viernes, 14 de enero de 2022

Mi vida con las chicharras, lacl. / Galería de Orfeo Matsuo Basho, hai ku - El canto de las cigarras

 


Algunas noches atrás he llegado a casa con hondísima gana de música. Me dispuse a limpiar algunos viejos cd, mientras disfrutaba de la escucha. Lo primero en llamar mi atención fue la meditativa postura de una chicharra sobre una bolsa con el alpiste de las aves. Pensé que ya era un ser inanimado. Pero no habían pasado cinco minutos cuando ella comenzó a revolotear por toda la sala hasta posarse sobre mi humanidad. Desde entonces, la limpieza de cds fue suspendida y continuó un juego de caminos y atajos, con la chicharra recorriendo mi cuerpo de este a oeste y sur a norte; juego muy similar a los que estilaba en mi infancia con esa maravillosa obra de arte de la naturaleza que encarna en una vestimenta que sabe abandonar, cual ave fénix, para renacer y morir. La chicharra es el más grandioso, inescrutable y desatendido cuadro de metamorfosis de que podamos ser testigos. Lamentablemente, el elemento de la prisa ha desanimado el fuelle y apagado el fuego que insuflan nuestras vidas, para dar paso a un desacato.


lacl, 30 de abril de 2014


De niño yo domestiqué cientos de chicharras (o cigarras). No hacía lo que otros chicos, que les cortaban las alas por la mitad para que no pudieran volar lejos. Algunos les quitaban un ala completa. Otros las dos. Nunca pude comprender la crueldad implícita en sus procederes. Mi técnica era sencilla, pero requería de mucha paciencia. Ponías la chicharra en una esfera o cuenco formado por tus manos, con la chicharra adentro. Le dabas calor muy suavemente soplando con la boca, por la abertura en forma de ojo que se "dibuja" entre los dos pulgares; al cabo de un tiempo la chicharra se acostumbraba al calor insuflado (quién sabe si al olor que despedimos) y se amañaba a estar con uno, rondando el bolsillo de tu camisa o la solapa y luego comenzaba a recorrer tu cuerpo por horas, hasta que se despedía en vuelo...


lacl, 30 de abril de 2014.

















Galería de Orfeo

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Matsuo Basho, hai ku:


Nada dice
en el canto de la cigarra
que su fin está cerca.





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