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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Apuntes de mis cuadernos

























Cuaderno del mirar caleidoscópico


Octubre 26, 2010.

Inicio este hermoso cuaderno que me regaló Yineska, con un despojado o podado comentario, valga decir, con un árbol vestido de desnudez, de tan pura simpleza que es: el contento viene de golpe y en lo mínimo. Nos sorprende, tan sólo un poco, ser su víctima, en medio de una universalizada desazón impuesta por una peste en forma de tribu que se hace llamar hombre. No sé. Creo que algo de mi bárbara humanidad vive en franca controversia con la humana barbarie. Sólo puedo rescatar de mí, del afuera, del vivir, el contento de la desnudez inhabitada por el hombre.

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Esta certeza despojada vino a cuento por la desnuda gracia de escuchar, regaladamente y al azar, un aire, golpe musical que nace y renace en el seno de mi tierra. Que los hombres hablen, que los hombres canten, que (por favor) no opinen.

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Desde los usos primeros de la lengua, cierto optimismo filosófico ha intentado imponer la tesis de que la muerte es un mal provisional. Como si la lengua de la psique no barruntara el bien perenne.


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Cuaderno de pensamientos frutales y naturalezas muertas

Primer día de Agosto, 2010.

Que el pensamiento pueda divagar, navegar o, si se quiere, flotar en torno al infinito, en torno al fin y principio de las cosas… Ese es el milagro.

En cierto modo, el pensamiento es la comprobación del milagro que encarna en las duplas de ser y no ser, de espacio y no espacio, de origen y fin…

Pero también lo es, aunque cueste más percibirlo, del limbo silente, de ese lugar sin zona ni tiempo envejecido, donde los contrarios aparentes pierden el habla.

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Páginas de Antigua, Guatemala
(Agosto 2009)
En los últimos tiempos mi cuerpo ha tomado una, no sé cuán sabia, pero sí sé cuán gustosa decisión: la de adoptar poses de baile sobre el lecho, al son que anochece la conciencia.
Me despierto varias veces brevemente, en el transcurso de la noche y me descubro aéreo, flotante, sobre un colchón de aire, con un paso y una pose cada vez distintas sobre un plano que, para nada, es yaciente.
¿Será acaso una fuga que ha hallado mi cuerpo para el encuentro, en medio de este desarritmado y diurno mundo de los hombres?

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