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domingo, 31 de mayo de 2009

Influenza porcina. Influenza humana.

















Influenza porcina. Influenza humana.

Mucho se habló en los días subsiguientes a la aparición de la gripe porcina del supuesto complot de los presidentes Obama y Calderón, en franca y manifiesta connivencia con los plenipotenciarios Mammón y Mefistófeles, para planificar el Apocalipsis del género humano en tan sólo tres semanas. Toda una blitz campaign…. Llovían correos alertando del maquiavélico plan de ambos presidentes para propagar una pandemia. Yo, en lo personal, no di crédito a esa tesis. No digo que éste o aquel jefe de gobierno, no puedan ser capaces de cometer ésta o aquella fechoría. Todo lo contrario. Aznar y Zapatero, para tomar un ejemplo que podríamos extender a muchos otros gobernantes de la Europa Occidental, esto es, del llamado "mundo civilizado", han prodigado las más anchurosas de sus sonrisas, mientras le daban la mano al verdugo de Guinea Ecuatorial, pues los intereses comerciales siempre van primero para unos pillos a los que les encanta que se les tilde de estadistas. Nadie debería equivocarse al respecto. Uno se pregunta, ¿por qué demonios se tiraron tanto de las greñas Aznar y Zapatero en el medio político español, si parecieran persignarse ante un mismo santuario cuando se ha tratado de obtener beneficios para su nación, sin que les importara a costa de cuál perversidad o de qué cuota de sacrificios para con los pueblos oprimidos? Y conste que no hay que dejar de lado otros beneficios que usualmente los políticos montan en un entramado casi imposible de detectar. En general, los políticos que llegan a cabeza de gobierno no suelen diferenciarse mucho, unos de otros, y contadas son las excepciones. Esos son los detallitos que, a veces, se les escapan al común de los mortales…

Sin embargo, la tesis de la cuarteta Obama-Calderón / Mammón-Mefistófeles, la verdad, me ha lucido realmente traída por los cabellos. Más bien luce como la derivación de un ansioso extremismo. Un extremismo tan maléfico como la miseria del más sediento de los usureros. Me refiero a ese extremismo político que, con tal de “corregir” los desmanes de una burguesía sempiternamente hambrienta de riqueza, opta por la tesis de que es perentorio instaurar, aquí y allá, gobiernos modelo Robespierre. Desgraciadamente, en los gobiernos de corte autoritario o, más apropiadamente deberíamos decir, guillotinario (dado que siempre acaban siendo estupendas maquinarias de imputación criminal para con sus adversarios) jamás se ha acabado con las apetencias del poder ni con las pecuniarias, las que invariablemente, parecen cautivar el sueño no sólo de las sanguijuelas burguesas, sino incluso el de aquellos inocentes oriundos del lumpen-proletariat o de las clases bajas o medias del estrato social.

Grosso modo y hoy como ayer, los políticos son hombres de negocio rendidos ante el dios Mammón -dios de la avaricia- y harán cualquier cosa para seguir inflando su estúpida apetencia de poder y patrimonio. Y la operación política es un medio para lograr sus egoístas fines. Pero muchas de las maquinaciones creadas en detrimento de la humanidad son pergeñadas a la sombra del poder, rondando en torno a él y cebándole con amorosa corte. Tales maquinaciones son patrocinadas por vampiros; algunos llevan toga de menesterosos o de mendicantes, otros llevan toga de desinteresados Pater familias. Mas todos aspiran a enquistarse allí, en la cima del poder. 

Por enésima vez, vuelvo a recordar las aspiraciones de Vallejo, cuando decía que la verdadera revolución es aquella que se suscita en el corazón del hombre, en la sensibilidad humana.


lacl

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