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domingo, 28 de mayo de 2023

EL NIÑO, José Antonio Ramos Sucre / El signo secreto, José Antonio Ramos Sucre




Otra de esas breves obras maestras de Ramos Sucre. La mujer y el niño, grandes inventores, gracias al ocio curioso, un culto para el que algunos hombres, ya desde la antigüedad y por el retorcido patrón de una falsa hombría, no podían demostrar debilidad. Tanto que se le inculpó a Ramos Sucre (según sus propias palabras, recogidas en algunas de sus cartas) de misógino y esta sucinta joya que viene a resarcirle. En esta acrisolada glosa poética se desatan los afluentes de lo femenino y de lo infante, del ocio y del retozo; y, por ende, de la contemplación y del ardid de la invención que de ella nace. Bien puede ser reseñada en esas fechas en que se celebra otra magnífica invención: la del libro. 
 Salud, lacl. 

EL NIÑO, José Antonio Ramos Sucre. 

Los egipcios aprendieron de las avispas el arte de fabricar el papiro. Un niño refractario a la disciplina debió de sorprenderlas en su trabajo febril. Resistió los dardos emponzoñados y contó a sus padres, durante la convalecencia, el denuedo y el ingenio de los insectos. 

Los antiguos alaban el entendimiento de las mujeres egipcias y su consejo en la administración de la república familiar. La madre del niño discurrió la manera de imitar el aderezo de las avispas y acertó con un nuevo medio de facilitar la comunicación entre los presentes y los venideros. El papel se usa desde entonces en vez de la piedra. 

El labrador egipcio no ganaba la propiedad de su campo y era despedido sin remedio. El invento del rapaz debió de mejorar la existencia de sus progenitores y los salvó, seguramente, de sucumbir en el trajín de la obra pública, sufriendo la dieta de las tres cebollas crudas y el azote del sobrestante. 

José Antonio Ramos Sucre, El cielo de esmalte, 1930.









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