Dos luceros señalan al cenit,
cual dos guerreros con el cargo de lanzar
las flechas que mantengan abierto
el tajo dolorido en las fauces
de la soledad azul del firmamento.
Les han impuesto la titánica tarea
de descorrer (y desgarrar) el lienzo estelar.
Son Guardianes de un portal
que el hombre ya no desea transitar.
Drama inaudible para un desértico hemiciclo.
A orillas están de una sombra blanca
que amenaza con engullirles.
Interminable ha sido el jornal
Llego con el cuerpo en el umbral
de un precipicio.
Guirnalda de Odiseo engarzada
en el mural de la noche.
El mundo ha hecho silencio.
Nadie canta entre los matorrales.
Ni siquiera el búho que de cuando en cuando
se atreve a romper el desolado hechizo.
No sabemos adónde se han fugado
pero al amanecer no hay un solo pájaro
para bendecir el alba.
Y el silencio se alza
como en las leyendas artúricas
para construir en el aire
una catedral de la oquedad
Tal parece que el hombre
lo ha logrado:
triunfó sobre Anima Mundi.
La ponzoña del futuro
de cicuta nos daban en la infancia.
Mas volviendo a la noche,
regresando a la hora del ahora...
Un tenue dolor que porta la firma
del escalofrío ha tomado mi humanidad;
mis brazos y piernas semejan
una plaza atestada de borrachos,
inconscientes abandonados al olvido,
luego de una absurda algarabía.
Un mentidero de cadalsos.
Tuve que pisar la plaza del mercado
cuando hubiera preferido ir y volver
tres veces a Ítaca.
Un gélido aire sopla desde el este,
dañoso para el alma,
para ese sifón inspirativo,
pneuma del pecho
que gritar o cantar quisiera,
a todo pulmón.
Pero mi doliente humanidad
tan solo añora el olvido.
Todo lo han pateado hasta el olvido,
hasta los míos.
En el aire estacionario
es recogida la maldad
y ella, por encima de cualquier muralla
logra, en veces, vencer los cortafuegos.
"Será una larga noche", me digo.
Tendré que evadir el aire frío,
pero antes contemplo, una vez más,
el firmamento con sus dos luceros.
De pronto, una mano se extiende
de la sombra blanca
y del pulgar irrumpe un ojo
que todo lo contempla.
Los luceros nunca fueron tapiados
por la sombra blanca;
el que está en la base, muy cerca quedó
de la planta de la mano.
Y el ojo que me mira,
plantado sobre la yema del pulgar,
acaso haya querido comunicarme
alguna cifra, clave o misterio.
Pero mi entumecimiento
y cierto oleaje de nostalgia
no me permiten avizorar
comunicados.
Dejaré que sea el sueño,
un sueño del mañana,
el que, astros mediante,
me asome la luz del acertijo.
Hoy creo que será imposible;
me encanta velar "las armas de las letras".
Pero esta noche
será noche de insomnio
más que de vigilia.
lacl, escrito en los entresueños de este madrugado insomnio.
13 de diciembre, 2023
Traté (también) de captar el mensaje a través de estas imágenes fotográficas. lacl
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