sábado, 2 de octubre de 2021

La coma, ejercicio de navegación, lacl. A modo de introito a unos luminosos fragmentos de Don Ángel Rosenblat en su Fetichismo de la coma. / ALLÁ EN LA TIERRA, DE OTILIO GALÍNDEZ



La coma, un ejercicio de navegación, a manera de introito a unos luminosos fragmentos de Don Ángel Rosenblat en su Fetichismo de la coma, capítulo de su libro Fetichismo de la letra, publicado en la Universidad Central de Venezuela, en los Cuadernos del Instituto de Filología Andrés Bello.

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La coma no es un diapasón que marque el tiempo. Tampoco es una red de alcabalas tendida sobre una red de caminos. Podríamos aventurarnos a proponer dos especies de comas, una, imaginaria,  invisible e inasible, anunciándose entre el silencio de los aires que han sido quebrados por el verbo. Nadie las ha visto y acaso su existencia no pueda ser comprobada. 

Son comas que no tienen futuro, no lo conocen, pues son imaginaria utilería del presente de la respiración y del logos que busca enunciarse. Quien habla no piensa en las comas de mañana, ni siquiera en las comas de hoy. Situándonos en una zona de intuición, la coma, sí bien no existe en lo que respecta al habla, tampoco es una pausa para tomar aire, aunque quizás pudiéramos relacionarla con una señal de "detente y continúa" para darle sentido a la expresión. 

Cosa muy distinta sucede cuando queremos descargar al verbo en tinta, pues ahí aparece, a veces inoportunamente, ese incómodo arsenal de bastoncitos: la verdadera coma, patente y visual, puesta allí no sabemos si para darle sentido a la respiración o para darle respiración al sentido. Continuando por la senda del aventuramiento, diríamos que es para ambas cosas. Si uno se dispone a articular un discurso, esto es, a articular sonidos con silencios, acaso pueda caer en cuenta de que la coma obedece es a la psiquis y a su modo de expresarse. Y al descargar la voz, con sus pausas y silencios, sobre una hoja, natural es que se añore ser fiel al logos interior y a sus modos de expresión. 

En el habla, la invisible coma no alcanza a darnos fe de vida y, por tanto podemos nominarla como  inexistente o imaginaria, sólo comenzamos a dar cuenta de su existencia cuando queremos pasar de lo dicho a la palabra escrita y es, entonces, cuando el signo se relaciona al logos, a la respiración y al existir. Para la palabra escrita cobra resplandor una frase de César Vallejo, leída en mis años mozos, aquella que aduce que "la coma, cuando no da vida, mata", cito de memoria, no me he puesto a hurgar papeles en búsqueda de aquella frase. 

Ángel Rosenblat, maestro de la lengua, señala el mal uso del hablante cuando se topa con la coma y lee lo escrito como si las comas pudieran ser pronunciadas. En su "Fetichismo de la coma", capítulo de su libro "Fetichismo de la letra", nos brinda abundantes y vívidos ejemplos de una mala lectura de la coma. No podemos reproducir el artículo completo, pero dejaremos un par de fragmentos: el párrafo inicial del introito a ese libro y un extracto de el "Fetichismo de la coma" referido.

Salud,  lacl.


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FRAGMENTOS DEL LIBRO REFERIDO 

Volvamos al fetichismo de la coma. El verso tiene una medida rítmica (la poesía es en primer lugar ritmo; es, recordemos a Verlaine, música ante todo), y los signos de puntuación no la pueden o no la deben romper. Se explica que los poetas tengan Santo terror a la puntuación, y que la llamada "poesía de vanguardia", que quiso eliminar del verso todo lo lógico y conceptual, intentara resolver el problema con el recurso extremista de la abstinencia absoluta. Es muy frecuente que los poetas no sepan puntuar. Y es también frecuente que no lo sepan tampoco los prosistas. La puntuación española se ha convertido en una ciencia casi alejandrina. 

Dicen las leyendas que en la China antigua hubo mandarines condenados a muerte porque olvidaron poner una coma de oro en el texto sagrado. Bien está obedecer las reglas gramaticales en la escritura de prosa y verso,  y poner todas las cosas que quiera la Academia. Pero no hagamos de las cosas pequeñas cuestión de vida o muerte. Demos a las comas lo que es de las comas y nada más. No las tomemos con tanta religiosidad, que hagamos una inclinación reverencial de la voz cada vez que se nos aparezcan. La letras tiene menos dignidad que el espíritu. 


Ángel Rosenblat, Fetichismo de la coma, en Fetichismo de la letra. Universidad Central de Venezuela. Cuadernos del Instituto de Filología Andrés Bello. Caracas, 1963.

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Ya el primer párrafo de ese libro de Roseblat es toda una joya que invita a la lectura y a la gozosa reflexión...


Citémoslo:


[...  ¿Hay que escribir como se pronuncia o pronunciar como se escribe? Originalmente la grafía quiso reproducir con fidelidad la pronunciación. Pero la pronunciación cambia y la letra queda. Y como la letra tiene un origen culto y es permanente y visible, tiende a superponerse a la pronunciación, tornadiza y fugaz. Surge así, como en materia religiosa o jurídica - ¿no es el sino de toda materia? - la oposición entre  espíritu y letra.  Ya observaba Ferdinand de Saussure que a pesar de ser la lengua, en su esencia, modulación oral, la forma escrita usurpa veces el primer papel: 

" la escritura vela y empaña la vida de la lengua, no es un vestido, es un disfraz".


Ángel Rosenblat, Fetichismo de la coma, en Fetichismo de la letra. Universidad Central de Venezuela. Cuadernos del Instituto de Filología Andrés Bello. Caracas, 1963.   ...]



ALLÁ EN LA TIERRA, DE OTILIO GALÍNDEZ
Nota: Este es un blog sin fines de lucro; la divulgación de videos musicales en estos espacios tienen propósitos meramente culturales.




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