Cedazo.
Un lienzo blanco pasando
tersamente ante la vista.
En ese lívido tul
se acrisola la hora
del contemplador.
La hora sola se sabe,
mientras el velo roza
y acaricia los contornos
de la diosa condoliente
del testigo de la noche.
Él es un reverenciador,
es el rendido amante,
el que calla sus cuitas
ante los hombres,
el que entre los soliloquios
del silencio
aprendió a hablar y a tentar,
con los brazos del mirar,
la ofrenda secreta,
el pulso que danza en el corazón,
que se rebela y se rinde
entre diástole y sístole,
porque de algún modo él sabe
(acaso alguien se lo dijo en el sueño),
que está por siempre atado
a la membrana de otro corazón,
que del cielo baja
y con sus efluvios le abraza.
lacl, 23 de julio de 2024, hora del pulmón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario