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viernes, 23 de enero de 2009

La mortandad. Oración del niño que intuye que morirá mañana.





Notas, cruces, correspondencias y desencuentros en torno al sentido común…

Las glosas que he colocado ayer, en estas primeras y tardías publicaciones del mes de enero, son notas relativas al tema de barbarie versus humanidad, colocadas originalmente en mi página personal de facebook; así como algunas de las reacciones que generó.
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Agrego ahora la carta enviada a nuestra amiga, la querida poeta colombiana Amparo Osorio, con un breve texto que surgió por necesidad del corazón, la misma que me mueve a publicarlas en esta plaza. Ese breve poema fue incluido en un número que el periódico digital Con-Fabulación * dedicara a Palestina, con motivo de la sistemática matanza que en el pasado diciembre emprendiera el estado judío en contra de los habitantes de la franja de Gaza. Entre tanto, estoy transcribiendo aquello que originalmente iría a ser publicado durante este mes en este recinto...

Salud,
lacl.

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Arriba, niños de Gaza juegan sobre las ruinas de una Mezquita y, abajo, en el cuerpo de mi nota a Amparo, dos fotos tomadas durante los bombradeos sobre Gaza, y de corazón les digo que lamento tener que mostrarlas.

* http://con-fabulacion.blogspot.com/

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---------- Forwarded message ----------
From: Luis Contreras
Date: 2009/1/13
Subject: Re: urgente
To: Amparo Osorio

Mi muy querida Amparo. Gonzalo te habrá dicho que te he llamado hoy. Realmente el llamado de tu urgencia me tocó en el alma, tal como he venido siendo tocado, día a día, por esta extrañeza de mundo que llamamos "del hombre". Pero el mundo no es de nadie. Quizás sea menos del hombre que de cualquier otra especie viva de las que le habitan. Pues bien, no tengo un poema reciente dedicado a Palestina. Amén de que no puedo yo abogar por causas esgrimidas por operarios del crimen. Esto es, no puedo escribir a favor de ningún bando parcial que esgrima el martillo de Thor, como lo hacen los operarios de Judea o los radicales de Hamas. Puedo sí (y debo) abogar por los inocentes. Así que te envío estas sencillas líneas escritas, al rompe y rasga, en la última media hora de esta vida y en esta noche que apenas comienza. Sé que ustedes necesitaban las colaboraciones para esta mañana o este mediodía, así que comprenderás que si te envío estas líneas ahora, es porque han surgido por necesidad, un poco tarde y, como dijera uno de los nuestros, todo tan causa perdida


Oración del niño que intuye que morirá mañana
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A los niños de la franja de Gaza
y a todos los niños que padecen
los rigores de la sinrazón.

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Que no llegue el día señor,
que no llegue.
Que perviva la noche.

Quiero la quietud de la noche
y su silencio.
Y que sus estrellas se hagan eternas,
para que en ellas pueda cantar mi corazón,
como lo hace cada vez
que, desde mi cama,
me asomo a la ventana.

Quiero el silencio del sueño,
mi señora.

Yo no te conozco,
pero eternas quiero que sean
tu noche y tu silencio;
porque en tu silencio fui cumplido,
mientras mi alma vadeaba
en el imperecedero ascenso del origen
hacia los primeros destellos de la luz
que me arrulló en tu seno.

Yo no sé quiénes son
ni mi madre, ni mi padre.
Yo no los conozco.
Creo que ellos tampoco saben
quién soy yo.
Los miro en mi silencio,
cuando juguetonamente
conversan
y entre caricias
preparan el pan
de la mañana.

Ellos no parecen percatarse
de que yo les comprendo y les amo
más que a nadie en el mundo.

Ojalá, mi señor,
y ojalá, mi señora,
que la noche
me regale,
por un día más,
esta estampa.



Ocho y ocho de la noche, trece de enero de dos mil nueve (estoy harto de los números)…

Con amor,
Luis Alejandro
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P. D. Más abajo te ofrendo un trío de amagos o intentonas de poemas que, si bien no están dedicados a nadie en particular, creo que abogan, aunque no sin ironía, por la esencialidad del ser humano. El único que ha sido publicado es Enola Gay (tal como se llamara el acorazado del aire que borró Hiroshima), en un publicación quincenal (1995), así como en las páginas de mi blog…



La noche replegada




¿ Cuántos asesinatos
inmisericordes he presenciado
en silenciosa complicidad ?

¿ Cuántas inmolaciones
no confesadas he de atribuirme ?

¿ Cuántos hijos sin padre ?

¿ Cuántos padres sin hijo ?

¿ Cuántas dobles acechanzas
en las insinuaciones del verbo ?

Buitres sobrevolando
hospitales,
cazadores furtivos
guareciéndose en los templos,
en tanto la noche palidece
sobre los lechos

La noche desfalleciente
abandonando la carne,
abandonando la sagrada bóveda
del cuerpo
La noche en retirada

Hemos quebrado las copas

No brindis
No homenaje
No invocación

No expiación
No salutación
No contrición

No vida
No muerte
No, siquiera, limbo

Sólo el deportivo concurso de la usura

Usura del sentimiento,
del espíritu,
de la carne

Siesta en Sabana Grande, fines de 2008. La foto fue tomada desde un equipo celular.





