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jueves, 24 de febrero de 2011

Guarida de los poetas - Jorge Luis Borges: Sobre lo cifrado de toda inscripción. / JLB: LA CIFRA - Prólogo a "Los conjurados", Jorge Luis Borges, 1985. / Borges, sencillamente Borges…

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¿Dónde carrizos habría puesto yo mi ejemplar de La Cifra? Esa es una de mis consuetudinarias preguntas en lo que toca a los libros que podríamos llamar de cabecera. Lo había sacado de su anaquel, tiempo atrás, en compañía de Los Conjurados, debido a un afortunado reencuentro con tales lecturas. 
Y es que si algo llevo en la memoria, tatuado como con las llamaradas de una vela que acercamos de improviso a faz o a corazón (no lo sé, a ciencia cierta) es la conmovedora Inscripción que abre La Cifra y la otra, no menos sentida, que abre Los Conjurados.

Son escritos con emoción. Y ese es un asunto que Borges se cuida de nombrar a la hora de señalarnos el equilibrio que ha de convocarse entre intelecto y poesía, a la hora de intentar integrar esos procesos en la creación de un poema. Borges se cuida de acotar que se trata de la creación intelectual de un poema. Y eso, me parece, es muy importante mantenerlo presente pues, Borges nunca se consideró un poeta a la altura de los grandes poetas que admiró, por el simple hecho de que, para escribir poesía, no hallaba soltura en verso libre, no se sentía cómodo. Es decir, debía imponerse una brida, de metro y rima, aunque no en todos los casos, para poder expresarse poéticamente. Ello sustenta su no oculta admiración por el verso de Whitman, que logra alcanzar según Borges, lo más alto a que puede aspirar un poeta: el ritmo. 

A pesar de estas consideraciones humildes de Don Jorge Luis con respecto a su propia obra, yo lo estimo como un grandísimo poeta, pues no puedo olvidar cierto estremecimiento en la piel convocado por sus letras. Estremecimiento que Robert Graves atribuiría, sin más, a la Diosa Blanca y no al autor Borges. Mas lo cierto es que todo poeta fidedigno o, como le nominara Whitman, todo poeta cabal, cultiva su propia poética. No hay poeta sin poética. Aunque no la formule sesudamente a través de la palabra crítica. Es perentorio acotar,  sin embargo, que en una de sus últimas entrevistas, Borges desdijo esa teoría sobre el verso libre y la calificó como errónea. 

Por suerte, tengo “back up”, pues hace algunos años pude conseguir, a muy buen precio, tres volúmenes de las obras completas de JLB. Los he tenido por varios meses rodando por la casa. Menos esquivos que los cachorros sueltos. Me he ido al volumen tercero y, una vez más, como suele sucederme, ábrese el volumen en la página que convoco, aquella que reza: La Cifra (1981). Palabra cierta, dice mi madre.


Y no sé, me dirán que no son creaciones poéticas, pero a mí, tanto la Inscripción de La Cifra, como la de Los Conjurados, me parecen entregas tan empapadas de poesía como el más logrado soneto o la más complicada Elegía. Y son escritos en los que, cosa rarísima, dejó Don Jorge Luis Borges traslucir uno de los acicates del vivir y, por ende, de la poesía: el más alto amor.


“El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo”, dice Borges en la Inscripción de La Cifra.


“Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro”, dice, luego, en la Inscripción Los Conjurados.


Traigamos unas palabras de Carl Sandburg con respecto a poética, “La poesía es el diario escrito por una criatura del mar, que vive en la tierra y desea volar”, para luego darle paso al “Arte poética” de Borges, seguido de otras lecturas, no sin antes dejar aquí un par de textos, uno de La cifra y otro Los conjurados

(lacl)



LA CIFRA
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La amistad silenciosa de la luna
(cito mal a Virgilio) te acompaña
desde aquella perdida hoy en el tiempo
noche o atardecer en que tus vagos
ojos la descifraron para siempre
en un jardín o un patio que son polvo.
¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día,
podrá decirte verdaderamente:
No volverás a ver la clara luna,
Has agotado ya la inalterable
suma de veces que te da el destino.
Inútil abrir todas las ventanas
del mundo. Es tarde. No darás con ella
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Vivimos descubriendo y olvidando
esa dulce costumbre de la noche.
Hay que mirarla bien. Puede ser la última.
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Prólogo a "Los conjurados", Jorge Luis Borges, 1985.
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“A nadie puede maravillar que el primero de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de ochenta y tantos años. Una reina, en la hora de su muerte, dice que es fuego y aire; yo suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda? La dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es.
No profeso ninguna estética. Cada obra confía a su escritor la forma que busca: el verso, la prosa, el estilo barroco o el llano. Las teorías pueden ser admirables estímulos (recordemos a Whitman) pero asimismo pueden engendrar monstruos o meras piezas de museo. Recordemos el monólogo interior de James Joyce o el sumamente incómodo Polifemo.


Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin.
En este libro hay muchos sueños. Aclaro que fueron dones de la noche o, más precisamente, del alba, no ficciones deliberadas. Apenas si me he atrevido a agregar uno que otro rasgo circunstancial, de los que exige nuestro tiempo, a partir de Defoe.


Dicto este prólogo en una de mis patrias, Ginebra.


J.L.B.


9 de enero de 1985
 

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Borges, sencillamente Borges…

Arte poética
https://www.youtube.com/watch?v=zCO46pcXoeg



LÍMITES, Jorge Luis Borges.

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

https://www.youtube.com/watch?v=6nMFVdF_DM4

POEMA CONJETURAL



Everness

http://www.youtube.com/watch?v=V6VjKoMHZLU&feature=related

Everness, Jorge Luis Borges

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.

Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.



Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad


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