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miércoles, 17 de enero de 2018

Kafka, el aforismo como mediación - Ante la ley, un relato narrado por Orson Welles


Los dibujos son de Kafka


Kafka, el aforismo como mediación.

Hay una gran virtud en ese gentilhombre que llevara por nombre Franz Kafka, a quien no le hicieran caso en sus tentativas de querer pasar desapercibido por el mundo; un caballero al que, por lo demás, hemos terminado queriendo (superando su antojo por una mundana abstinencia), virtud que únicamente podemos inferir de lo que de él conocemos, como lo es el legado de su palabra escrita, un decir que nunca se estaciona en la mera fantasía, pues la suya es una fantasía colmada de realidad, o una red de fantasías colmada de realidades… Pero lo mismo aplica en el caso de que nos hable de la mera realidad, pues siempre termina demostrando que la realidad, la humana realidad, es una entidad inconcebible, irrealizable, imposible.

Esa condición vale tanto para lo que pudiera catalogarse como su “obra literaria”, como para aquello que, no sin algo de capricho, pudiera ser catalogado como su palabra íntima, personal, entre las que podemos incluir sus cartas, fragmentos, anotaciones y los adagios o aforismos. Pues, en el caso de Kafka, hay que tener coraje para atreverse a separar de manera concluyente la ficción literaria de la ficción vital. A sus ojos “todo es apariencia”, como reza una estampa que incluyera en uno de sus libros de relatos. 

Cuando uno lee cualquier párrafo o frase de Franz Kafka (y al decir que uno “lee”, quiero significar y realzar con ello que uno “escucha”, dado que Kafka es un maestro en ponernos a escuchar) dase cuenta de que es prácticamente imposible cernir hacia un lado el refulgente artificio y hacia otro la deslustrada realidad.

Desde el primer día en que mis ojos fueran secuestrados por las espigas de su alfabeto y, con ello, fueran igualmente secuestrados mis oídos por la música que de esas espigas se levanta en vuelo, tanto el oído inmediato (aquel que repite gustoso toda sonorización) como el oído interno (el que, de algún modo, anda enlazado al corazón de la palabra), supe y tuve la certeza de que en el mundo hay almas afines.
Siempre he sentido una honda consonancia con las imágenes de Kafka sobre la inutilidad (o, mejor, la imposibilidad) de lograr algo, sea lo que sea que se intente. Kafka nos pone a ver el mundo desde la desilusión, lo delusorio, aquello que ante nuestros ojos se diluye.

Razón por la cual uno comienza, si no a comprender, al menos a aceptar la sinrazón de nuestra supeditada lógica. Desarraigo. Hay un desarraigo en el ver cuando el que mira, mira hondo aunque no quiera, cuando el que mira, mira hondo a su pesar; cuando el que mira, ve un tanto más allá de la fachada de las cosas y a pesar de sí mismo. Se termina siendo un extranjero del mundo, pero del mundo humano. Y comienza a hablarle a aquello que le trasciende y que trasciende la humana farsa. De allí el peso que adquiere una mera frase o sentencia dicha al calor de ese mirar. Un aforismo o adagio tienen un componente que jamás se obtiene con recetas, sino con magia, la magia del ver. Como aquel que reza desde la intemperie y que fuera tensado por el caballero que nos ocupa: No han emigrado ellos, sino tú…

Dejamos una nueva colecta de adagios o aforismos de la pluma de Franz…

Salud!
lacl



Qué ridículamente te has enjaezado para este mundo.

* A partir de cierto punto ya no hay vuelta atrás.
   Hay que llegar a ese punto.

* Su respuesta a la afirmación de que quizás tenía, pero no era, fue solo temblor y palpitaciones.

* Las luces del mundo apagándose, y haciéndose cada vez menos.

* No todo el mundo puede ver la verdad, pero sí serla.

* La queja: Cuando sea eterno, ¿cómo seré al día siguiente?

* El camino que lleva al prójimo es demasiado largo para mí.

* Las religiones se pierden como las personas.

* Escribir como una forma de orar.

* Lejos, lejos discurre la historia universal, la historia universal de tu alma.

Fuente: Franz Kafka, Aforismos. Random House Mondadori, De Bolsillo, España, 2006



ANTE LA LEY



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