Tus piernas se plantan, como
si de un par de ceibas se tratara,
tan sólo para agradecer
la luminosa intensidad
del teatro itinerante de las nubes,
cuando la lengua de la brisa
pasa meciendo tu arbolada cabellera,
mientras un azulejo sesga,
con alada tijera,
el lienzo en que te miras.
Entonces nace la voz
en que te acunas:
no quiero echar raíces
para, atado,
quedarme en un lugar.
Sólo quiero enraizar
al suelo en cada paso,
en tanto que mis brazos
al firmamento vuelan,
cual ramas que se extienden...
...y miras en tu pecho,
tendido está el tálamo nupcial
donde se consuma la boda
de la tierra con el cielo.
lacl, 21 de mayo, 2023.
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