lunes, 7 de abril de 2025

Una carta de Samuel Robinson después de tantos años de silencio. / Popule Meus - José Angel Lamas (1775-1814) (Orfeón Lamas, 1960)

 



¿Un Chavo de roja boina y un rubio Mr. T. de no menos rojas mejillas? 

Son dos caras de una misma enfermedad.

Dos psicóticos. Y su psicosis es muy similar. Poco importa que uno haya defendido la esquina sotana de la izquierda y otro la esquina baby doll de la derecha. Una malsana soberbia les identifica. Y más que como psicópatas podríamos nominarles como sociópatas. Su pathos opera como alter ego de muchos discursos silentes. Y por ello es que funciona, al menos de manera temporal, con un sector del inconsciente colectivo, que adolece de la misma enfermedad. Ninguno de los dos representa una verdad ético-filosófica, sino puntos de vista o postulados extremistas en los que no cabe la clemencia, pues ésta no hace juego con sus aberrados y descaminados conceptos de "justicia" o "equidad" que defienden, predican y practican de manera implacable. Pertenecen al tipo psicológico de aquellos que se ocultan tras un decálogo o una serie de principios defendidos a capa y espada, como última verdad, principios tras los que se ocultan almas torturadas, como verrugas o volcanes supurando lava, miasmas, pestes y pus, de manera indetenible. Ellos no se gobiernan, les gobierna una enfermedad del alma. Hablo en presente porque me refiero al tipo psicológico más que a las personas en particular. La persona puede morir por la razón que sea, pero la enfermedad le sobrevive y es contagiosa. Y lo importante no es el apellido X o Z de un señor que se creyó amo del mundo e hijo de Dios, pero al que no le tembló el pulso, mientras detentó el poder, para mantener aherrojados en prisiones a unos cuantos hijos de Dios, prójimos en el buen sentido de la palabra. Le bastaba con tipificarles como hijos del diablo (palabra muy de su gusto) y así se justificaría cualquier acto de "justicia" perpetrada sobre la humanidad de un prójimo que, al parecer, no calzaba los puntos necesarios para ser nominado como ser humano. Llámense X o Z dicen y prometen que vienen a acomodar las cosas, a ponerlas "en su sitio", en un acto de justicia que "casi" todo el mundo reclama. Pero cuando revelan sus "sitios" de preferencia, a muy buena parte de ese todo representado por individuos, como que comienza a caérsele la mandíbula, a mirar con ojos de encadenado cordero el espectáculo, mientras un hilo de saliva se escurre de los labios distraídos. ¿Qué diferencia hay entre una manera de operar y la otra? Me refiero a diferencias de fondo y no a diferencias procedimentales. Que Mr Z envíe a prisión y de manera sumaria, a unos seres que tampoco parecen tener mucho derecho a demostrar que son humanos, no le diferencia en gran medida de Mister X. Se saltan los debidos procesos porque, alegan, tales procesos resultan ser injustos y obstaculizadores, puesto que retardan la ejecución de sus mandatos. Pues gobiernan a fuerza de edictos, el sueño de sus vidas. Poco importa si entre 300 almas que envíen tras las rejas se encuentre una sola inocente o, si lo prefieren, no culpable de los delitos de los que han sido acusados. Método totalitario. El fin justifica los medios. La parte ha de sacrificarse por el todo. Y se trata de "pequeños errores" que el sistema habrá de subsanar, perfeccionándose en el futuro, en ese maravilloso porvenir que suelen pintarnos los megalómanos. Pero lo que reza la experiencia es que, en la práctica, la parte pasa a representar el todo y quienes sufren son las mayorías de un colectivo gobernado por una minoría que, en defensa del "todo", les trata como una mecanizada granja de aves de corral, una "beneficiadora" de pollos.


Samuel Robinson, desde la isla. Muchos años en silencio, mas a pesar de que vivo en una lejanísima y muy poco visitada isla, no dejo de tener contacto con el alocado mundo del hombre.


Popule Meus - José Angel Lamas (1775-1814)
(Orfeón Lamas, 1960)


Refugiados, emigrados, exiliados.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario