miércoles, 31 de enero de 2024

Guarida de los poetas: Luis Cernuda

 



Dos poemas de Luis Cernuda


Donde habite el olvido,

En los vastos jardines sin aurora;

Donde yo sólo sea

Memoria de una piedra sepultada entre ortigas

Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

No esconda como acero

En mi pecho su ala,

Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el

tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a

imagen suya,

Sometiendo a otra vida su vida,

Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,

Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

Disuelto en niebla, ausencia,

Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;

Donde habite el olvido.

(Donde habite el olvido)



1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,

Cuando asqueados de la bajeza humana,

Cuando iracundos de la dureza humana:

Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,

Más de un cuarto de siglo

Después. Trivial la circunstancia,

Forzado tú a pública lectura,

Por ella con aquel hombre conversaste:

Un antiguo soldado

En la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,

Sin conocer tu tierra, para él lejana

Y extraña toda, escogió ir a ella

Y en ella, si la ocasión llegaba, decidió a apostar su vida,

Juzgando que la causa allá puesta al tablero

Entonces, digna era

De luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,

Nada importa;

Que tantos otros, pretendiendo fe en ella

Sólo atendieran a ellos mismos,

Importa menos.

Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece

Como en aquellos días:

Noble y tan digna de luchar por ella.

Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido

A través de los años, la derrota,

Cuando todo parece traicionarla.

Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, Compañero, gracias

Por el ejemplo. Gracias porque me dices

Que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

Como testigo irrefutable

De toda la nobleza humana.


(Desolación de la Quimera)




martes, 30 de enero de 2024

¿ Quién no tuvo su Odradek? lacl. / Las preocupaciones de un padre de familia, Franz Kafka.

 


Nunca supe su nombre, no llegó nunca a decírmelo. Quizás no me atreví a preguntárselo tampoco; pero en mi infancia conversé con toda una gama de sujetos pertenecientes a su familia. Gracias a  Kafka pude saber que en Eslovaquia portaba un hombre: Odradek. No sabemos si por aquellos lados persiste esa estirpe de entes diminutos y aparentemente desvividos o inanimados que corrían por todos los rincones de la casa. 
Según Franz podían hablar (quizás en un idioma inaudible, pero palpable) para responder: "domicilio desconocido" cuando se les preguntaba dónde vivían. Respondían entre risas,  aunque Franz advierte que era la risa de alguien que no tiene pulmones, una risa que suena como el susurro de las hojas caídas...

Sin más, este maravilloso relato que logró la redención de mi memoria infantil cuando por primera vez lo leyera. 
Salud, lacl.

*******

Las preocupaciones de un padre de familia

Franz Kafka

 

Algunos dicen que la palabra «odradek» procede del esloveno, y sobre esta base tratan de establecer su etimología. Otros, en cambio, creen que es de origen alemán, con alguna influencia del esloveno. Pero la incertidumbre de ambos supuestos despierta la sospecha de que ninguno de los dos sea correcto, sobre todo porque no ayudan a determinar el sentido de esa palabra.

Como es lógico, nadie se preocuparía por semejante investigación si no fuera porque existe realmente un ser llamado Odradek. A primera vista tiene el aspecto de un carrete de hilo en forma de estrella plana. Parece cubierto de hilo, pero más bien se trata de pedazos de hilo, de los tipos y colores más diversos, anudados o apelmazados entre sí. Pero no es únicamente un carrete de hilo, pues de su centro emerge un pequeño palito, al que está fijado otro, en ángulo recto. Con ayuda de este último, por un lado, y con una especie de prolongación que tiene uno de los radios, por el otro, el conjunto puede sostenerse como sobre dos patas.

Uno siente la tentación de creer que esta criatura tuvo, tiempo atrás, una figura más razonable y que ahora está rota. Pero éste no parece ser el caso; al menos, no encuentro ningún indicio de ello; en ninguna parte se ven huellas de añadidos o de puntas de rotura que pudieran darnos una pista en ese sentido; aunque el conjunto es absurdo, parece completo en sí. Y no es posible dar más detalles, porque Odradek es muy movedizo y no se deja atrapar.

