriza por sus costumbres carroñeras, hay algo de
señorial en ellos, como lo muestra este ejemplar que vino a posarse en un hogar
vecino para recibir el viento, unos días después de nuestra celebración
a la Virgen de La Candelaria. Y nuestro Lao Tse ladrándole…
¿O, acaso, sería a la luna que despuntaba detrás del zamuro?
Las imágenes del zamuro del que hablaba al principio y con un ala lesionada, son las que corresponden al mes de Mayo. Había desaparecido por unos días de nuestras calles. Pensábamos que había muerto. Pero no, volvió y le estuvimos dando de comer hasta que volvió a desaparecer. Una criatura muy señorial, al igual que el de alas desplegadas de principios de año...
* Luis
Mariano Rivera, uno de los más egregios compositores venezolanos de música
autóctona
Estoy en un punto
muerto.
Soy un gavilán.
Fiel compañero de aquel
que,
desde hace diez noches,
esgrime sus poderosos
lamentos
de bestia solitaria,
sobre el techo de mi
cuarto,
mi techo cosmopolita,
absurdamente ciudadano.
Cuando llego por las
noches
y escucho su lamento
solitario,
salgo al balcón
y bestializo mi cantar,
contrapunteamos
nuestras soledades.
El está solo, en un
punto muerto.
Yo estoy solo, en un
punto muerto.
El punto desde el que
cada cual
puede comenzar a batir
sus alas y volar
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