sábado, 6 de julio de 2019

EL MENADISMO, E. R. Dodds / Un montaje teatral: The bacchae ~7~ by Euripides director Eka Permana / Himno órfico a Dionísios. The Orphic Hymn to Dionysos - Daemonia Nymphe





EL MENADISMO, E. R. Dodds

Maravilloso apéndice del libro de Dodds, “Los griegos y lo irracional”, publicado por Alianza. Gracias a los cursos con López Pedraza, nos pusimos tras las huellas de este autor memorable, casi sin parangón entre los denominados scholars. Dejo aquí lo que llevo transcrito, luego sigo editando este texto iluminador sobre nuestra oculta naturaleza, para colocarlo completo, que no porque Dionisios o las Bacantes hayan dejado de ser asunto de la hora, dejan de estar presentes en nuestro fuero interior. Lo subo por necesidad. Y lo voy haciendo por cuotas, debido a que me veo forzado a revisar, transcribir, corregir errores típicos de las ediciones digitales que, si bien nos son de ayuda, no son infalibles ni, mucho menos, integralmente inteligentes, dado que el corazón queda excluido en estas "soluciones". Lo más complicado será subir, al final, las notas, tan enjundiosas, luminosas y generosas de Dodds, quien no paró en mientes a la hora de donar lo acopiado a lo largo de su vida. 

Agreguemos, a título de abre boca, un extracto de la lúcida semblanza. 

Salud!
lacl


"…en Grecia la oreibasía ritual (i) a fecha fija puede haber derivado originariamente de ataques espontáneos de histeria de masas. Canalizando esta histeria en un rito organizado una vez cada dos años, el culto dionisíaco la contuvo dentro de unos límites y le dio una válvula de escape relativamente inofensiva. Lo que la πάροδος (ii) de las Bacantes (iii) nos pinta es histeria sometida al servicio de la religión; lo que tenía lugar en el monte Citerón era histeria en crudo, el baquismo (18) peligroso que desciende como un castigo sobre los demasiado respetables y los arrastra contra su voluntad. Dioniso está presente en ambas: como San Juan o como San Vito, es la causa de la locura y el liberador de la locura, Βάκχος y Λύσιος (iiii)..."

Notas de lacl.-

(i) La danza delirante del rito dionisíaco.
(ii) en el sentido de “paso superior”
(iii) Las Bacantes, Eurípides.
(iiii) Bacchus y Lysios

Nota de E. R. Dodds.-

(18) Quizá expresado en Laconia con el termino Δύσρ.αιν<κ (título de una tragedia de Pratinas, Nauck, TGF, p. 726). El no distinguir entre el menadismo negro descrito por los Mensajeros y el menadismo blanco descrito por el Coro ha sido causa muchas veces de que se entiendan mal las Bacantes. 


EL MENADISMO, APENDICE 1, LOS GRIEGOS Y LO IRRACIONAL, E. R. DODDS, ALIANZA EDITORIAL, MADRID, 1980.




Apendice I
EL MENADISMO

“En el arte, así como en la poesía, la representación de estos estados salvajes de entusiasmo se debía, al parecer, exclusivamente a la imaginación, porque en la literatura en prosa tenemos muy pocas pruebas, en los tiempos históricos, de que las mujeres celebraran de hecho orgias al aire libre (1). Tal práctica habría sido ajena al espíritu de reclusión que penetraba la vida de la mujer en Grecia... Los festivales de las Thyadas estaban confinados principalmente al Parnaso.” Así, Sandys, en la introducción a su justamente admirada edición de las Bacantes. Diodoro, por otro lado, nos dice (4.3) que “en muchos estados griegos se reúnen cada dos años congregaciones de mujeres (βακχεία), y a las muchachas solteras se les permite tomar el tirso y tomar parte en los transportes de sus mayores (συνενθουσιάζειν)”. Y desde los tiempos de Sandys la afirmación de Diodoro ha sido confirmada por inscripciones procedentes de muchas partes de Grecia. Sabemos ahora que tales festivales bienales (τριετηρίδες ) se celebraban en Tebas, Opos, Melos, Pergamo, Priene, Rodas ; Pausanias atestigua su existencia en Alea, en Arcadia; Eliano en Mitilene, y Firmico Materno en Creta (2). Su carácter puede ser bastante diferente en los distintos lugares, pero es difícil dudar que normalmente incluían όργια de mujeres, del tipo extático o cuasiextático descrito por Diodoro, y que estas incluían con frecuencia, no siempre, ορειβασία o danzas nocturnas en las montañas. Este extraño rito, descrito en las Bacantes y practicado por sociedades de mujeres en la τριετηρίς deifica hasta los tiempos de Plutarco, se practicaba también sin duda en otras partes: en Mileto, la sacerdotisa de Dioniso “conducía a las mujeres a la montaña”, todavía al fin de los tiempos helenísticos (3); en Erythrae, el título Μιμαντοβάτης apunta a
una ορειβασία en el monte Mimas (4). Dioniso mismo es όρειος (Festo, p. 182), όρειμάνης (Tryph. 370), ορέσκιος, oupsoufotrrcc (Anth. Pal. 9524) y Estrabón, al discutir los cultos dionisiacos y otros cultos de misterios con ellos emparentados, habla en términos completamente generales de τάς ορειβανιας τών περί το &είον σποιΑζόντων (10, 3, 23). La alusión literaria más antigua se encuentra en el Himno homérico a Deméter, 386: ήΐζ'ήΰτε μαινάς όρος κατά δάσκιον 5λΐβς.