Habita alternativamente bajo la techumbre, en escalera, en los pasillos y en el zaguán. A veces no se deja ver durante varios meses, como si se hubiese ido a otras casas, pero siempre vuelve a la nuestra. A veces, cuando uno sale por la puerta y lo descubre arrimado a la baranda, al pie de la escalera, entran ganas de hablar con él. No se le hacen preguntas difíciles, desde luego, porque, como es tan pequeño, uno lo trata como si fuera un niño.

-¿Cómo te llamas? -le pregunto.

-Odradek -me contesta.

-¿Y dónde vives?

-Domicilio indeterminado -dice y se ríe.

Es una risa como la que se podría producir si no se tuvieran pulmones. Suena como el crujido de hojas secas, y con ella suele concluir la conversación. A veces ni siquiera contesta y permanece tan callado como la madera de la que parece hecho.

En vano me pregunto qué será de él. ¿Acaso puede morir? Todo lo que muere debe haber tenido alguna razón de ser, alguna clase de actividad que lo ha desgastado. Y éste no es el caso de Odradek. ¿Acaso rodará algún día por la escalera, arrastrando unos hilos ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No parece que haga mal a nadie; pero casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir.





Retazos, adagios y sentencias, lacl

 



Hubo un mundo, cabe pensarlo, con primaveras y sin humanidad. 

¿Nos podemos hacer a la idea de un mundo con humanidad y sin primaveras?

lacl, 21 de abril, 2020


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Sea lo que sea que aliente en la divinidad, suspira de hecho en nosotros, está dentro (y fuera) de nosotros, porque nosotros estamos dentro del afuera y el afuera está dentro de nosotros.

lacl  (presumiblemente del 9 de mayo de 2020)

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La palabra es reliquia. Con esas reliquias mi alma se eleva; así pues, mi religión es verbo aspirado, verbo espirado; porque la palabra es el adobe de que está hecha la catedral en que oro.

lacl, esta mañana, al amanecer, sin lápiz, se me ha quedado en la memoria…

04 de Mayo de 2018


 







lunes, 29 de enero de 2024

Vinicius de Moraes, A una mujer. / En la voz de Viniciis...

 



Dejo acá una versión de ese poema dedicado a una mujer.
Salud, lacl



Vinicius de Moraes

A una mulher


Quando a madrugada entrou eu estendi o meu peito nu sobre o teu peito

Estavas trêmula e teu rosto pálido e tuas mãos frias

E a angústia do regresso morava já nos teus olhos.

Tive piedade do teu destino que era morrer no meu destino

Quis afastar por um segundo de ti o fardo da carne

Quis beijar-te num vago carinho agradecido.

Mas quando meus lábios tocaram teus lábios

Eu compreendi que a morte já estava no teu corpo

E que era preciso fugir para não perder o único instante

Em que foste realmente a ausência de sofrimento

Em que realmente foste a serenidade.


A una mujer


Cuando entró la madrugada extendí mi pecho desnudo sobre tu pecho

Estabas trémula y tu rostro pálido y tus manos frías

Y la angustia del regreso moraba ya en tus ojos

Tuve piedad de tu destino, que era morir en mi destino

Quise apartar de ti por un segundo el fardo de la carne

Quise besarte con un vago cariño agradecido

Mas cuando mis labios tocaran tus labios

Comprendí que la muerte ya estaba en tu cuerpo

Y que era preciso huir para no perder el único momento

En que fuiste realmente la ausencia de sufrimiento

En que realmente fuiste la serenidad.


