Dos textos de Los Conjurados, Jorge Luis Borges.
Los conjurados es un libro que atrapa. Al menos tal cosa me
sucedió a mí, en cuanto cayera en mis manos, hace ya una buena vuelta de años.
Un libro que, más allá de la poesía, traía una conjugación de la experiencia de
vivir, sumada al amoroso tributo a la memoria que se persigna en el canto y
culto de la palabra. Hay en él mucho de testimonio, ética y apunte. Que un escritor
admirado, pero que siempre se ha desmarcado de la poesía como un buen cultor de
la misma, cumpla con este bello compendio de tributo a la palabra, es como para
alegrar al lector moroso. Por cierto que nunca he creído en una falsa modestia
de su parte. Borges siempre la tuvo muy presente y nunca se quiso ubicar al
lado de los grandes cultores del poema. Pero jamás dejó de ejercitarlo, de
cantarlo, de memorarlo o de cifrarlo en la memoria, para luego esculpirlo,
dictarlo, perfeccionarlo, si ello fuera posible. En ello se acercó al decir de
Hesse, quien aseguraba que "hacer versos malos es algo que depara mucha
más felicidad que leer los más bellos". Inferimos de ello que lo que quiso
decir Hesse es que nada otorga mayor felicidad como cultivar los propios
jardines del alma... Digno de anotarlo, dos cultores de la poesía que nos han
dejado un hermoso legado en ese campo, pero sin jamás dejarse engañar por los
fuegos fatuos de la vanidad. Sofrosine siempre en el timón de sus
embarcaciones.
Lo cierto es que se bastan por sí solas este par de aquilatadas fugacidades que acá compartimos, la primera de ellas de tono ético y testimonial, no obstante la "ceniza" que le sigue, no deja de serlo también, aunque en un tono intimista. Dejamos estos y el resto de los contenidos para celebrar a Don Jorge Luis Borges con su palabra. No hay mayor homenaje que escucharle o leerle…
Salud!
lacl
JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD
Les tocó en suerte una
época extraña.
El planeta había sido
parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas
memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una
mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de
símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en
la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que
caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el
amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos,
pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y
cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos.
La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero
pasó en un tiempo que no podemos entender.
Ceniza
Una pieza de hotel,
igual a todas.
La hora sin metáfora,
la siesta
que nos disgrega y
pierde. La frescura
del agua elemental en
la garganta.
La niebla tenuemente
luminosa
que circunda a los
ciegos, noche y día.
La dirección de quien
acaso ha muerto.
La dispersión del sueño
y de los sueños.
A nuestros pies un vago
Rhin o Ródano.
Un malestar que ya se
fue. Esas cosas
demasiado inconspicuas
para el verso.
Jorge Luis Borges, Los Conjurados. 1985
Jorge Luis Borges - Poemas recitados
BORGES ENTREVISTA
EL OTRO EL MISMO
PROGRAMA 28
No hay comentarios.:
Publicar un comentario