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jueves, 27 de octubre de 2011

Cuando la piel se torna más porosa y respirativa

 

Cuando la piel se torna
más porosa y respirativa

INSCRIPCIONES EN EL DOLMEN


Este año o, por ser más exactos, desde un poco más allá de la entrada del segundo cuarto, saltando del mes de mayo al de junio, me vi acometido por una morosidad escritural y como por una embestida  de abandono, sumamente difícil de combatir, acaso porque (presiento) obedeció a esos estados del alma que no reclaman otra cosa que silencio y apartamiento, repaso y enquistamiento.

Sólo por el cariño que uno toma por sus cosas es que uno no las deja en el abandono. Por algo les llamamos “enseres”; no son meros bártulos, son creaciones llenas de vida por el común o diario trato con ellos, objetos colmados de ser o en estado de ser, un ser fundado en una amorosa relación de la que, a veces, ni nos percatamos... Y ésa ha sido la causa de que yo no dejara en blanco las páginas de este blog del aire en los meses subsiguientes, pues por muy virtual que sea, es un enser como el cuaderno que llevo a todas partes en mi maletín o en mi chaqueta, aunque puedan pasar días, semanas o meses sin agregarle nada.

Los días en que comenzó ese ataque frontal contra la gana del alma y contra mis comúnmente naturales deseos expresivos, coincidieron con el ajusticiamiento de Bin Laden. Obviamente no fue ésa la razón exclusiva de mi ensimismamiento o de mi distanciamiento con el afuera. Pero hizo las veces de envenenada guinda en una torta que ya venía con repugnante aroma y áspero sabor.

Llegan momentos, quizás ciclos, en la vida de un hombre en que, para mal o para bien, con su gustosa venia o a su pesar, su piel se torna más porosa y respirativa. Puede uno decantar el entorno y decantarse ante un espejo de murmullos. Aunque, como es natural, también se vuelve la vida más propensa a las asfixias en un entorno que tan sólo sabe generar angustiosas calinas. Ésa es la porción revulsiva que viene adosada al respirar, a la porosidad.

Me sumí, pues, en la espesura de la noche, que empastelaba a la luna entre sublevados lienzos, una noche larga, reiterada, que hacía caso omiso de la claridad del día…

Hasta  que culminó de tender sus puentes para arribar a la partida de un hombre tan querido, como fuera el viejo Federico, un fortuito regalo de la vida, siendo alma tan afín a la de mi padre… Un hombre para quien no caben los encomios, dado que no lograrán dar imagen cierta de su don de gentes, ese don que tanto se echa de menos hoy por donde quiera que uno va. Lo cierto es que su partida, aparte de la natural nostalgia que dejó en el aire para quienes le conocimos, también dejó sembrada en sus brisas una escuela de felicidad. Un hombre que supo vivir, por décadas, con la subrepticia ausencia de un amor cortado en flor…

Y de pronto me hallé de nuevo rasguñando hojas para decirle a él lo que él sabía. Pero también, para decírmelo a mí y a cualquier eventual escucha o leedor accidental. 

Ello me ha llevado a tomar la decisión de transcribir en este blog lo que llevo descargado en el cuaderno que iniciara con el año… Con sus irrupciones, con sus silencios, con sus saltos y sobresaltos, con sus breves siluetas y alguna que otra detenida glosa. Lleva por título un nombre impensado, “Inscripciones en el dolmen”, el cual sólo obedece a la imagen de su carátula: el anciano monumento de Stonen Henge.

Por ahora me conformaré con dejar acá lo descargado durante el mes de Enero en ese cuaderno…

Salud!

Luis Alejandro

* * * * *


INSCRIPCIONES EN EL DOLMEN



Año nuevo [03 / 01 / 11]

Todo es inútil,
absolutamente todo.

El día en que nos demos
cabal cuenta de ello,

abandonaremos
la puesta en escena

de ficticios paraísos,
y habremos, por fin,

dado inicio a nuestro
peregrinar.

* * * * *

Civilización   [05 / 01 / 11]

Cumplida la hora en que los escribas
hayan logrado abolir de su oficio

el labrado de los leedores,

se habrá cerrado un ciclo

en la especie humana.

Y podrá desaparecer cabalmente,

sin remordimientos por no haber

dejado rastro alguno.

* * * * *

Entrega [07 / 01 / 11]

Cuando no hacemos nuestras cosas

con y por puro y simple gusto

se aleja de nosotros el vivir,

ese crecer vegetativo que irradia

y respira en nuestro ombligo.



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Hay un gusto de ser.