Río de Janeiro 1933







Educación y disciplina, Bertrand Russell



De Bertrand Russell podríamos decir que caracterizó su vida por ser no solamente un propulsor de las buenas causas del humanismo y un defensor del efecto civilizador del conocimiento y la educación, sino que en virtud de ello se convirtió en un cultor y profesor del equilibrio en todos los órdenes del pensamiento. Creo que en este breve texto da muestras de tal afirmación. No obstante,  más allá de su constante persecución de la lógica armonía del discurrir no deja de ser un defensor de una educación sentimental. De allí que no dejé de acentuar la importancia del afecto hacia los niños como puntal de toda obra pedagógica. 
Este ensayo forma parte de su libro 
Elogio de la ociosidad y otros ensayos, publicado en 1935.
lacl


Educación y disciplina, Bertrand Russell


Toda teoría seria acerca de la educación debe constar de dos partes: de una concepción de los fines de la vida y de una ciencia sobre la dinámica psicológica -por ejemplo, las leyes del cambio mental. Dos hombres que difieran acerca de los fines de la vida no pueden esperar llegar a un acuerdo sobre educación. La máquina educativa a lo largo de la civilización occidental ha sido dominada por dos teorías éticas: la de la cristiandad y la del nacionalismo. Estas dos, cuando se toman en serio, son incompatibles, tal como se está volviendo evidente en Alemania. Por mi parte, sostengo que, donde difieren, la cristiandad es preferible, pero donde coinciden ambas están erradas. La concepción por la que yo abogaría, en cambio, como propósito de la educación es la de civilización, un término que, como yo lo entiendo, tiene una definición parcialmente individual, parcialmente social. Consiste, en el individuo, en sendas cualidades intelectuales y morales: intelectualmente, en algún mínimo conocimiento general, destreza técnica en la propia profesión y en el hábito de formar las opiniones a partir de la evidencia; moralmente, en imparcialidad, amabilidad y en una mínima cantidad de autocontrol. Debería añadir una cualidad que no es moral ni tampoco intelectual, sino quizás psicológica: alegría y gusto por la vida. En las comunidades, la civilización exige respeto por la ley, justicia entre hombre y hombre, el propósito de no infligir daño permanente a ninguna parte de la especie humana y una adaptación inteligente de los medios a los fines. Si éstos son los propósitos de la educación, es cuestión de la ciencia psicológica considerar qué se puede hacer para lograrlos y, en particular, qué grado de libertad es probablemente el más efectivo.


Sobre la cuestión de la libertad en la educación hay en el momento tres grandes escuelas de pensamiento, que se derivan en parte de diferencias acerca de los fines y en parte de diferencias en teoría psicológica. Hay quienes dicen que los niños deberían ser completamente libres, por muy malos que puedan ser; hay quienes dicen que deberían estar sujetos completamente a la autoridad, por muy buenos que puedan ser; y hay quienes dicen que deberían ser libres, pero que, a pesar de la libertad, deberían ser siempre buenos. Este último grupo es más numeroso de lo que la lógica permitiría suponer; los niños, como los adultos, no serán todos virtuosos si son completamente libres. La creencia de que la libertad asegurará la perfección moral es un vestigio del rousseaunismo y no sobreviviría a un estudio de los animales y los bebés. Aquellos que sostienen esta creencia piensan que la educación no debería tener un propósito expreso, sino que simplemente debería ofrecer un ambiente propicio para el desarrollo espontáneo. No puedo estar de acuerdo con esta escuela, que se me hace muy individualista e indebidamente indiferente a la importancia del conocimiento. Vivimos en comunidades que requieren cooperación, y sería utópico esperar que toda la cooperación necesaria resultara del impulso espontáneo. La existencia de una gran población en un área limitada es solamente posible por virtud de la ciencia y la técnica; la educación debe, por lo tanto, entregar el necesario mínimo de éstas. Los educadores que permiten la mayor libertad son hombres cuyo éxito depende del grado de benevolencia, autocontrol e inteligencia adiestrada, los cuales difícilmente se pueden generar donde todo impulso queda sin control; sus méritos, por lo tanto, probablemente no se perpetuarán si sus métodos no son diluidos. La educación, vista desde un punto de vista social, debe ser algo más explícito que una simple oportunidad de crecimiento. Claro que debe proveer dicha oportunidad, pero también debe proveer el equipamiento mental y moral que los niños no pueden adquirir completamente por sí mismos.


