Hay días en que uno estaría ganado a lograr un imposible: ligar la noche con la noche y hacer de la luz mundana inexistencia pura.
Tadeusz Holzemberg.
(Fecha incierta)
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¡Ve y canta! susurra conminatoria la voz de los ancestros.
Y el hombre canta y ve.
lacl, 24 de octubre, 2020.
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Toda traducción es una versión...
(Minutos después...)
Es mi funesta pero no menos honesta conclusión, luego de tantos años de leer lo que otros han traducido por vocación de servicio. Claro que algunos traductores acaso han sido empeñosamente traidores; recordemos la vieja leyenda "traduttore = traitore", pero hago referencia es a aquellos que lo han sido de modo intencional...
lacl, 25 de octubre, 2025
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Cantarle a la oquedad sobre la que nos hincamos...
¿Cómo no elevar la palabra absurdo a la categoría del apocalipsis, en su seminal sentido de revelación?
Nunca pude asimilar la crueldad para con un ser indefenso; mucho menos, entre infantes, cuando la vi y la padecí.
De aquellos días data mi incredulidad sobre el destino del hombre y la noción del absurdo sobre su designio.
lacl, 11 11 2017
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"Un patriota, un idiota."
Graffiti que observé anoche en una calle caraqueña. No todo el mundo duerme, por fortuna...
lacl, 23 de octubre de 2010
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Que el pensamiento pueda divagar, navegar o, si se quiere, flotar en torno al infinito, en torno al fin y principio de las cosas… Ese es el milagro.
En cierto modo, el pensamiento es la comprobación del milagro que encarna en las duplas de ser y no ser, de espacio y no espacio, de origen y fin…
Pero también lo es, aunque cueste más percibirlo, del limbo silente, de ese lugar sin zona ni tiempo envejecido, donde los contrarios aparentes pierden el habla.
(lacl, 1ro. de agosto, 2010. Cuaderno de pensamientos frutales y naturalezas muertas.)
Este conato de la palabra lo publiqué por el mes de diciembre de 2011 en este blog, pero se hallaba un tanto perdido en una glosa dedicada a los zamuros. De allí lo extracto, para publicarlo en soledad.
Salud, lacl
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Estoy en un punto muerto.
Soy un gavilán.
Fiel compañero de aquel que,
desde hace diez noches,
esgrime sus poderosos lamentos
de bestia solitaria,
sobre el techo de mi cuarto,
mi techo cosmopolita,
absurdamente ciudadano.
Cuando llego por las noches
y escucho su lamento solitario,
salgo al balcón
y bestializo mi cantar,
contrapunteamos nuestras soledades.
El está solo, en un punto muerto.
Yo estoy solo, en un punto muerto.
El punto desde el que cada cual
puede comenzar a batir sus alas y volar.
(lacl, forma parte de un cuaderno de apuntes y cantos escritos durante el primer lustro de la década de los 90)
Los ojos no necesitan de un maestro a la hora de discernir aquello que es correcto de lo que es incorrecto, o de diferenciar lo que es hermoso de lo que repugna. Porque los ojos, como los otros sentidos, nacen para ser amaestrados y muy pronto comienzan a serlo.
Los ojos, se piensa, no disciernen, pero es un pensamiento equivocado. Los ojos son parte del discernimiento, porque los ojos conectados van al corazón que, a su vez, conectado va al plexo, a la testa y al espíritu.
Lo mismo sucede con el acto de la escucha y el resto de los sentidos, sin excluir el sexto, ni el instinto de la percepción, el prodigio de la imaginación, el brote de la anticipación, el raptus del vuelo del alma. El mundo sensible está conectado, como un tándem, al mundo de lo sentido.
lacl, Anotaciones Android, 14 de octubre 2025.
Nota bene: A un razonamiento tan básico o primario como el esbozado arriba no le voy yo a calificar como una verdad de Perogrullo, siendo un aserto que se cae de simple. Supongo que ha de haber surgido porque, de cuando en cuando, nos ataca una interior necesidad de volver al ABC, a fundamentos que solemos dar por materia vista.