La ορειβασία tenía lugar de noche, en mitad del invierno, y debe haber llevado consigo mucha incomodidad y algún riesgo: Pausanias (5) dice que en Delfos las mujeres subían hasta la misma cima del Parnaso (que tiene más de 2.400 metro s de altura) y Plutarco (6) describe una ocasión, al parecer en vida de él, en que quedaron incomunicadas por una tormenta de nieve y hubo que enviar una expedición de rescate; cuando volvieron, tenían las ropas heladas, rígidas como tablas. ¿Cuál era el objeto de esta práctica? Muchos pueblos danzan para hacer crecer sus cosechas, por magia de afinidad. Pero estas danzas de otras partes son anuales como las cosechas, no bienales, como la ορειβασία; su estación es la primavera, no la mitad del invierno y su escena los campos de cereales, no las estériles cimas de las montañas. Los autores griegos tardíos consideraron las danzas de Delfos como conmemorativas: danzan, dice Diodoro (4, 3), “imitando a las ménades, que en los tiempos antiguos estuvieron asociadas con el dios”. Probablemente tiene razón, por lo que se refiere a su propio tiempo; pero el ritual suele ser más antiguo que el mito que le sirve de explicación, y tiene más profundas raíces psicológicas. Debe haber habido un tiempo en que las ménades, o thyadas o βάκχαι eran por espacio de algunas horas o de algunos días lo que su nombre implica, mujeres salvajes cuya personalidad humana había sido reemplazada temporalmente por otra. Si esto podía ser todavía así en tiempos de Eurípides, no tenemos medio seguro de saberlo; una tradición délfica registrada por Plutarco (7) sugiere que el rito producía en ocasiones una verdadera perturbación de la personalidad todavía en el siglo IV, pero la prueba, es muy floja, y la naturaleza del cambio que se operaba no está clara en absoluto. Hay, sin embargo, en otras culturas fenómenos paralelos que pueden ayudarnos a comprender la πάροδος de las Bacantes y el castigo de Agave.

