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sábado, 9 de octubre de 2021

La poesía en el cine, el cine en la poesía, lacl. / Nro. 1 Fernando Pessoa y la historia de Lisboa / Próximas ediciones: Elizabeth Bishop - e. e. cummings - T. S. Elliot / Sala: Segmentos.

 


Siempre he creído o, al menos, intuido que la poesía es un condimento o fluido esencial de todo quehacer artístico. No concibo arte sin poesía. No quiere ello decir, por supuesto, que todas las artes tengan que ataviarse con los preceptos de la poesía para poder lograr su epifanía, Pues todo lenguaje artístico cuenta con sus propios recursos para la expresión, Sin embargo, la madre Musa que gobierna el sentido poético siempre está allí, en toda expresión estética de una psique intentando elevarse hasta los cielos o buscando escarbar hasta lo más oscuro y lejano del inframundo. 

En los últimos tiempos me ha tocado la fortuna de ver algunas películas en las que la poesía ocupa un factor clave en el discurso cinematográfico. Sí bien es cierto que hay una poética del cine, no lo es menos que el sendero que hay que tomar para llegar a ella es harto distinto al que toma quien, en soledad, se sienta a escribir unos versos. Su factura es por naturaleza colectiva, aunque no sería imposible filmar un largometraje dentro de los espacios de la biblioteca, sin salir de allí. Tarea que sólo podría realizar un geniecillo con la magia suficiente para evitar que el espectador se duerma a los diez  minutos de haber comenzado. Sin embargo, una película artísticamente conceptuada ha de llevar implícita su propia poética. Y el espectador puede salir de la sala de un cine tan conmovido como si hubiera leído al más alto de los poetas. 

En los casos que refiero, el poema ha servido como punto de apoyo al guión e incluso al trasfondo del discurso. 

Y resulta verdaderamente un agrado toparse con películas aparentemente  "ligeras" en las que la sutilidad de propósitos obra, como una voz que serpentea sobre el agua, para llegarle silenciosa al corazón de quien la ve,  en este caso un silencioso espectador.

Me referiré, en primer término y para esta edición, a un film de Wim Wenders, de los años 90. En los últimos meses, como decía, me refocilé y regodeé en asuntos tales como lecturas, relecturas y el disfrute del cine de autor. Volver a ver, por ejemplo, el film Lisbon Story o Historia de Lisboa, de Wim Wenders, con la hermosa música de Madredeus, resultó ser un tónico para alma y pecho, pues es una obra que pone a divagar -sin que nos demos cuenta- los "pensamientos del corazón", si se nos permite apoyarnos en el giro lingüístico creado por James Hillman en su homónimo libro. 

Un film sencillo y a la vez muy rico en homenajes. Homenaje al cine (sobre todo al cine realizado con escasos recursos), homenaje a Fellini, homenaje a Pessoa, homenaje a la escucha, homenaje al sonido, homenaje al contemplar, homenaje a Lisboa, homenaje a la música, a la poesía, al amor cortés e, incluso, a nuestra necesidad individual de replantearnos la finalidad de nuestras existencias. Y paremos de contar, porque hay más... 

Lo tengo por una discreta obra maestra. Y al calificarla como discreta lo hago no por rebajarle sus méritos, sino por destacar los valores en que se apoya para exponer una trama, bajo la óptica de una educación sentimental, pues es un film que no pretende, en apariencia, grandes cosas, sino una historia sencilla de seres como nosotros, mujeres y hombres de a pie que sienten que la vida es algo más que ganarse el pan de cada día, aun cuando ganarse el pan de cada día sea esencial. Hombres y mujeres o mujeres y hombres para quienes el arte es expresión de una interioridad, de una vivencia, una necesidad creativa antes que comunicativa. La poesía y el arte, en general, nacen de una necesidad de crear, de imitar a la creación que nos trasciende. El gusto o la necesidad de comunicar lo creado viene después del crear, nunca antes. Todo ello viene implícito, como en un metalenguaje propuesto en una serie de mínimos detalles en esta película de Wenders, y a la que por ello no dudo en calificar de pequeña obra maestra, lo reitero.

Pessoa es una presencia constante en la película, sobre todo desde el momento en que uno de los protagonistas (realmente es el principal, a quien podríamos denominar como el "escucha - contemplador") llega a la ciudad después de múltiples tropiezos, en un periplo iniciado en una camioneta a punto de expirar. Es sonidista de profesión y ha sido llamado a la ciudad por un amigo que está realizando una película y necesita de su soporte. Cuando el sonidista llega a Lisboa no da con el paradero de su amigo, quien se halla extraviado en las enaguas de la ciudad. Así que se aloja en la casa donde se encuentra el instrumental fotográfico necesario para realizar una película y comienza a vagar por la ciudad,  registrando todos sus sonidos mientras la contempla y busca a su amigo sin éxito. También comienza a leer los libros de Pessoa que éste ha dejado en la mesa de noche. Y serán las lecturas de Pessoa lo que servirá de soporte al sonidista que hace las veces del "escucha - contemplador" para sacar a su amigo de un  nihilismo creativo del que ha sido pasto. 

Reza un axioma que las películas no se cuentan, así que me conformaré con agregar algunas notas o claves más sobre el trasfondo, mas sin contar más peripecias de la historia. La obra es todo un tratado sobre los sentidos, especialmente los del Ver y del Escuchar. Una frase de Pessoa basta para darle cabida a lo que deseamos expresar: 

"...A plena luz del día, hasta los sonidos relucen..."

Seguida de otra con que comienza uno de sus poemas:

"...Escucho sin mirar y así veo..."

Es una historia decantada, sin prisas ni aspavientos. Un film en el que lo único que se acerca, en alguno que otro momento, al suspenso es cierta sensación de contingencia que suscita una melodía gobernada por la percusión...  Como nota curiosa simpática del realizador, en la escena final, antes de los créditos se sucede una de peripecia en la cual Pessoa aparece como espectador.

Quisiera decir muchas cosas más, pero creo que no debo excederme en un espacio digital. Me temo que divagaré más de lo que aquí he divagado. La razón de este desorden escritural es que he contemplado la película en diversas oportunidades desde Agosto hasta estas fechas, dos o tres veces, de principio a fin, y en otras observando algunos segmentos o, al menos, revisando pasajes en los que se cita a Pessoa o para, simplemente, escuchar la belleza musical que nos despliega la banda sonora de esta película con el arte de Madredeus... 

Asi que me detengo por el momento y dejo en suspenso otros filmes que he contemplado en estos meses, particularmente una comedia producida por Ridley Scott, intitulada "En sus zapatos", una historia ligera y deliciosa en cuyo ombligo se despliegan dos hermosos poemas que están íntima y hermosamente relacionados con el relato cinematográfico: un poema viene de la mano de Elizabeth Bishop y el otro de la mano de e. e. cummings. Lo comentaré en una próxima publicación.

Salud, lacl.

Nota: Los versos citados los he traducido de la versión inglesa que utiliza Wim Wenders en su film, una selección de textos de Fernando Pessoa intitulada "Always atonished" y que el sonidista Winters, personaje central de la trama, devora por las noches en medio de una lucha infernal contra los zancudos. 






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Madredeus




Fragmento









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