Los argumentos en favor de un alto grado de libertad en la educación no emanan de la natural bondad del hombre, sino de los efectos de la autoridad, tanto en los que la padecen como en los que la ejercen. Aquellos que son sometidos a la autoridad se vuelven sumisos o rebeldes, y cada una de estas actitudes tiene sus inconvenientes.


El sumiso pierde iniciativa, tanto de pensamiento como de acción; aún más, la rabia generada por el sentimiento de verse frustrado tiende a encontrar escape intimidando a quienes son más débiles. Ésta es la razón por la cual las instituciones tiránicas se autoperpetúan: lo que un hombre ha sufrido a causa de su padre lo inflige a su hijo, y las humillaciones que recuerda haber sufrido en la escuela pública las pasa a "los nativos" cuando se convierte en constructor de imperios. Así, una educación indebidamente autoritaria convierte a los alumnos en tímidos tiranos, incapaces de invocar o tolerar originalidad de palabra o de hecho. El efecto sobre los educadores es aún peor: tienden a convertirse en sádicos disciplinarios, gustosos de inspirar terror y satisfechos de no inspirar nada más. Como estos hombres representan el conocimiento, los alumnos le toman horror al conocimiento, el cual, entre la clase alta inglesa, se supone que es parte de la naturaleza humana, pero realmente es parte de un bien enraizado odio por el pedagogo autoritario.


Los rebeldes, por otro lado, a pesar de ser necesarios pueden difícilmente ajustarse a lo que existe. Aún más, hay muchas maneras de rebelarse, y sólo una pequeña minoría de éstas es sabia. Galileo fue un rebelde y fue sabio; los creyentes en la teoría de la Tierra plana son igualmente rebeldes pero son tontos. Existe un gran riesgo en la tendencia a suponer que la oposición a la autoridad es esencialmente meritoria y que las opiniones no convencionales están destinadas a ser correctas: ningún propósito útil se sirve rompiendo los postes de la luz en la calle o sosteniendo que Shakespeare no es poeta. No obstante, esta excesiva rebeldía es a menudo el efecto que la demasiada autoridad tiene sobre alumnos inspirados. Y cuando los rebeldes se convierten en educadores, algunas veces estimulan el desafío en sus pupilos, para quienes, al mismo tiempo, están tratando de proveer un ambiente perfecto, aunque estos dos propósitos sean a duras penas compatibles.


Lo que se quiere no es ni obediencia ni tampoco rebelión, sino un buen carácter y una general afabilidad tanto hacia la gente como hacia las nuevas ideas. Estas cualidades se deben en parte a causas físicas, a las cuales los educadores chapados a la antigua ponen muy poca atención; pero ellas se deben aún más a la libertad del sentimiento de contrariada impotencia que surge cuando son frustrados impulsos vitales. Si los jóvenes deben crecer entre adultos amigables, es necesario, en la mayoría de los casos, que ellos sientan amabilidad en el ambiente. Esto exige que debería haber una cierta simpatía por los deseos importantes del niño y no meramente un intento de usarlo para algún fin abstracto, como la gloria de Dios o la grandeza del país de uno. Y, en la docencia, debe hacerse todo esfuerzo posible para causar en el alumno la sensación de que vale la pena saber lo que se está enseñando: al menos cuando esto es verdadero. Cuando el alumno coopera con gusto, aprende doblemente rápido con la mitad del cansancio. Todas éstas son razones válidas para un alto grado de libertad.