GALERÍA DE ORFEO: UNA JOYA, FINE AND MELLOW
Una joya entre las joyas. Billie Holiday, Fine And Mellow -1957, Billie Holiday With Coleman Hawkins, Lester Young, Ben Webster, Gerry Mulligan, Vic Dickenson, Roy Eldridge.Luxury
Se trata de Joseph Conrad y el ejercicio del puntillismo psicológico o, si se quiere, anímico en el arte de narrar una historia o componer un relato.
Es una novela triste, modernamente triste, y quiero decir que lo es porque prefigura el generalizado desarraigo de nuestra hora actual con una precisión de relojero suizo. Desnuda, con inmisericorde escalpelo, la triste alienación que signa lo que, acaso erróneamente, entendemos por modernidad, esa abstracta hora actual que palpita en la psique colectiva, esa hora heteróclita que corre, justo ahora, a las 2:50 a m de una fecha de octubre de 2025. Conrad la escribió en los albores del siglo XX, en el borderline entre el "mundo de ayer" y sus farolas de gas, y el resbaladizo futurismo científico de un mañana ilusionista, un mañana que no llega, aunque en todos los recovecos del orbe se eleven himnos ante su admonición.
Si pudiéramos convenir en que uno de los rasgos que definen a la humanidad es su casi infinita predisposición para cultivar una implacable impiedad, quizás tendríamos que convenir también, en que la humanidad ha sido siempre muy "moderna". Conrad ha cambiado, para esta obra, de escenario. Ya no son los mares del sur o una jungla del Congo. Ya no se trata del choque de una cultura de "progreso" con una cultura "salvaje", términos que entrecomillo por ser perfectamente intercambiables, sino que decide internarse en la jungla citadina de una capital de Occidente, Londres, la urbe donde reside.
No voy a cometer la imprudencia de contar una novela, pero sí deseo resaltar algunos rasgos en los que Conrad ha sido un maestro. Lo fue en el arte de develar las incongruencias de una humanidad atascada en su propia lucha por avanzar como civilización, mientras cultiva la más refinada de las barbaries. Y a la hora de narrar es un maestro en otro arte: el de no tomar partido por las personas (personajes) o las situaciones sobre las que se levantan los cimientos de sus obras. Ese trabajo se lo deja al hipotético lector de sus obras. Y es una condición humana propia de su psique la que le lleva a trabajar bajo tales parámetros. Me parece que debo puntualizar: cuando afirmaba que esta obra es "modernamente triste", es porque así la ha preconcebido el autor. En toda la obra no hay una sola persona que no se guíe por el cálculo y la especulación psicológica sobre el entorno, seres que no conocen la candidez, seres que permanentemente se encuentran cavilando sobre los pros y los contras con respecto al resto de seres con los que conviven o tratan...
Bueno, no todos (y esta será la única y exclusiva vez en que haré referencia a un pasaje de la obra), porque habría que anotar la significativa excepción de un ser desvalido, un joven cuya particularidad es la de ser una persona que no es tomada por "normal". Pues bien, el único personaje de la obra que muestra signos de cándida humanidad es precisamente el joven Steve, un ser mentalmente discapacitado.
Una escena del relato nos induce a rememorar aquel suceso en el que se prescribió la pérdida de la razón por parte de un hombre como Friedrich Nietzsche. Se dice que el filósofo alemán jamás pudo recobrar la razón luego de que contemplara una escena de crueldad de un cochero hacia su caballo. Tal acto de vileza le causó una conmoción tan fuerte en su sensibilidad, que nunca más recuperaría su razón. El joven al que aludo en esta novela de Conrad, presencia un acto de crueldad por parte de un cochero hacia su caballo, y esa experiencia le sume en una crisis emotiva tan fuerte que salta del coche en el que se traslada con su familia, suscitando una situación de caos entre el cochero y su familia, ante el angustioso rechazo y repugnancia que le causa la crueldad de que ha sido testigo.
Y en la humilde opinión de un servidor es éste el tipo de rasgos que hay que tomar en cuenta cuando se lee esta obra o cualquiera otra de las creaciones de un afamado y, quizás, poco leído escritor, nacido en Polonia y que eligió la lengua inglesa a la hora de tomar la pluma...
