RAMOS SUCRE, EL VEJAMEN
Yo omití el nombre de la beldad florentina cuando referí el cuento de su perfidia a uno de los donceles del Decamerón. La mujer me había permitido, con tal reserva, celebrar su muestra de ingenio y yo pude contribuir un asunto a la retórica magistral de Bocaccio. Me proponía divulgar el desengaño de un galán presuntuoso.
El cuento se difundió velozmente y encontró auditorios
alegres y despertó esclarecimientos malignos. De donde nació el rencor del
escarnecido y su aspereza con mi reputación.
Se acercó a desafiarme en mi propia casa, al cerrar la
noche, y fue ahuyentado por el ademán fiero de un autómata apostado en la
escalera de entrada y destinado al oficio de pandorga en una fiesta campesina.
Esta ocurrencia me dejó libre y yo me vi en el caso de
trasmitirla a los fanfarrones y pedantes de la Comedia del Arte. El generoso
Bocaccio se había arrepentido de su hilaridad.
José Antonio Ramos Sucre, EL CIELO DE ESMALTE (1929)
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