Los seres humanos forjados a la luz de
los lemas de Occidente somos, al día de hoy, desequilibrio. Llevamos más de dos
milenios de desequilibrio en el ombligo de nuestro logos; esto es, desde la
hora en que negamos a la Diosa, desde el momento en que, altaneramente, no es
que la bajamos de un pedestal, sino que la excluimos de nuestro fuero interior.
Pecado de orgullo. Desmesura. Hybris.
Robert Graves demuestra muy
claramente (*), cuán homosexual termina siendo el patriarcado machista que
heredamos de la filosofía griega post-socrática, con todo y sus maravillosas
edificaciones del pensamiento. Y es, apenas, desde el siglo pasado que se inicia
una búsqueda con miras a restablecer el equilibrio en el seno de lo humano,
fuese uno hombre o mujer. Una búsqueda intentada por una minoría, pero que no
deja de tener enorme peso y significación. Pues, vaya paradoja, esto ha
sucedido igualmente en un siglo en que (¿cuál otro, si no el XX?) como dijera una
vez López Pedraza, se abrieron las puertas de una “nueva era”, con los
deslumbradores destellos de la palabra “SEX”, rotulada entre doradas,
gigantescas y enceguecedoras marquesinas, dando la impresión de que no había
ninguna otra cosa que pudiera alimentar el fuego divino de la existencia.
Conceptuaciones tales como ánimus y ánima, legadas por Jung, con el necesario
equilibrio que debe prevalecer entre ellas, son indicio de lo que deseo
señalar.
Aquí lo dejo. En compensación a mi
pichirrería escritural agrego un epígrafe que dice mucho, si no todo, con respecto
a lo que quisiera realzar: la imposición de un des-divinizado dios fálico que
ha terminado enamorándose de sí mismo, al quedarse íngrimo y solo en el altar, al
querer llenar la vacante de una Eva ancestral, divina y terrestre, que jamás
sintió pugna alguna entre ánima y ánimus, sino que bendijo la fusión y
compenetración de los contrarios. Lo trae Margaret Murray:
“…El dios de la antigua religión se
convierte en demonio de la nueva…”
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(*) En su estudio mitográfico sobre La Diosa Blanca, tanto como en ensayos de menor aliento, pero igualmente esclarecedores, como algunos de los incluidos en Los dos nacimientos de Dionisio.
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(*) En su estudio mitográfico sobre La Diosa Blanca, tanto como en ensayos de menor aliento, pero igualmente esclarecedores, como algunos de los incluidos en Los dos nacimientos de Dionisio.
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lacl ©
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lacl ©
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Las fotos: Isadora Duncan en Grecia.
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Epitafio de
Seikilos - Música de la Antigua Grecia
Agregamos
la nota colocada en la publicación original de este registro en la red youtube:
El Epitafio de Sícilo (en griego Ἐπιτάφιος τοῦ Σεικίλου) es la más antigua melodía escrita que se conoce. Es parte de una inscripción griega escrita en una columna de mármol puesta sobre la tumba que había hecho construir un tal Sícilo para su esposa Euterpe, cerca de Trales (en Asia Menor), actual ciudad de Aydın, a unos 30 km de la ciudad costera de Éfeso (en Turquía), y datada en el siglo I aproximadamente.
Fue descubierto en 1883 por Sir W. M. Ramsay en Turquía y conservado en un museo de Esmirna hasta que se perdió durante el Holocausto de Asia Menor (1919-1922), en el que la ciudad de Esmirna fue devastada. Posteriormente se rencontró, desgastada en su base y con la última línea del texto borrada, en poder de una mujer del pueblo que la usaba para apoyar una maceta. Hoy se encuentra en el Museo Nacional de Dinamarca, en Copenhague.
La melodía, escrita en modo frigio en la adaptación escrita e hipofrigio en la reproducción de audio y género diatónico, se desenvuelve en un ámbito de octava justa. La canción es melancólica, clasificada como skolion o ‘canción para beber’.
Se desconoce la velocidad (tempo) de la canción, ya que no está explicada en la notación. Todavía se considera a este escolión de Síkilos como la composición musical conservada completa más antigua que se conoce.
Interpretación:
Gregorio Paniagua: lira
Beatriz Amo: voz
Taller de Música y Canto de la Biblioteca Pop. Diego Pombo
www.facebook.com/musicantocoro
El Epitafio de Sícilo (en griego Ἐπιτάφιος τοῦ Σεικίλου) es la más antigua melodía escrita que se conoce. Es parte de una inscripción griega escrita en una columna de mármol puesta sobre la tumba que había hecho construir un tal Sícilo para su esposa Euterpe, cerca de Trales (en Asia Menor), actual ciudad de Aydın, a unos 30 km de la ciudad costera de Éfeso (en Turquía), y datada en el siglo I aproximadamente.
Fue descubierto en 1883 por Sir W. M. Ramsay en Turquía y conservado en un museo de Esmirna hasta que se perdió durante el Holocausto de Asia Menor (1919-1922), en el que la ciudad de Esmirna fue devastada. Posteriormente se rencontró, desgastada en su base y con la última línea del texto borrada, en poder de una mujer del pueblo que la usaba para apoyar una maceta. Hoy se encuentra en el Museo Nacional de Dinamarca, en Copenhague.
La melodía, escrita en modo frigio en la adaptación escrita e hipofrigio en la reproducción de audio y género diatónico, se desenvuelve en un ámbito de octava justa. La canción es melancólica, clasificada como skolion o ‘canción para beber’.
Se desconoce la velocidad (tempo) de la canción, ya que no está explicada en la notación. Todavía se considera a este escolión de Síkilos como la composición musical conservada completa más antigua que se conoce.
Interpretación:
Gregorio Paniagua: lira
Beatriz Amo: voz
Taller de Música y Canto de la Biblioteca Pop. Diego Pombo
www.facebook.com/musicantocoro
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