La noche se disipa entre las luces de la urbe
iluminada.
El neón palpita, sin diástole ni sístole, en el
fondo de citadinas pupilas.
La vida corre, a veces impasible, a ratos
desbordada, por sus inopinados y desatendidos recovecos.
Un hombre solo bajo un puente atisba la luna que solfea
de otro reino.
Ella aflora entre las rendijas que dejan las
siluetas de los edificios, como quien descorre una cortina o quita una máscara,
develando la música de otro vivir latiendo allí, donde una sonrisa le retrata.
Entonces reza a sottovoce: no estoy más solo que
quienes ahora duermen…
Un día por la mañana, al abrir la puerta,
encontraste en el umbral los zapatos de baile.
Era para besarlos y tú lo hiciste enseguida
y volviste a sentir alegría después de tantos años,
todas las lágrimas largo tiempo contenidas
ascendieron a tu risa.
Luego te reíste y desde el alma rompiste a cantar
con la tranquilidad de la juventud...
No preguntaste qué hermosa
dejó los zapatos en el umbral.
Nunca lo averiguaste
y, sin embargo, de aquel feliz momento
aún vives con frecuencia...
Esta
tarde fui herido por ese dulce dardo, mínimo pero inmenso, apretado de Mery
Sananes... Acto seguido, ipso facto, impulsado como por un resorte irresistible,
salieron las líneas que agrego debajo de su conmovedor adagio. Acá los dejo en
ofrenda.
Salud,
lacl
Continuidad
de la noche…
Sol
luminosa continuidad
de la noche
Mery Sananes
El
sol,
luminosidad continua
de la oquedad celeste,
le
canta a la noche
en
todos sus rezos.
Junta
sus prismas
y
le apuesta sus filtros,
para
no cegarse
ante
la atesorada oscuridad.
El
baja la cerviz cada mañana
de
su mañana perenne,
que
sabe finita.
Y
no se hace ilusiones
ni
se torna altivo
(como
sus adoradores terrestres)
ante
la sombra indescifrable
que,
en otra mañana,
empapelada
de azul oscurantina
le
servirá de lecho
a
sus postreros cantos.
lacl,
24 / 11 / 2017
Dejamos algunas imágenes y enlaces musicales de la mano de Kurt Weill
Una vez nos tocó, hace muchos, muchos años, tomar
la carretera del parque Henry Pittier, rumbo a las arenas de Cata, en horas de
la noche y en medio de una soledad absoluta. Derrotero que tomamos escuchando, primero, la Pasión según San Juan y, luego, la pasión según San Mateo. A medida que avanzábamos por esa selva encantada, más
nos parecía que nos internábamos en una región insospechada de la noche... Como
si no hubiese asfalto bajo las ruedas, ni siquiera trazos de carretera a los
lados, ni mar al final de la jornada. Como si estuviésemos flotando en el aire
y el paradero de nuestro deambular fuese un lugar jamás hollado por humano
pie... Como era yo quien conducía, debía hacer todo lo dable por no dejar que
mis sentidos dejaran de mantener el gobierno del automóvil, en medio del
secuestro anímico de que éramos víctimas... Por fortuna ya era yo, para la
fecha, un abnegado devoto de estas Pasiones, condición que me permitiría conservar
algunos arrestos de temple, para seguir internándonos en el misterio que nos
proponía la oquedad...
(lacl)
Bach - La pasión según San Juan
Bach - La Pasión según San Mateo - Karl Richter
Post scriptum: desafortunadamente, tal como suele suceder con los registros musicales de Karl Richter, han sido bloqueados los que aquí habíamos dejado. Nuestro interés particular es dar a conocer una obra artística tan maravillosa como la de este músico inigualable. Sus videos pueden ser disfrutados en su red de origen, YouTube. Intentaré agregar algún nuevo registro que venga de la mano de este excelente músico y director de orquesta, en la esperanza de que pueda ser disfrutados por todo inopinado visitante. Salud!
Breve semblanza de Ramos Sucre sobre los orígenes
del romanticismo y la función de la poesía. Apretada joya en la que evoca el
derecho a una ciudadanía del mundo y la luz irradiadora que la poesía salva
para el humanismo. Lucen lejanos esos tiempos mas, sin embargo, eso es el ayer.
Salud!
lacl
STURM
UND DRANG – José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón
Carlyle eleva a Cromwell con su cortejo austero y
fúnebre sobre los turbulentos regicidas del noventa y tres. Taine le objeta con
acierto que el propósito de los segundos contrasta con la filantropía, con el
motivo casi egoísta del puritano. Nuevos ideales habían ennoblecido durante el
siglo XVIII el apasionado anhelo de reforma.
El esfuerzo generoso de la Revolución ocasiona el
aserto muy socorrido y abundante de que la política desinteresada es prez
singular de Francia con el mismo título y en la misma proporción que el talento
discursivo, regular y consecuente. Ello es declarar por tenaz virtud de un
pueblo lo que es apenas mérito y carácter exclusivo de cierta época inaudita.
