Un republicano y civilizado refinamiento de la crueldad.
Un azar me ha
llevado a contemplar, una vez más, el documento fílmico en el que se observa a
unos soldados norteamericanos, cual custodios de museo, guiando a una
horrorizada tribu de alemanes, a través de los despojos de Auschwitz.
Pasillos, fosas y
mazmorras repletos de famélicos cadáveres. Salas decoradas con cubetas de
vidrio, exhibiendo partes de organismo humano como, por ejemplo, cabezas
cortadas longitudinalmente, en aras de no sabemos cual pervertida rama de la
ciencia. Y lo que originalmente pudo tener un sentido de revelación y justicia, quizás de anagnórisis para el (nunca sabremos hasta qué punto, advertido o inadvertido) ciudadano alemán, como lo es el colocar un espejo ante el rostro del bárbaro, cobra visos de vengativa satisfacción. Un republicano y civilizado refinamiento de la crueldad, no muy distinto de los falsamente loables fines que dieron origen a la “solución final”.
La visita guiada se sucede en los días subsiguientes a la capitulación del alto mando del ejército alemán.
Nada lejanos habrían de estar los días de dos novedosísimas exhibiciones de tan civilizado refinamiento: la luz cegadora y su posterior y mortífera lluvia negra, que arrasó con justos y pecadores de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
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01 de Octubre de 2005.
De mi Cuaderno Elefante, donde se reúnen algunos escritos
paquidérmicos.
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