Texto en redacción. Voy a ir colectando algunos de esos poemas apócrifos sobre la unidad, de aquel cuadernillo antológico publicado en 1980, por "Cuadernos del agua mansa".
Comenzamos con Montejo, quien es el poeta que cierra esa plaquette.
Salud, lacl.
Post Scriptum 1. Hemos agregado el poema de Edmundo Aray.
Post scriptum 2. Hemos agregado el poema de José Barroeta.
A un solo canto voy,
camino adentro, hacia uno solo de altas torres,
donde todas las flores sean la flor de origen.
Donde el claror nos llame
y haya tras él que abandonar propios parajes,
aunque a veces la andadura vacile
o cueste mantener el norte
y hasta parezca
que a uno lo vencerán sombras voraces.
Hacia el canto de todos voy,
sin vallados, sin marcas,
por dejar que mi sangre se confunda en las sangres,
y no arrastre miserias, blasones, pertenencias,
sino el Alba.
Nada llevo conmigo
(hacia las muchedumbres no ha de andarse
con las piedras de uno en el bolsillo)
salvo palabras de asas múltiples,
locuras coincidentes,
y el denso presentimiento del sonido
de un cierto canto que emergerá cuando los brazos
constructores se unan.
EDMUNDO ARAYNo queda sino el recuerdo de los cantos.
Me siento al margen-
dando la vuelta-
analizando mi silencio,
(en esta casa no hay ventanas) construyendo lo posible
con manos demasiado pequeñas.
Por el color de una consigna
nos alejamos de la fiesta.
JOSÉ BARROETA
Lo que construyamos ha de ser sobrio, sólido y claro. Debe guardarnos a nosotros y a los que regresen de la huida.
Acogerá nuestra esperanza
El rumor sostendrá de los trabajos con que erguimos la primavera.
Muros que no den sombra, abiertos al claro oro y a la brisa más fuerte con que venga
la demente vigilia.
Nos contendrá amoroso,
nos hará moradores de la alegría.
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