En la Europa sentimental de aquel siglo las personas cultas se preocupaban por
la suerte del hombre, abstracto y universal, como que todas ejercitaban y
honraban la razón, facultad propensa a omitir lo particular e individuante. En
Alemania, semillero para entonces de filósofos distraídos y perplejos,
abundaban naturalmente los weltbürger o ciudadanos del mundo. Los de Inglaterra
aplaudían a la faz de un gobierno réprobo las victorias de Washington. Estaba
de moda abstenerse del patriotismo, por mezquino, y oscilar entre la monarquía
constitucional de Montesquieu y la república democrática de Rousseau.
Dos poetas, Schiller y Shelley, a mutua distancia
de treinta años, albergan y retratan el sentimiento humanitario de aquellos
días ardientes. Los dos descontentos, nebulosos y oratorios. Intrépidos
heraldos, videntes irritados, bajo el cielo tormentoso y enigmático sostienen y
vibran en la diestra un haz de rayos.
A Sebastián,
mi hijo, que como todo ser humano que no le niega agua al corazón, ha sabido lo
que es la misteriosa sed.
Mi amigo Chacho Cabrera lo ha llamado el
Mozart de nuestra era. Tom Waits es un músico prácticamente inclasificable. Yo
diría que concibe la música como una puesta en escena en la que la poesía es telón
de fondo, hormigueo subiendo desde el tablado de tal puesta en escena, danza
colorida de imágenes flotando en el aire que se abre a la propuesta auditiva y
recorre los espacios del templo que es la escucha. Figurémonos esa escucha como
como encarnada en un viejo teatro en el que los ambientes cantan entre sí (bastidores,
pasillos, trastiendas, galerías, tramoyas) en lo que suponemos es silencio,
pero ese silencio es una caja de resonancias, maestra en el arte del bis. Y
cuando himnos como éste que colgamos en primer lugar, se abren espacios en ese
templo de la escucha, entonces, la caja de resonancias queda feliz de por vida,
aun a expensas del olvido, pues vive de los acordes que en ella han quedado
alojados.
Tom Waits ha lidiado, además de con sus
propios versos, con los de poetas de la Generación Beat. Aquí dejamos esta pequeña
pieza que no porque sea acrisolada miniatura deja de ser joya. Es un himno para los días que han pasado, para los
días que vendrán. La guitarra tiene la virtud de que pareciera quedarse siempre
detenida en el mismo punto, debido a ese rasgueo insistente al final de cada
acorde. Y sin embargo se mueve, ese sonido hace los efectos de un badajo en el
que la campana es nuestro pecho...
(lacl)
*** * ***
Tom
Waits - I Hope That I Don't Fall in Love with You
Well I
hope that I don't fall in love with you
'Cause
falling in love just makes me blue,
Well
the music plays and you display your heart for me to see,
I had
a beer and now I hear you calling out for me
And I
hope that I don't fall in love with you.
Well
the room is crowded, there's people everywhere
And I
wonder, should I offer you a chair?
Well
if you sit down with this old clown, take that frown and break it,
Before
the evening's gone away, I think that we could make it,
And I
hope that I don't fall in love with you.
I can
see that you are lonesome just like me, and it being late,
You'd
like some some company,
Well
I've had two, I look at you, and you look back at me,
The
guy you're with has up and split, the chair next to you's free,
And I
hope that you don't fall in love with me.
And I
hope that you don't fall in love with me.
Now
it's closing time, the music's fading out
Last
call for drinks, I'll have another stout.
Turn
around to look at you, you're nowhere to be found,
I
search the place for your lost face, guess I'll have another round
Llego a la casa con espíritu de juego. Han de ser los
coloridos y sensuales trazos que hoy Carlos Sánchez Vegas nos ha dado a contemplar.
Estuve enquistado en sus cuadernos. Lo primero que me nace es tomar dos libros
de dos poetas queridos. Abro cada uno al azar. No los leo. Los caso. Libro
abierto contra libro abierto para sellar el casamiento. Abanico con abanico.
Los dejo conversando. Cumplo algunas rutinas. Nada de enigma. Las rutinas que
cumple todo ser al llegar a su madriguera. Me bebo un par de vasos de agua tocados
por unas caricias de bicarbonato sódico bien diluidas al amor del agua. Ese polvo tiene la virtud de domar el fuego. Vuelvo
al campo de juego. Entre tanto se han entretenido, me parece, aunque sus voces
puedan lucir algo disímiles acá arriba.
Konstantin le ha dicho a Gunnar:
Mar de la mañana
Que me detenga Aquí. Que también yo contemple
por un momento la naturaleza.
Del mar en la mañana y del cielo sin límites
el luminoso azul, la amarilla ribera: estancia
hermosa y grande de la luz.
Que me detenga aquí. Déjenme creer que veo esto
(aunque ciertamente lo vi por un instante cuando me
detuve);
y no ahora mis sueños,
mi memoria, la rediviva imagen del placer.
Y luego Gunnar le ora a Konstantin
Cabeza de serpiente
En otoño o en primavera -
¿Qué importa?
En la juventud o en la vejez –
¿Qué más da?
De todas maneras desaparecerás
en la imagen de la Totalidad
Tú desapareciste, has desaparecido
ahora, hace un instante
o hace mil años
Pero tu desaparición
persiste
Gunnar Ekelöf y Konstantin Kavafis en casual conversa…
Carlos Sánchez Vegas. Diario de Viaje. Oficio de librero.