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Enola Gay

¿ Cómo se habrá sentido en su piel el mandadero,
después que borró la ciudad ?

¿ Habrá sentido un hormigueo en la mano
después de haber pulsado el botón
que forjó un desierto de fuego allí,
donde antes cohabitaban
el canto, llanto y travesuras de los niños
con los jadeos de las cópulas,
los malos pensamientos, los desvelos de los altruistas,
la medranza de los usureros,
los recuerdos felices de los enamorados ?

¿ Cuál habrá sido su gesto al tomar el cuchillo
para seccionar el desayuno
a la mañana siguiente ?

¿ Y qué pensamientos tendría mientras volaba,
con ojos de cordero, camino a su misión ?

¿ Habrá recordado, acaso, la apaciguante belleza
de la sonrisa de aquella que había dejado atrás,
entre el dolor y las promesas ?

¿ Le habrán quedado chispas para forjar hijos luego ?

Y si los tuvo, ¿ cómo habrán crecido ?

¿ Será alguno de ellos un odontólogo mediocre,
el otro un timador que vende autos
y la menor una fracasada artista de revistas ?
¿ O, quizás, tuvo una exitosa familia ejemplar,
de esas a las que jamás les ocurre nada extraordinario,
de esas que en los álbumes fotográficos
muestran una sospechosa y colectiva sonrisa impersonal ?
¿ O, quizás, el cielo le bendijo con un pequeño que luego sería
un dulce poeta marginal vagando por las calles,
repleto de imágenes que no puede digerir ?

Y Mr. Harry, ¿ habrá esbozado su cadavérica sonrisa,
aquella noche, en la blancura de sus sueños ?
¿ Se habrá tomado, realmente, a sí mismo por
un benefactor de la humanidad ?
¿ O quizás se tomó por un santo administrando la justicia
divina desde lo alto de inexpugnables tribunales pontificios ?
En medio de la grandeza de sus reflexiones,
¿ le habrá dedicado un pensamiento, siquiera, al mandadero ?
¿ Habrá discernido, cual un frío erudito, sobre el conflicto
ético de la autoría material del crimen por coacción ?

Y el refinado científico que dijo que Hiroshima
había sido un error porque, desde ese momento,
los simples mortales le temerían a la ciencia,
¿no podía haberse puesto por un milisegundo
en la piel del mandadero,
ya que ni por asomo lo haría en la de las hormigas
exterminadas por dictamen ?
¿ No podía, por un milisegundo, renunciar a su miseria,
dejar de revolcarse en la carroña de su performance doctoral ?

Y el Capitán de la aérea fortaleza,
a la que dulcemente bautizó con el nombre de su madre,
con un candor tan diligente como el que estilaban
los celestiales héroes de la guerra,
quienes estampaban en sus naves las más apetecibles siluetas
de imposibles hetairas hollywoodenses,
en diáfano tributo para la elevación de sus plegarias
e invocación de una piadosa aquiescencia que dispensara
amparo y santidad a sus funestos cultos sacrificiales.
Verle a él, vestido de serenidad,
un campeón de desgarbada sonrisa y vítrea, inválida mirada,
afirmando a cada momento que él no quedó loco,
que eran puras habladurías de la gente,
¿ podemos figurarnos mayor locura que ésta ?

Y al final ella, tan sola, tan apacible, tan ingenuamente dispuesta
para figurar como paloma mensajera del terror,
¿ cómo podía percatarse de que arrullaba en su seno
las demoledoras enseñas del hijo atrofiado
y vencido de la civilización ?

Ciertamente, los grandes hombres, los elegidos,
no fueron hechos para ponerse en la piel de los pequeños.
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La foto de arriba muestra a un orgulloso Paul Tibbets y su Enola Gay.













(Enola Gay)






(El hongo dejado por la bomba y los efectos posteriores sobre Hiroshima)





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Sueño


Al fin hubo una pausa,
una pequeña pausa,
larga como un breve
instante de silencio
en la desmesura del cielo.

Todo ha enmudecido.
Desaparecen ciudades,
el fragor de sus martilleos
y silbidos.

Se detuvieron el canto de los grillos,
el acecho del tigre en la maleza,
el vuelo del arrendajo entre los prados
y el mugido de los falsos dioses.

Ahora veo
una ordenada comparsa de monedas
de oro, plata y bronce
flotando sobre las aguas de un río,
desafiando las supremas leyes,
hasta que la mano de una niña
agita y mueve esas aguas.

Al fin, hubo una pausa.

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1 comentario:

A chuisle dijo...

Es muy doloroso escribir y leer poemas como éstos, pero muy ncesarios, para despertar conciencias y movilizar acciones por la coxistencia pacífica.