En muchas sociedades, quizá en todas las sociedades, hay gentes a quienes, en palabras de Aldous Huxley, "las danzas rituales suministran una experiencia religiosa, que parece más satisfactoria y convincente que ninguna otra … Es con sus músculos como mas fácilmente obtienen conocimientos de lo divino” (8). Huxley cree que el Cristianismo cometió un error al dejar que la danza se secularizara por completo (9), ya que, en palabras de un sabio mahometano, “el que conoce el Poder de la Danza, mora en Dios”. Pero el Poder de la Danza es un poder peligroso. Como otras formas de entrega de sí mismo, es más fácil comenzarla que darle fin. En la extraordinaria locura danzante que periódicamente invadió a Europa desde el siglo XIV al XVII, la gente bailaba hasta caer desplomada, como la danzante de Bacantes (136), o la del vaso de Berlín, numero 2471 (10), y yacía en tierra, inconsciente, pisoteada por sus compañeros (11). Además, la cosa es sumamente contagiosa. Como observa Penteo en Bacantes (778), se extiende como el fuego. La voluntad de bailar se apodera de las personas sin el consentimiento de la mente consciente: por ejemplo, se nos dice que en Lieja, en 1374, cuando ciertas gentes posesas llegaron a la ciudad danzando medio desnudas y con guirnaldas en la cabeza, bailando en el nombre de San Juan, “muchas personas, al parecer sanas de cuerpo y de alma, fueron de repente poseídas por los demonios y se unieron a los danzantes” ; estas personas abandonaron casa y hogar, como las mujeres tebanas de la tragedia; incluso las muchachas jóvenes dejaban familia y amigos para marcharse, errantes, con los bailarines (12). Contra una manía parecida en la Italia del siglo xvii, “ni la juventud ni la edad avanzada, se dice, ofrecían protección alguna; de modo que hasta los viejos de noventa años arrojaban sus muletas al sonido de la tarantela, y, como si corriera por sus venas alguna poción mágica, restauradora de la juventud y del vigor, se unían a los extrañísimos danzantes” (13). Parece ser, pues, que la escena Cadmo-Tiresias, de las Bacantes, se repitió muchas veces, justificando la observación del poeta (206 y ss.) de que Dioniso no impone límite alguno de edad. Incluso los escépticos eran algunas veces, como Agave, infectados de la manía contra su voluntad y contra la creencia que profesaban (l4). En Alsacia se creía en los siglos xv y xvi que la locura danzante podía imponerse a una víctima maldiciéndola con ella (l5). En algunos casos la obsesión compulsiva reaparecía a intervalos regulares, creciendo en intensidad hasta el día de San Juan o de San Vito, cuando, después de una última explosión  de la manía, se volvía a la normalidad (16); en Italia la “cura” periódica de los pacientes, mediante la música y la danza extática, parece haber dado lugar con el tiempo a un festival anual (17).

(Primer agregado, 06 / 07 / 2019. Continuará)



CONTINUACIÓN


Este último hecho sugiere el modo cómo en Grecia la oreibasía ritual a fecha fija puede haber derivado originariamente de ataques espontáneos de histeria de masas. Canalizando esta histeria en un rito organizado una vez cada dos años, el culto dionisíaco la contuvo dentro de unos límites y le dio una válvula de escape relativamente inofensiva. Lo que la πάροδος de las Bacantes nos pinta es histeria sometida al servicio de la religión; lo que tenía lugar en el monte Citerón era histeria en crudo, el baquismo (18) peligroso que desciende como un castigo sobre los demasiado respetables y los arrastra contra su voluntad. Dioniso está presente en ambas: como San Juan o como San Vito, es la causa de la locura y el liberador de la locura, Βάκχος y Λύσιος (19). Debemos recordar esta ambivalencia si queremos entender correctamente la tragedia. Resistir a Dioniso es reprimir lo elemental en la propia naturaleza; el castigo es el colapso completo de los diques internos cuando lo elemental se abre paso por la fuerza y la civilización se desvanece.

Existen, además, ciertos parecidos en puntos de detalle entre la religión orgiástica de las Bacantes y la religión orgiástica de otras partes que merecen la pena de notarse porque tienden a establecer que la “ménade” es una figura real, no convencional, y que ha existido bajo diferentes nombres en tiempos y lugares muy diversos. La primera se refiere a las flautas y tímpanos o timbales que acompañan la danza de la ménade en las Bacantes y en los vasos griegos (20). Para los griegos, aquellos eran los instrumentos “orgiásticos” por excelencia (21): se empleaban en todos los grandes cultos danzantes, en los de la Cibeles asiática y la Rea cretense, así como en el Dioniso. Podían causar la locura, y, en dosis homeopáticas, podían también curarla (22). Y dos mil años después, en el año 1518, cuando los bailadores locos de San Vito recorrían Alsacia danzando, una música parecida —la del tambor y el caramillo— volvió a emplearse con el mismo propósito ambiguo, provocar la locura y curarla: tenemos todavía el acta del Consejo de la Ciudad de Estrasburgo sobre la cuestión (23). Aquí no se trata , ciertamente, de tradición, probablemente tampoco de una coincidencia; parece el redescubrimiento de una conexión causal real, de la que hoy sólo el Ministerio de la Guerra y el Ejército de Salvación conservan una débil vislumbre.