Como punto final, cabría recordar, y es para tomarlo en cuenta, que el padre de nuestro escritor (tan polaco como su hijo) pasó su buen tiempo en Siberia, cual lo indica la añeja tradición rusa. Que Conrad quedó tempranamente huérfano. Y que estos han de haber sido algunos de los ocultos móviles de esta novela, la cual trata de un doble agente que trabajando para un "imperio del hemisferio oriental", es, a la vez, confidente del jefe de la policía inglesa.
(lacl)
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Agregaré acá un fragmento de su prólogo a tal obra. En ese introito recordaba Conrad una conversación que tuvo con su amigo, el escritor Ford Madox Ford:
"...recordamos la ya vieja historia del intento de volar el observatorio de Greenwich; una sangrienta insensatez, tan enormemente estúpida que resulta imposible desentrañar su origen por ningún proceso mental razonable, o incluso irracional. Porque la sinrazón perversa tiene su propios procesos lógicos. Pero aquel atentado no podía ser concebido mentalmente en ninguna forma, de modo que uno quedaba ante el hecho de un hombre hecho pedazos por nada que pudiera, ni en lo más remoto, parecer una idea, anarquista o no. En cuanto al muro exterior del observatorio, no sufrió ni la más ligera grieta.
Señalé todo esto a mi amigo, que permaneció callado algún tiempo, y después observó, en su acostumbrado tono fortuito y omnisciente: 'Ah, aquel tipo era medio idiota. Su hermana se suicidó después'. Estas fueron absolutamente las únicas palabras que se cruzaron entre nosotros, ya que la enorme sorpresa ante esta inesperada información me dejó sin palabras por un momento y él pasó a hablar de otra cosa..."
Este poema fue una de las primeras cosas que publiqué en este blog, corría el año 2007 (*). Forma parte de un escrito más largo, intitulado Ars Poética y el poema como Ars Poética, en el cual no sólo se agrega este poema y otro de la admirada y querida Fina García Marruz, sino un texto de Aldo Pellegrini y un panfleto que por años invadió las librerías con palabras atribuidas a Nietzsche en un libro que nunca escribió: Mi hermana y yo.
Pero hoy, al recordar a Dylan Thomas, deseo extractar ese poema, dado que siempre lo he considerado un himno interior, con visos de auto de fe o de arte poética, para todo ser humano que pretenda honrar y, sí se quiere, cultivar la palabra alada.
Recuerdo que una vez se lo leí a un querido maestro, mentor y guía (sin él proponérselo) en la escuela de letras, comentándole antes las razones por las que le consideraba y aún le considero un poema acrisolado y redondo. Su cara se iluminó de franqueza cuando, tras la lectura, añadió una sencilla admiración.
El registro que se añade es, por lo demás, una de las más francas lecturas que haya registrado Dylan Thomas de sus propias creaciones. Rezaba su himno con voz pausada y lenta, casi diríamos que con voz cansada, y ello le da un giro más conmovedor al tono de sus palabras...
(lacl)
(*) Dejo aquí el enlace por quien quiera curiosear: https://letrascontraletras.blogspot.com/2007/07/ars-poetica-y-el-poema-como-ars-poetica.html?m=0
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Dylan Thomas:
EN MI OFICIO O ARTE SOMBRÍO
En mi oficio o arte sombrío
ejercido en la noche silenciosa
cuando sólo la luna se enfurece
y los amantes yacen en el lecho
con todas sus tristezas en los brazos,
junto a la luz que canta yo trabajo,
no por ambición ni por el pan
ni por ostentación ni por el tráfico de encantos
en escenarios de marfil,
sino por ese mínimo salario
de sus más escondidos corazones.
No por el hombre altivo
que se aparta de la luna colérica
escribo yo estas páginas de efímeras espumas,
ni para los muertos encumbrados
entre sus salmos y ruiseñores,
sino para los amantes, para sus brazos
que rodean las penas de los siglos,
que no pagan con salarios ni elogios
y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.
Dylan Thomas, Edición original: COLLECTED POEMS, Traducido por Elizabeth Azcona y publicado por Fabril Editora, Buenos Aires, bajo el título de POEMAS COMPLETOS, 1974.