Es fácil, sin embargo, llevar el argumento demasiado lejos. No es deseable que los niños, para evitarles los vicios de la esclavitud, procedan a adquirir aquellos del aristócrata. La consideración por otros, no sólo en los grandes asuntos sino también en las pequeñas cosas de cada día, es un elemento esencial en la civilización, sin la cual la vida social sería intolerable. No estoy pensando en meras formas de cortesía, como decir "por favor" y "gracias": donde más se desarrollan las maneras formales es entre los bárbaros; éstas, en cambio, disminuyen con cada avance cultural. Estoy pensando más bien en la buena voluntad de tomar clara participación en el trabajo necesario, de ser servicial en pequeñas formas que eviten problemas generales. La cordura misma es una forma de buena educación, y no es deseable darle a un niño la sensación de omnipotencia o la creencia de que los adultos están sólo para atender los placeres de los jóvenes. Y aquellos que desaprueban la existencia de los ricos ociosos difícilmente son consecuentes si educan a sus hijos sin ningún sentido de que el trabajo es necesario y sin los hábitos que hacen posible la continua aplicación en su ejercicio.


Hay otra consideración a la cual los partidarios de la libertad dan muy poca importancia. En una comunidad de niños que se deja sin ninguna interferencia adulta, surge la tiranía del más fuerte, que es probablemente más brutal que la mayoría de las tiranías de los adultos. Si se deja jugar a dos niños de dos o tres años de edad, ellos, después de unas cuantas peleas, descubrirán quién está destinado para la victoria, al tiempo que el otro se convertirá en esclavo. Donde el número de niños es más grande, uno o dos adquieren dominio completo, y los otros, de lejos, tienen menos libertad de la que tendrían si los adultos interviniesen para proteger a los más débiles y menos belicosos. La consideración por otros en la mayoría de los niños no surge espontáneamente, sino que tiene que ser enseñada, y difícilmente puede enseñarse sin el ejercicio de la autoridad. Éste es quizás el argumento más importante en contra de la abdicación de los adultos. Yo no creo que los educadores hayan resuelto aún el problema de combinar las formas deseables de libertad con el necesario mínimo de formación moral. La solución correcta, debe admitirse, a menudo la tornan imposible los padres antes de que el niño sea llevado a un colegio ilustrado. Así como los psicoanalistas a partir de su experiencia clínica concluyen que todos estamos locos, igualmente las autoridades en los colegios modernos a partir del contacto con alumnos cuyos padres se han encargado de hacerlos inmanejables están dispuestos a concluir que todos los niños son "difíciles" y que todos los padres son completamente tontos. Los niños que han sido inducidos a ser indómitos por la tiranía paterna (la cual a menudo toma la forma de cuidadoso afecto) pueden requerir un período más o menos largo de completa libertad antes de que logren ver a un adulto sin sospechas. Pero los niños que han sido tratados cuerdamente en casa pueden soportar ser reprimidos de forma leve, mientras sientan que están siendo ayudados en maneras que ellos mismos consideren importantes. Los adultos que quieren a los niños y no se ven reducidos a una condición de agotamiento nervioso cuando están en su compañía, pueden conseguir bastante disciplina sin dejar de ser considerados con sentimientos amistosos por sus pupilos. Yo creo que los modernos teóricos de la educación se inclinan a darle demasiada importancia a la virtud negativa de no interferir con los niños, y muy poca al real mérito de disfrutar su compañía. Si tiene esa clase de gusto por los niños que mucha gente siente por los caballos o los perros, ellos estarán dispuestos a responder a sus sugerencias y a aceptar prohibiciones, quizás con alguna queja jovial pero sin resentimiento. Es inútil tener ese tipo de gusto que consiste en considerarlos como un campo para experimentos sociales valiosos o, lo que significa lo mismo, como un escape para impulsos de autoridad. Ningún niño estará agradecido por un interés en él que provenga de la idea de que será un voto seguro para tal partido o un cuerpo que se habrá de sacrificar por un rey o por un país. La clase de interés deseable es aquella que consiste en el placer espontáneo cuando se está en presencia de niños, sin ningún propósito ulterior. Los profesores que tengan esta cualidad rara vez necesitarán interferir la libertad de los niños pero serán capaces de hacerlo, cuando sea necesario, sin causar daño psicológico.


