Un documento invaluable
que le debemos al señor Eugenio Pacheco Magallanes. De su registro de este
video tomamos el texto de Unamuno que con tanto placer compartimos.
Agregamos, de seguidas, un documento que eriza la piel, breve segmento con su alegato en torno a la sombra amenazante sobre España. En un acto de valor, gallardía y honra propia, reconoce su error al haber creído en lo que no sería más que otra férrea y homicida dictadura. Cada vez que siento que flaquean las esperanzas y mi creencia en el ser humano, voy o vuelvo a estas palabras suyas.
Agregamos, de seguidas, un documento que eriza la piel, breve segmento con su alegato en torno a la sombra amenazante sobre España. En un acto de valor, gallardía y honra propia, reconoce su error al haber creído en lo que no sería más que otra férrea y homicida dictadura. Cada vez que siento que flaquean las esperanzas y mi creencia en el ser humano, voy o vuelvo a estas palabras suyas.
Salud!
lacl
*******
"Un crítico
francés de nuestra literatura española, dijo, que en España, apenas hay
escritores, sino oradores por escrito. Acaso es cierto. Por mi parte, nada me
molesta más, que oír decir de alguien que habla como un libro, prefiero los
libros que hablan como hombres. Y lo que es menester, es que la gente aprenda a
leer con los oídos, no con los ojos. La palabra es lo vivo. La palabra es en el
principio. En el principio fue el verbo, y acaso en el fin será el verbo
también. Cristo, el Cristo, no carpintero sino armador de casas, no dejó nada
escrito: toda su obra fue de palabra. Yo recuerdo haber dicho esto:
El armador aquel de
casas rústicas
habló desde la barca,
ellos sobre la grava de
la orilla,
y él flotando en las
aguas.
Y la brisa del lago
recogía
de su boca parábolas,
ojos que ven, oídos que
oyen gozan
de bienaventuranza.
Recién nacían por el
aire claro
las semillas aladas,
el sol las revestía con
sus rayos,
la brisa las cunaba.
Hasta que al fin
cayeron en un libro
¡ay, tragedia del alma!
ellos tumbados en la
grava seca
y él flotando en las
aguas.
Yo temo por mi parte,
que mueran mis palabras en los libros, y que no sean palabras vivas, porque he
vivido siempre, de hacer, de vivir de la lengua.
Niño viejo, a mi
juguete
al romance castellano
me di a sacarle las
tripas
por mejor matar el año.
Mas de pronto,
estremecióse
y se me arredró la mano
pues temblorosas
entrañas
vertían sonoro llanto.
Con el hueso de la
lengua,
de la tradición,
badajo,
Miserere, Ave María,
tañían en bronce sacro.
Martirio del
pensamiento,
tirar palabras a
garfio,
juguete de niño viejo
lenguaje de hueso
trágico.
Y toda la tragedia
íntima, que lo es, ha sido luchar con la palabra, para sacarle toda la
filosofía, toda la religión que lleva implícita. Porque una palabra es la
esencia de la cosa. Cuando Adán dio nombre a las cosas, las hizo humanas y las
humanizó.
{Parte II}
De tal modo las
palabras llevan la esencia humana de las cosas, que, los que no son nombres
propios, los geográficos, los toponímicos, llevan un paisaje, y a las veces,
basta sólo, con oír la palabra para adivinar lo que pueda ser la tierra que
recibió aquel nombre. Oíd una especie de pintura, del Duero, desde España hasta
que entra en Portugal:
Arlanzón, Carrión,
Pisuerga,
Tormes, Águeda, mi
Duero.
Lígrimos, lánguidos,
íntimos,
Espejando claros
cielos,
Abrevando pardos
campos,
susurrando romanceros.
[...]
Nombres hay, por
ejemplo, como el de Madrigal, que él solo, pinta casi. Madrigal de las Altas
Torres, allí donde murió Fray Luis de León, donde fue enterrado el príncipe don
Juan, donde había nacido Isabel la Católica
Ruinas perdidas en
campo
que lecho de mar fue
antes de hombres,
tus cubos mordieron el
polvo,
Madrigal de las Altas
Torres.
Tú la cuna de Isabel,
tumba
de don Juan, fatídico
brote,
cayó en Salamanca
dorada
y en Ávila fúnebre
corte.
Medina la del Campo
sueña
- cigüeñas, cornejas al
borde -
el de César Borja, ¡qué
salto!;
San Juan de la Cruz que
se esconde.
Cielo del águila
bicéfala,
nubarrones llegan del
norte;
Maldonado, Bravo,
Padilla;
Lutero a lo lejos
responde.
Don Sebastián el
Encubierto,
el rey del misterio,
Quijote
de Portugal, ¡ay pastelero!,
venías quién sabe de
dónde...
Fray Luis de León,
ojos, mano
se doblan a la última
noche;
quebrada la cárcel de
carne
su mente al sereno se
acoge.
¡Castilla! ¡Castilla!
¡Castilla!
Madriguera de recios
hombres;
tus castillos muerden
el polvo,
Madrigal de las Altas
Torres;
Ruinas" {perdidas
en lecho
ya seco de ciénaga
enorme}*
* Por falta de espacio
de grabación, estas ocho últimas palabras no figuran.
(Nota del señor Eugenio
Pacheco Magallanes)
DATOS ADICIONALES QUE DEBEMOS A LA CORTESÍA DEL SR PACHECO
MAGALLANES:
Título: El Poder de la Palabra: parte I y II.
Autor: Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936).
Fecha: 3 de diciembre de 1931.
Datos de edición: Madrid Centro de Estudios Históricos.
Nº matriz: K 2823, K 2824.
Tipo de Documento: Registro sonoro no musical.
Descripción física: 1 disco (6 min) 78 rpm. Signatura
APDS/1/6 APDS/3/8 DS/14444/4 APDS/261/21 PID bdh0000154250.
Resumen: Contiene una explicación improvisada del autor,
intercalando la lectura de unos poemas inéditos que se interrumpen por falta de
espacio de impresión.
Descripción y notas: Etiqueta beige con letras negras,
incluido en el "Catálogo de discos de 78 rpm en la B.N.", nº 6416.
Pertenece a la primera colección de discos grabada entre
1931 -1933 por Columbia Gramophone Company y dirigida por Tomás Navarro.
Publicado en 1990 en vinilo y en 1998 en CD por la
Residencia de Estudiantes. Copia digital de conservación (CD y DAT), 1995
-2000.
El último testimonio de Unamuno
Granados plays Granados.
Danza espanola no 5, Andaluza
Goyescas No. 1 Los Requiebros
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