* * * * *
Abstinencia [07 / 01 / 11]

Siempre me he resistido a presentarme como poeta, como si fuera un título honorifico que a muchos les encanta mostrar en la pechera. Y porque mucho me acaece el padecer ataques de regocijo o condolencia por todo lo que me habita y todo lo que me rodea; porque, día a día, momento a momento, constato haber nacido en el seno de esa raza de hombres a los que el más mínimo gesto les conmueve, no puedo saborear la palabra como se saborea un falso orgullo. Algo o alguien, acaso un duende o un ígneo orgullo, me impide refocilarme en los divanes de una secta.

* * * * *

Ching 36, La tierra – El fuego [17 / 01 / 11]

El cielo me invita a callar.

Su repentino esclarecimiento,

rebelión de la luz solar,

aún no alcanza para entibiar

los vientos que la noche

alojó en nuestras almas

y vísceras;

gélida ofrenda de las tinieblas

que impregnaron nuestros huesos

y se hundieron hasta el tuétano,

para luego brotar modulando

el tono de nuestras espiraciones.

La luz yace escondida

en el regazo de la noche.


Negro silencio

es lo que nos depara

la fugacidad del instante.



Y el más hermoso regalo

contemplar la diáspora

de nuestras exhalaciones,

espolvoreando efímeras

chispas de luz

hacia los pulmones

de la inmensidad.

* * * * *

Regresión [ 21/ 01 / 11]

Vivimos como muertos.

Esta frase es el colofón (o deberé decir, mejor,

resultado) de un largo en intrincado vericueto

del pensar, mientras era uno más de la fila,

tediosa y resignada, compuesta por eslabones

de subordinación, cuando no de soledosa

desesperación, pero muy obstinados todos

en hacer presencia, algún día,

ante el solemne cajero del banco.

Y conste que no evado mi lugar

en ese absurdo carrusel.

Todo comenzó con la irrupción

de la siguiente frase:

- Te amo montaña.

Declaratoria que me robó el alma

al verla estampada en una columna

de concreto de una autopista de Caracas.

Eso fue hace treinta años,

en medio del sopor de la tarde,

viajando en un carro por puesto

atestado de anonimatos, rumbo

a unas clases de letras, convenientes nocturnas. 


Tal declaración, tan escueta y vertical,

tan concisa como un rezo, tan disímil

sobre el cemento de un pilar sirviendo

de marco a una verde e inobservada montaña,

irrumpió en mí como un relámpago,

ensanchó mis pulmones

e iluminó el aire de la tarde.

Y entre pecho y garganta se agolparon

una feliz agonía y una absurda certeza.

La agonía de los hombres intentado edificar

un vivir que es descamino del ver y del ser,

deshilvanación de la tímida certeza que,

al unísono, palpita en la savia,

hierve en la sangre.


Y, siendo uno más de la fila, dando cuenta

del burocrático padecimiento de toda

cadena humana, vino a mí este adágico intento,

como para completar aquel lejano florecimiento:

Te amo montaña,

vivimos como muertos.

* * * * *

Inciso de Abril  [04 / 04 / 11]

Aunque hay quienes apuntan

que el ser es una

perenne posibilidad,

un “tender hacia”,

una continuada aspiración,

un nunca concluirnos.



* * * * *
Alma y pensamiento    [23 / 01 / 11]

Las imágenes genéticamente diáfanas

son las que nacen en el alma.


(O: una imagen genéticamente diáfana

es aquella que nació en el alma)



                                                 (4 am, 26 - 01 - 11)

Mi fraseo se completa

tres madrugadas después,

con una suerte de pórtico:

Mucha gente de hoy afianza su creencia

en ese disturbio del discurrir ajeno

que es el pensamiento humano.

Y los pensamientos surgen en serie,

como si fueran producidos

por una máquina que nos implantaron

en un cofre que llamamos cerebro.

Pero las imágenes genéticamente diáfanas

son las que germinan y emergen del alma.

Todo es dictado.




2 comentarios:

Unknown dijo...

En este texto te sales. Es enorme, enormísimo...
Carlos M.
Ed. El toro de Barro.

Contracorriente dijo...

Muchas gracias Carlos, por tan generoso comentario. La verdad, el ensayo de navegación es el tipo de textos que más me place escribir, aparte de algún conato de poema, expresión que le robo a Borges. Cuán sugerente es el título de tu blog. Me he asomado y es una maravilla, qué hermosa empresa la de andar interceptando las palabras que nos rescatan. Es una lástima que no lo haya conocido antes! Pero, como le gustaba decir a Adriano González León de un gran libro aún por leer, "qué bueno que no lo conocía, pues me reservo el deleite de disfrutarlo a mi antojo de ahora en adelante"... Algo me dice que Mery Sananes ha servido de vaso comunicante entre nuestras páginas en sepia...
Salud!
Luis Alejandro