Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
En los últimos tiempos hemos tenido esa guarida un tanto deshabitada.
Asumimos la total y entera culpa. Y deseamos resarcirnos con un especialísimo
lector de su propia poesía, como lo es el poeta Giuseppe Ungaretti. Agregamos La
piedad, versión de quien, pensamos, ha sido uno de sus mejores traductores a lengua castellana: Rodolfo Alonso.
Salud!
LA
LA PIEDAD
Traducción de Rodolfo Alonso
1
Soy un hombre herido.
Y me quisiera ir
Y finalmente llegar,
Piedad, donde se escucha
El hombre que está solo consigo.
No tengo más que soberbia y bondad.
Y me siento exilado entre los hombres.
Pero por ellos sufro.
¿No seré digno de volver a mí?
He poblado de nombres el silencio.
¿Hice pedazos corazón y mente
Para caer en servidumbre de palabras?
Reino sobre fantasmas.
Ah hojas secas,
Alma llevada aquí y allá…
No, odio el viento y su voz
De bestia inmemorable.
Dios, ¿aquellos que te imploran
No te conocen ya más que de nombre?
Me has expulsado de la vida.
¿Me expulsarás de la muerte?
Quizás el hombre también es indigno de esperar.
¿Está seca también la fuente del remordimiento?
Qué importa el pecado,
Si ya no conduce a la pureza.
La carne recuerda apenas
Que ha sido fuerte alguna vez.
Es loca y gastada, el alma.
Dios, mira nuestra debilidad.
Queremos una certeza.
¿Ya ni siquiera ríes de nosotros?
Y compadécenos entonces, crueldad.
No puedo ya más estar amurallado
En el deseo sin amor.
Muéstranos un vestigio de justicia.
¿Cuál es tu ley?
Fulmina mis pobres emociones.
Libérame de la inquietud.
Estoy cansado de gritar sin voz.
2
Melancólica carne
Donde brotó la alegría alguna vez,
Ojos entreabiertos en el cansado despertar,
¿Tú ves, alma demasiado madura,
El que seré, caído en tierra?
Está en los vivos el camino de los muertos.
Somos nosotros el torrente de sombras,
Son ellas el grano que nos estalla en sueño,
Suya es la lejanía que nos queda,
Y suya es la sombra que da peso a los nombres.
¿La esperanza de un montón de sombra
y no otra cosa es nuestra suerte?
¿Y tú, Dios, sólo serás un sueño?
Al menos a un sueño, temerarios,
Queremos que te parezcas.
Es fruto de la demencia más clara.
No tiembla en nubes de ramas
Como pájaros de mañana
Al filo de los párpados.
En nosotros está y languidece, llaga misteriosa.
3
La luz que nos hiere
Es un filo cada vez más sutil.
¿No deslumbras tú, si no matas?
Dame esta alegría suprema.
4
El hombre, monótono universo,
Cree extender sus bienes
Y de sus manos febriles
No salen más que límites sin fin.
Sobre el vacío unido
A su hilo de araña,
No teme y no seduce
Sino el propio grito.
Repara lo gastado alzando tumbas,
Y para pensarte, Eterno,
No tiene más que las blasfemias.
.
Inno alla Morte y otros poemas, en la voz de Giuseppe Ungaretti
Nota: Este efímero boceto pertenece a una vivencia real que data de la juventud.
Me hallaba sentado en un pupitre, en la Escuela de Letras de la UCV, hora del
paso de la penumbra que todo lo torna lánguido y ceniciento, en la despedida de
la diurna luz y el anuncio de las sombras de la noche. Yo me sentía un perfecto
extranjero sentado en esa sala. De pronto cayó una abeja sobre la mesa de mi
pupitre y comenzó a aletear en círculos, en una danza frenética, dionisíaca, vibrátil,
revelación de vida rebosada. Estaba muriendo. La razón de ello no podía yo
saberla, pues las abejas no buscan luces de artificio, como las polillas que
mueren abrasadas en el desengaño. Sólo me dediqué a contemplarla, a sabiendas
de que bailaba para mí… Nadie más reparó en esta extraña despedida.
Forma parte de un añejísimo cuaderno de brevedades que, justamente, lleva
por título, Poemas a mano alzada.
Dejo debajo una traza de tales esbozos. No los considero textos de algún
valor en particular, a no ser por cierta pesquisa en zonas de la ironía, cierta
urgencia de encontrar vestigios en lo exiguo. Una imberbe curiosidad.
Paraíso
Hemos impregnado de ideas nuestras carnes
Pero la idea se adormece en cofres olvidados
Y, panes perdidos,
divagamos bajo la lluvia de los cementerios
Cuestión de apariencia
Mi nombre es lobo,
Soy un sentimiento.
Con mi piel se cubren los hombres
y soy tan imprescindible como la cartera,
cuando alguno no me lleva encima,
es desollado por los otros
Perro
Resuelves edificar
toda una vida
a punta de mordiscos.
Pero resulta que la vida
es un hueso muy duro de roer.
Arbitrio
Y que morir,
después de tanto,
no sea sino entrar
a un gran salón
donde se adora
a Miguel Ángel.
Cuestión de realidad
Si manifiesto
que una hoja cayendo
ante mis pasos es,
en su esplendor,
tres veces más poderosa
que los dioses de la lluvia,
la gente puede,
perfectamente,
quedar desconcertada.
Si manifiesto
que una hoja cayendo
ante mis pasos,
es tan impresionante
o auspiciosa
como el aquelarre
nocturno de las ranas,
la gente estará en su derecho
de creer que ya estoy loco.
Pero si manifiesto
que la singular extrañeza
de una hoja cayendo
ante mis pasos
es tan trascendente
como todo acto humano,
sencillamente,
seré menospreciado.
Contemplación
En el fondo del mirar,
la calma,
largamente esperada,
yace como una hoja
sobre un charco:
indiferente y presta
a las fluctuaciones del agua.
.
Estas semblanzas tienen la particularidad de haber sido
escritas en las inmediaciones de la UCV, en las calles de Sabana Grande o en
las de mi recordado y querido Paraíso. Bach Cantatas
Todas son bellas, pero pedimos especial atención a la Cantata 180, tal como abre...