viernes, 10 de mayo de 2019

FELIPE SEGUNDO, en La Torre de Timón, José Antonio Ramos Sucre, 1925 / LUCES Y SOMBRAS DEL SIGLO DE ORO - Concierto de Jordi Savall







Si bien es cierto que hay una leyenda negra en torno a Felipe Segundo y su entorno, también existe una leyenda rosa. Ramos Sucre se inclina más a develar las tinieblas del imperio... E independientemente de las falsías y verdades que puedan promulgar una y otra leyendas, la glosa de Ramos Sucre no deja de ser iluminadora...
Salud.
lacl

FELIPE SEGUNDO, en La Torre de Timón, JARS, 1925

El despotismo es heredero pródigo. Consume la reserva atesorada en días más benignos. España cesa de producir, bajo los reyes austriacos, el político oportuno, el soldado emprendedor, el diplomático sutil.

Los hombres capaces abundan todavía en torno de Felipe Segundo, que los envidia y persigue. Evocan el prodigio de una vegetación que se renueva triunfante sobre el clima que se torna hostil. Acepta apenas lo que le semejan en sus prácticas de oficinista nimio y temporizador, los que le acompañan en el culto de la fórmula, del requisito y del expediente. Circunstancia que explica la fortuna más sostenida del duque de Alba, sofista en vez de soldado por la costumbre de la cavilación y de la hipótesis.

Ninguno más adecuado para el castigo superfluo e impolítico de Flandes. Tipo de su pueblo estrecho, desaseado, famélico y violento. Descarga su encono de fanático sobre la vida pagana y la prosperidad rebosante del país que recibe a guisa de botín. No hubiera perdonado a alguna dama flamenca el intento de seducirlo con su hermosura esponjada y lozana, porque habría dado el tema de trágico romance haciéndola morir. Habría seguido al féretro con andar mesurado y ufano, y, ya de vuelta, se habría sentado insomne a la luz de su candelabro de plata, sin deponer el traje de terciopelo ni el continente digno de su persona marcial.

El séquito de servidores idóneos facilita los planes de Felipe Segundo con más seguridad que la riqueza de todo el orbe nuevo. Ningún tesoro equivale al ánimo fecundo. Pero él los enreda y paraliza con la ordenanza detallada y el programa rígido. El monarca absoluto recela de la iniciativa individual, capaz de alterar la unidad y la uniformidad que él se propone.

Este ideal en boga para entonces proviene de que el hombre simplifica para entender. Santo Tomás de Aquino gradúa los espíritus en razón de esa facultad de unificar. Asegura que los seres sobrehumanos comprenden con el mínimo caudal de ideas. La unidad pasa, sin demora, de requisito del pensamiento a meta de funesta política.

El esfuerzo absorbente y centralizador era ensalzado en toda Europa por los teólogos que recordaban las razones de San Agustín en la Ciudad de Dios y por los juristas que traían del Derecho Romano las máquinas con que arrasar el feudalismo. Por unificar, servía la política a la ortodoxia.

Felipe Segundo personifica y extrema el designio totalizador que consolida las realezas. Suma bajo su autoridad al clero y esteriliza el entusiasmo de las nuevas órdenes religiosas. Vive en trato solitario con la Divinidad, a quien representa y sustituye sobre la tierra en desacato de la Santa Sede.

El tercio decae sin remedio bajo aquel rey amanuense y trapacista, que acusa de rebeldía al pundonor, sin agradecer que exalta los ejércitos y fertiliza la disciplina. Bachilleres y trámites consumen el estipendio de los héroes.

Aquella manía de centralización y reglamento, injerta en la perfidia de un Tiberio, había prosperado con su crianza lejos de la naturaleza, en medio de la etiqueta y de la educación formalista y mezquina. El Ticiano lo exhibe impropiamente delante de un paisaje pintado con los colores que tienen la hilaridad del día.

El historiador de esa vida maligna necesita reproducir la continuidad de la pieza dramática y su creciente efecto, iluminándose con la indignación de Alfieri. Esforzar fantasía de vate y examen de filósofo en vez de minucia de archivero. Señalar con entonación sacerdotal a la fatalidad que frustra cada empresa del rey, y promulgar en el horror del desenlace el comentario edificante del coro en la tragedia antigua.



LUCES Y SOMBRAS DEL SIGLO DE ORO -  Jordi Savall





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