El lenguaje del poder
Esta nota breve la envió mi compadre a un cerrado círculo de contactos. Pero no he podido evitar la tentación de publicarla acá, seguida de mi lacónica o lacedemónica respuesta…
lacl
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Amigas y amigos, lo que les estoy enviando no pretende ser un artículo; apenas es una especie de nota a pie de página en medio de tanto desbarajuste y tanta falsía.
Saludos,
Mario
El lenguaje del poder
Mario Amengual
Se trata de llover sobre mojado, pero vale la pena la insistencia. Quien ejerce el poder, en cualquiera de sus formas, defiende una parcela que no quiere abandonar, se aferra a un espejismo redituable, y por eso las palabras se le descomponen en la boca, se vuelven mentirosas y ocultan y disfrazan los hechos. Si es un ministro, un poderoso ministro (y poderoso caballero es don dinero), dirá, por ejemplo, “alimentos no conformes”, porque alimentos dañados o podridos o descompuestos es demasiado real para quien predica, aunque no la ejerza, una ética justiciera. Tal vez si hubiera dicho que esos alimentos se echaron a perder, honraría a cabalidad el habla venezolana, aunque los responsables de que se echaran a perder esos alimentos sigan gozando de impunidad. Pero el súper ministro prefirió “alimentos no conformes”, y por eso salta de inmediato la pregunta: ¿no conformes con qué o con quién? Eso no lo explicó el ministro.
Una copartidaria suya, presidenta de la Asamblea Nacional, para defenderlo, con su habitual voz destemplada y argumentos y culpables rebuscados, se refiere a cámaras oportunas de un canal de televisión enemigo filmando cada “container”. ¿Y dónde habrá dejado tan comprometida revolucionaria el modesto sustantivo contenedor, en vez de nombrar a tal embalaje con una palabra del idioma del odioso imperio?
De ambas declaraciones podemos armar (valga este verbo en días de repetidos discursos belicistas) la siguiente frase: Los alimentos no conformes en los containers.
Ese es el lenguaje el poder: eufemismos, subterfugios y desprecio por la lengua materna.
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Nota de respuesta a la glosa de Mario
Gracias por la reflexión, Mario. Me induces a un breve contrapunto sobre una misma melodía. Ése es el problema, vivimos aherrojados, engatillados, acorralados y sentenciados por el lenguaje del poder y sus cultos deificadores, desde un sempiterno y siempre redivivo César, hasta los últimos de sus secretarios y mujiquitas, que bien conocen el uso de la lengua para el lustrado de botas y volutas palaciegas. La sorna concedida por el poder de la lengua traiciona, sin atenuantes, las falencias de una barbarie civilizada y su lenguaje del poder, pero en un mundo dominado por el obscurantismo, ello de poco vale a causas justas. ¿Quién ha de extrañarse? Esto ha sido así a lo largo de la historia, acá y allá. El poder de la lengua ha de ser acallado por la bárbara mediocridad y su postizo lenguaje del poder, ambos sustentados en el culto y gusto por las cofradías, las sectas, los clanes, el gremialismo de la estupidez. La Bárbara mediocridad no sabe comportarse de otro modo que con gestos a la usanza del afamado Alejandro, cuando “desafió y resolvió” el nudo gordiano. No hay que olvidar la leyenda que nos presenta a un Alejandro durmiendo siempre con una espada y unos versos de la Ilíada Homérica bajo sus almohadas. Lo hacía por culto a Marte y Aquiles o por egótica avidez (acaso sea lo mismo), mas no por admiración del humilde poder de la lengua, pues la espada siempre habló bien a quien no sabe más que balbucir vacuas ocurrencias o a quien poco importan las “nimiedades” del resto de los hombres.
Pero, ¿quién sabe? A lo mejor es que esos alimentos a que haces referencia en tu glosa, eran genuinamente revolucionarios y no estaban conformes ni satisfechos con el grado de fermentación de la re-in-volución bonita. ¡Vaya espíritu de sacrificio!
Un abrazo.
Luis Alejandro
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