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Inscripciones en el Dolmen.
Breve nota introductoria: la glosa de abajo la escribí durante un preaviso lumbar, esto es, durante un reposo forzado por los días en que se cumpliera una década de la hecatombe del 11 de septiembre de 2001. La publico ahora, cuando veo que hay quienes “celebran” el aniversario de la muerte de Bin Laden.
Advierto que jamás podré yo defender exabruptos tales como los que practican extremistas como el ajusticiado terrorista. Pero tampoco llego a comprender a quienes alimentando odios, desde la dudosa loma de la civilización, luego se convenzan a sí mismos de ser gentes revestidas de verdad y progreso; y que, por tanto, gozan de una sublime autoridad para masacrar a otros seres humanos de manera tan cruenta como la que practican los más bárbaros fanáticos.
Lamento haberme visto forzado a escribir en mi cuaderno Inscripciones en el dolmen, sobre un asunto que hubiera preferido no abordar. Pero son asuntos sobre los que no hay elección.
lacl (03/05/12)
ZONA CERO
Abro los ojos y me topo con un minuto de silencio por las almas segadas el 11 de septiembre de 2001, fecha fatídicamente señalizada con un escueto 11-S.
Sueño y vigilia al vaivén, como corresponde a quien observa un inesperado reposo. No puedo dejar de inquirirme, por enésima vez, sobre el enfermizo gusto de los norteamericanos por el uso y abuso de las siglas, aunque ésta de dos torres, un dardo y una serpiente fuera pergeñada, con artera intención, en los confines de su poderío. Claro que también podría interpretarse tal imagen como la de dos torres, una flecha y una cuerda vibrando en el aire, luego de haber disparado su mortífera ponzoña.
Diez años les tomó cobrar la deuda, diez años para administrar la mesura que predica su remozada Ley del Talión, diez años para poder pisotear a una abeja guerrera que ellos mismos adiestraron en las artes de la aniquilación.
Acaso el tiempo se ensanche para quien convalece y, sin embargo, no por eso se le hace posible el abrazarlo; continúa siendo el esquivo demiurgo que se oculta a trastiendas, sonriendo ante nuestras fallidas escaramuzas por echarle mano, para guindarle en un perchero o encerrarle en un armario. Una vez dados por vencidos y, como dijera un viejo maestro, “siendo lo único subjetivo”, * el tiempo vuelve a hacer aparición para acogernos en su seno y sosegarnos.
Entregado, pues, a mi demiurgo y por sentirme todavía mundano, descorro las cortinas para contemplar, en silencio, el teatro del globo. ¿Qué golpe del azar o de la providencia me ha inducido a abrir los ojos para (justo a diez años) hechizar otra vez mi mirada? ¿Obra, acaso, del travieso demiurgo? No lo sé, ni me desvelo por eso, pues lo que hechiza mi mirada es el auto sacramental dispuesto para la ocasión, con dos jefes de estado (uno saliente, cara de piedra, y otro entrante, de faz hierática) haciendo las veces de pontificiales maestros de ceremonia de negra indumentaria. Sinceramente desentonan allí esos prelados de la nueva era.
Oro, a mi manera, por la pérdida de la inocencia. Porque la vida, fugaz y precaria, es inocente. ¿No es en el Corán donde se afirma que donde se siega la vida de un inocente, se ha segado la vida de la humanidad entera? ¿Cómo es que tan vastos contingentes humanos han llegado a interpretar las escrituras sapienciales de los más lejanos cultos, de modo tan torcido?
Casi desde el mismo momento en que me topo con la mórbida puesta en escena, paso a silenciar ese teatro del mundo que es un televisor. Los maestros de ceremonia han dado inicio al póstumo homenaje, el cual consiste en dar lectura a los nombres de los caídos durante aquella aciaga y clara mañana de septiembre, lectura que es continuada por parte de algunos familiares de las víctimas, en grupos de a dos.
Lo que más ha subyugado mi contemplación son los monumentos funerarios erigidos en la denominada zona cero, en donde antaño se asentaran las gemelas atalayas del World Trade Center: dos grandes piletas edificadas en lo que pareciera ser mármol negro, con aguas muy al fondo -distantes de las caminerías por las que rondan los transeúntes-. Tales pozas son alimentadas, desde lo alto de sus muros interiores, con tenues hilos de agua y, en el centro de cada laguna, se observa un hoyo negro por el que las aguas se siguen vertiendo hacia el abismo. Sumidero que luce como el río Estigia, en permanentemente flujo con el Tártaro. **
¿Por qué conmemorar la inocencia de la vida cercenada con una representación de la muerte? La vida es frágil, lo sabemos, un retoño en continua floración y desfloración. Mas, no por ello deja de ser digna de ser vivida. ¿Por qué no conmemorar, entonces, a los difuntos con vitales surtidores de agua, renovándose en su prometéico ascenso hacia los cielos?
Porque quienes verdaderamente mueven hoy las piezas a trastiendas del teatro de los hombres son Tánatos, las Moiras y sus hermanas Keres. ***
Porque vivimos en sociedades que privilegian a la muerte y, sobre todo, a la muerte que se inflige de manera inclemente.
Porque los oficiantes y pontífices que predican desde lo alto, con sus negras indumentarias, mientras gobiernan o apacientan a las masas, son los sumisos sacerdotes de Tánatos y forman parte entusiasta entre las comparsa de las Moiras y las Keres.
lacl (11 -12 de Septiembre de 2011)
** El río Estigia delimita, en la mitología griega, el mundo terrestre de los vivos con el inframundo de los muertos. El Tártaro es el mundo inferior, zona de tinieblas, paradero del sufrimiento eterno, en algo similar al Infierno de los cristianos.
*** En la mitología griega Tánatos, es la personificación de la muerte; las Moiras, una tríada de entidades encargadas de hilar, medir y cortar el hilo del destino de toda vida, denominadas en la mitología latina como las Parcas; y las Keres, en mitología griega son las entidades que rigen la muerte violenta. Por cierto, todas estas entidades se distinguen por la oscuridad de sus indumentarias.
(Otra glosa sobre el tema la escribí en ocasión de la ejecución del terrorista aludido. Puede leerse en el siguiente link:
http://letrascontraletras.blogspot.com/2011/05/la-oveja-negra-que-infortunio-el-tener.html
(Otra glosa sobre el tema la escribí en ocasión de la ejecución del terrorista aludido. Puede leerse en el siguiente link:
http://letrascontraletras.blogspot.com/2011/05/la-oveja-negra-que-infortunio-el-tener.html
Las Moiras aparecen en dos representaciones, al principio y al final.
La foto corresponde a los monumentos aludidos en la presente glosa.
Y la tercera imagen corresponde a un ánfora en la que Thanatos y su hermano Hypnos se llevan a un difunto.
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