domingo, 29 de octubre de 2023

ELOGIO DE LA LOCURA, ERASMO DE ROTTERDAM. Un par de apartados, lacl. / Erasmo órfico...

 


ELOGIO DE LA LOCURA, ERASMO DE ROTTERDAM. Un par de apartados, lacl

 

Otro par de segmentos de ese libro maravilloso, tesoro de la humanidad, como lo es el ELOGIO DE LA LOCURA, o si se quiere, ELOGIO DE LA ESTULTICIA. Nunca nos cansaremos de elogiar a ese desaforado ser, que para representar a un príncipe de los necios sea tan inadvertidamente cáustico en sus peroratas. A los locos se les permite decir lo que sea. Total, se parte de la premisa de que han perdido toda capacidad para la especulación. Por lo que no deja de ser curioso que, teniéndoseles por dementes, digan verdades tan patentes  ante las que los “cuerdos” no tienen otra opción que lo de sonreír con disimulo.  En fin, no agrego más, pues más no hace falta, cuando tenemos a Doña Estulticia a tiro de piedra. 

Salud, lacl. 


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CAPÍTULO XXVI

IMPORTANCIA POLÍITICA DE LA NECEDAD


Mas, volviendo a mi propósito, ¿qué fuerza ha podido reunir en ciudades a hombres salvajes, rudos e ignorantes, sino la adulación? No otra cosa significan las simbólicas cítaras de Anfión y de Orfeo. ¿Qué fue lo que devolvió la concordia a la plebe romana, cuando ya estaba próxima a sucumbir? ¿Acaso un discurso filosófico? Nada de eso, sino el pueril y ridículo apólogo del vientre y de las demás partes del cuerpo, de análoga virtud que el otro de Temístocles sobre la zorra y el erizo. Ninguna disertación filosófica llegaría a producir un efecto semejante al que produjo aquella fábula de la cierva de Sertorio, o la de los perros de Licurgo, o también aquella otra, digna de risa, sobre la manera de arrancar los pelos de la cola del caballo del mismo Sertorio, y no quiero decir nada de Minos y de Numa, que gobernaron al pueblo necio con sus fabulosas invenciones. Tales son las tonterías que exaltan a esa enorme y poderosa bestia que llamamos pueblo.


CAPÍTULO XXVII

LA VIDA HUMANA NO ES MAS QUE UN JUEGO DE TONTOS


Pero, además, ¿qué estados quisieron adoptar alguna vez las leyes de Platón o de Aristóteles o las máximas de Sócrates? ¿Qué fue lo que determinó a los dacios a sacrificarse espontáneamente a los dioses manes, y lo que arrastró a Quinto Curcio hasta el abismo sin la vanagloria, esa encantadora sirena tan extraordinariamente vilipendiada por aquellos filósofos? Porque ellos os dicen que nada hay más necio que un candidato que halaga al pueblo para obtener sus votos, comprar con prodigalidades sus favores, andar a caza de los aplausos de los tontos, complacerse con las aclamaciones, ser llevado en triunfo como una bandera, y hacerse levantar una estatua de bronce en medio del Foro. Agregad a esto, continúan, la adopción de nombres y sobrenombres, los honores divinos otorgados a gentes que apenas merecen el calificativo de hombres, y los que en las públicas ceremonias se dedican a tiranos infames, equiparándolos a los dioses, y dígase si todo esto no es tan rematadamente necio, que no bastaría un solo Demócrito para reírse de ello. Y yo contesto: ¿Quién lo niega? Mas, a pesar de ser así, esa necedad es el manantial de donde nacieron los hechos famosos de los grandes héroes que han exaltado hasta las nubes los oradores y literatos; y ella es la que engendra las naciones, conserva los imperios, las leyes, la religión, las asambleas y los tribunales, porque la vida humana no es otra cosa que un juego de necios.

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Erasmo órfico...













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