Infortunadamente, es por completo imposible para profesores sobrecargados de trabajo preservar un gusto instintivo por los niños; están destinados a llegar a sentir hacia ellos lo que el aprendiz del repostero siente hacia los macarrones. Yo no creo que la educación deba ser la profesión única de nadie: ella debería ejercerse máximo dos horas al día por gente que gaste sus horas restantes lejos de los niños. La comunidad del joven es fatigante, especialmente cuando se evita la estricta disciplina. La fatiga, al final, causa irritación, la cual probablemente se exprese de alguna manera, sin importar las teorías que el mismo atormentado profesor o profesora pueda haber enseñado a creer. La necesaria afabilidad no puede preservarse sólo por autocontrol. Pero donde existe, debería ser innecesario tener reglas previas del tipo de cómo tratar niños "desobedientes", debido a que el impulso probablemente llevará a la decisión correcta, y casi cualquier decisión será correcta si el niño siente que usted gusta de él. Ninguna regla, por muy sabia que sea, sustituye al afecto y al tacto.






martes, 23 de enero de 2024

LUZ PRIMARIA, lacl. / Galería de Orfeo: Good morning starshine



                    LUZ PRIMARIA *

  Venimos al mundo del soplo y del aura

       con la stigmata de la luz primaria.

                                  Y

  marcados por su haz nos despedimos, 

            mientras tomamos senda 

         hacia sus zonas sombreadas. 

                                  Y 

ello acaece, incluso, cuando nuestras vidas 

transcurren bajo el sello aparente de haber 

 sido tatuadas por el brillo de su ausencia.


                 lacl, 23 de enero, 2024


* Disposición original del texto sobre la hoja:

                    LUZ PRIMARIA

  Venimos al mundo del soplo y del aura

       con la stigmata de la luz primaria.

                                  Y

  marcados por su haz nos despedimos, 

            mientras tomamos senda 

         hacia sus zonas sombreadas. 

                                  Y 

ello acaece, incluso, cuando nuestras vidas 

transcurren bajo el sello aparente de haber 

 sido tatuadas por el brillo de su ausencia.


                 lacl, 23 de enero, 2024
















lunes, 15 de enero de 2024

LA MUJER EN EL SOL, GUARIDA DE LOS POETAS: WALLACE STEVENS

 


Un poema bellísimo de un poeta para poetas. Me ha gustado tanto que apenas lo leí, he intentado una versión a nuestra lengua.
Salud, 
lacl


LA MUJER EN EL SOL, WALLACE STEVENS


Es sólo que este calor y movimiento son como 

la calidez y movimiento de una mujer.


No es que haya alguna imagen en el aire 

Ni el comienzo o el final de una forma:


Está vacía. Pero una mujer ataviada en oro destrenzado 

Nos atiza con los requiebros de su vestido


Y una disociada abundancia del ser, 

Más definida por lo que ella es -


Porque ella es incorpórea,

Acarreando los olores de los campos de verano,


Confesando lo taciturno y ya indiferente, 

Invisiblemente claro, el único amor.


*******

THE WOMAN IN SUNSHINE, WALLACE STEVENS


It is only that this warmth and movement are like

The warmth and movement of a woman.


It is not that there is any image in the air

Nor the beginning nor end of a form:


It is empty. But a woman in threadless gold

Burns us with brushings of her dress


And a dissociated abundance of being,

More definite for what she is—


Because she is disembodied,

Bearing the odors of the summer fields,


Confessing the taciturn and yet indifferent,

Invisibly clear, the only love.








A Yineska. Pie, lacl (Caligrama)


Unas líneas al desgaire que nacieron así, en forma de pie y sin premeditación alguna. Lamentablemente en el blog no se puede reproducir tal como fue dispuesto el texto al escribirse.
Van dedicadas a Yineska...
lacl
 


Pie 


  A Yineska


Eres mi sol y mi luna

En ti vibran las estrellas 

más lejanas del firmamento, 

las que me entregas en cada palabra, 

en tu voz las palabras nacen tocadas de cielo 

y se abre el aura como un manto tendiendo un vuelo 

de mariposas sobre el aire que media entre tu rostro y el mío;

el aire lo agradece y mi corazón, silencioso como el aire, resplandece.

 lacl, 10 01 2024