viernes, 30 de agosto de 2024

Del Libro de los seres imagínarios: Prólogo, El Uroboros y otros textos. /

 



Del Libro de los seres imagínarios: Prólogo, El Uroboros y otros textos.

Jorge Luis Borges, en colaboración con Margarita Guerrero.

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EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS. 

PRÓLOGO 

El nombre de este libro justificaría la inclusión del príncipe Hamlet, del punto, de la línea, de la superficie, del hipercubo, de todas las palabras genéricas y, tal vez, de cada uno de nosotros y de la divinidad. En suma, casi del universo. Nos hemos atenido, sin embargo, a lo que 

inmediatamente sugiere la locución "seres imaginarios", hemos compilado un manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres. 

Ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo, pero algo hay en su imagen que concuerda con la imaginación de los hombres, y así el dragón surge en distintas latitudes y edades. 

Un libro de esta índole es necesariamente incompleto; cada nueva edición es el núcleo de ediciones futuras, que pueden multiplicarse hasta el infinito. 

Invitamos al eventual lector de Colombia o del Paraguay a que nos remita los nombres, la fidedigna descripción y los hábitos más conspicuos de los monstruos locales. 

Como todas las misceláneas, como los inagotables volúmenes de Robert Burton, de Fraser o 

de Plinio, El libro de los Seres Imaginarios no ha sido escrito para una lectura consecutiva. 

Querríamos que los curiosos lo frecuentaran, como quien juega con las formas cambiantes que revela un calidoscopio. 

Son múltiples las fuentes de esta "silva de varia lección"; las hemos registrado en cada artículo. Que alguna involuntaria omisión nos sea perdonada. 

J.L.B. / M.G., septiembre, 1967


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EL UROBOROS 

Ahora el océano es un mar o un sistema de mares; para los griegos era un río circular que rodeaba la tierra. Todas las aguas fluían de él y no tenía ni desembocadura ni fuentes. Era también un dios o un titán, quizás el más antiguo, porque el Sueño, en el libro decimocuarto de la Ilíada, lo llama origen de los dioses; en la Teogonía de Hesíodo, es el padre de todos los ríos del mundo, que son tres mil, y que encabezan el Alfeo y el Nilo. Un anciano de barba caudalosa era su personificación habitual; la humanidad, al cabo de siglos, dio con un símbolo mejor.

Heráclito había dicho que en la circunferencia el principio y el fin son un solo punto. Un amuleto griego del siglo III, conservado en el Museo Británico, nos da la imagen que mejor puede ilustrar esta infinitud: la serpiente que se muerde la cola o, como bellamente dirá Martínez Estrada, "que empieza al fin de su cola". Uroboros (el que se devora la cola) es el nombre técnico de este monstruo, que luego prodigaron los alquimistas.

Su más famosa aparición está en la cosmogonía escandinava. En la Edda Prosaica o Edda Menor, consta que Loki engendró un lobo y una serpiente. Un oráculo advirtió a los dioses que estas criaturas serían la perdición de la tierra. Al lobo, Fenrir, lo sujetaron con una cadena forjada con seis cosas imaginarias: "el ruido de la pisada del gato, la barba de la mujer, la raíz de la roca, los tendones del oso, el aliento del pez y la saliva del pájaro". A la serpiente, Jórmungandr, "la tiraron al mar que rodea la tierra y en el mar ha crecido de tal manera que ahora también rodea la tierra y se muerde la cola".

En Jótunheim, que es la tierra de los gigantes, Utgarda-Loki desafía al dios Thor a levantar un gato; el dios, empleando toda su fuerza, apenas logra que una de las patas no toque el suelo; el gato es la serpiente. Thor ha sido engañado por artes mágicas.

Cuando llegue el Crepúsculo de los Dioses, la serpiente devorará la tierra, y el lobo, el sol.


El Libro de los Seres Imaginarios (1967). Tomado de la edición de BRUGUERA LIBRO AMIGO, Barcelona, 1981.

Jorge Luis Borges, En colaboración con Margarita Guerrero.

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