Es una añeja deuda la de publicar acá algunos poemas de ese maravilloso poemario intitulado Paisano, Ramón Palomares.
Hay un poema que me gusta mucho por el tono del lenguaje y porque es como un Crisol de lo que plantea Paisano, y es el poema "Huyendo", el cual no he logrado transcribir todavía, pero del cual dejo acá una estampa para el que quiera leerlo al menos en la ilustración.
Las hermosas ilustraciones estuvieron a cargo de Mateo Manaure.
Salud, lacl.
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ENTRE EL RIO
A Edmundo Aray
Voy a entrar en un río
me quito la ropa y entro y le abro la puerta
y miro adentro de su casa
y voy a estar sentado en las sillas negras
y en los espejos;
cuando hable escucho que dice y qué quiere
y cómo manda a todos y dice que se vá a remolinear
y veré cuando sus patas empiecen a despedazar la ladera.
Tomaré agua de su corazón y me beberé su cuello
y haré gárgaras y escupiré adentro
y en los ojos le pondré piedras y le quitaré los diamantes y los pedazos de oro
y de ojos le pondré unos gatos
y veré qué vestidos se pone y como hace para correr
y si está durmiendo le escarbaré a ver qué sueña.
Yo vi que come el río y vi su mesa
y tenía platos como guayabas y casas
y todas las siembras que se llevó
y un hilo verde, muy verde, como un ángel.
Me estuve sentado viendo un gran campo que estaba debajo
y allí cantan todos y se ponían morados
hasta que se oyó una voz durísimo
y salieron iglesias y calles de las nubes
y todos corrieron
y comenzó el río a decir que se iba a morir.
CULEBRA
Echando candela, metiéndose en los oídos, bebiendo sangre
allá está, calladita
dejándose arrastrar
y como vino entre el viento, allá está
en el cuarto donde se come los pájaros
-les comió las plumas y las alas y después las patas
pero la cabeza se le va a atorar
y va a comenzar a cantar a medianoche
y se va a mover por los espejos
y a agarrarse de la cabeza del diablo que está en los rincones
y a decir ay
porque esa culebra tiene muchos diablos
y el sol le cayó encima
y por eso anda por todas partes, mordiendo, mordiendo,
hasta que se lo lleva a uno al infierno.
A Oscar Sambrano Urdaneta
Aquí llega el noche
el que tiene las estrellas en las uñas,
con caminar furioso y perros entre las piernas
alzando los brazos como relámpago
abriendo los cedros
echando las ramas sobre sí,
muy lejos.
Entra como si fuera un hombre a caballo
y pasa por el zaguán
sacudiéndose la tormenta.
Y se desmonta y comienza a averiguar
y hace memoria y extiende los ojos.
Mira los pueblos que están
unos en laderas y otros agachados en los barrancos
y entra en las casas
viendo cómo están las mujeres
y repasa las iglesias por las sacristías y los campanarios
espantando cuando pisa en las escaleras.
Y se sienta sobre las piedras
averiguando sin paz.
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