Un segundo punto es el porte de la cabeza en el éxtasis dionisíaco. En las Bacantes se insiste en el repetidas veces: 150, “sacudiendo su largo pelo hacia el cielo”; 241, “yo haré que dejes de sacudir el pelo hacia atrás”; 930, “agitando mi cabeza hacia delante y hacia atrás como una bacanal”; de un modo semejante, en otra tragedia, la poseída Casandra “sacude sus dorados rizos cuando sopla del Dios el viento impelente de la segunda-vista” (/. A. 758). El mismo rasgo aparece en Aristófanes (L is is t. 1312) ταί δέ κομοα (...) απερ Βακχαν, y es constante, aunque menos vivamente descrito, en autores posteriores: las ménades todavía “agitan la cabeza” en Catulo, en Ovidio, en Tácito (24). Y vemos esta cabeza echada violentamente hacia atrás y esta garganta vuelta hacia arriba en antiguas obras de arte, como las gemas que reproduce Sandys (pags. 58 y 73), o la ménade del bajorrelieve del Museo Britanico (Marbles, II. pl. xiii, Sandys, p. 85) 25. Pero el gesto no es simplemente una convención de la poesía y el arte griegos; en todos los tiempos y en todas partes caracteriza este tipo particular de histeria religiosa. He aquí tres descripciones modernas independientes: “las continuas sacudidas de la cabeza hacia atrás, que hacían girar su largo pelo negro, realzaban en gran mantra lo salvaje de su aspecto” 26; “su largo pelo se agitaba de un lado para otro con los rápidos movimientos de vaivén de la cabeza” (27); “la cabeza se agitaba de un lado para otro, o se echaba hacia atrás, sobre una garganta hinchada y abultada” (28). La primera frase está sacada del relato que hace un misionero de una danza de caníbales en British Columbia, que acaba con el despedazamiento y la devoración de un cuerpo humano; la segunda describe una danza sagrada de comedores de cabras en Marruecos; la tercera esta sacada de una descripción clínica de la histeria posesiva por un doctor francés.

No es ésta la única analogía que enlaza estos tipos diseminados. Las danzantes extáticas de Eurípides “llevaban fuego en la cabeza y no les quemaba” (757) (29) Así lo hace el danzante extático de otras partes. En British Columbia baila con carbones ardientes en las manos, juega imprudentemente con ellos, y hasta se los mete en la boca (30); lo mismo hace en África del Sur (31), y en Sumatra 32. En Siam (33) y en Siberia (34) pretende ser invulnerable mientras el dios permanece dentro de el, como eran invulnerables las danzantes del Citerón (Ba. 761). Y nuestros doctores europeos han encontrado una explicación o semiexplicación en sus hospitales: durante los ataques, el paciente histérico con frecuencia entra en un estado (*) analgésico y queda reprimida toda sensibilidad para el dolor (35).

(*) Nota de lacl: pasaje oscuro, he agregado las cursivas subrayadas.

En The Life and Adventures of Nathaniel Pearce, written byhimself during a Residence in Abyssinia from the Years 1810 to 1819, I, 290 ss., puede encontrarse un testimonio interesante del uso, a la vez espontáneo y curativo, de la danza y la música extática (trompeta, tambor y pífano) en Abisinia, a principios del siglo xix. Tiene varios puntos en común con la descripción de Eurípides. En el momento culminante de la danza, la paciente “echó a correr con tal velocidad que el más rápido corredor no podía alcanzarla [cf. Bacantes, pp. 748, 1090], y cuando éste estaba de ella a una distancia de unas doscientas yardas se desplomó de repente como si le hubieran tirado un tiro” (cf. Bac., p. 136 y nota 11, más abajo). La mujer indígena de Pearce, que se contagió de la manía, danzó y saltó “más como un ciervo que como un ser humano” (cf. Bac., pp. 866 y ss., 166 y ss.). Y también “los he visto en estos ataques bailar con un bruly, o botella de maíz, sobre la cabeza sin derramar el líquido ni dejar caer la botella, aunque se ponen en las posturas más extravagantes” (cf. Bac., pp. 775 y ss., Nono 45.294 y ss.).

(Segundo agregado, 07 / 07 / 2019. Continuará)




CONTINUARÁ 




Un montaje teatral... 

Un montaje teatral: The bacchae ~7~ by Euripides 
Director Eka Permana



Himno órfico a Dionísios. 
The Orphic Hymn to Dionysos - Daemonia Nymphe



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