martes, 9 de septiembre de 2025

M (Contemplando a una Virgen Negra con el niño entre sus brazos) lacl / Unas palabras en torno a Cuadernario, lacl / Walt Whitman en su voz leyendo América.

 



M


(Contemplando a una Virgen Negra

con el niño entre sus brazos)


Medianoche.

Toda ciudad es inhóspita.

Lo digo yo -que he vivido sólo en una-

a la luz de la llama de una vela

y luego de haber torcido cien esquinas.

No hace falta, para saberlo,

ser un mago con una vara

que esparce estrellas de vino, hojalata u olvido.

Cuando se agote la llama de mi vela,

acaso ya estaré dormido

entre un collar de azucenas,

y acaso sea mi pecho una ristra

de inviolados corazones.

Una mano, sólo una mano virgen,

femenina,

se atreverá a extenderse hacia adelante

como una sonrisa saludando al cielo.

Y en la vela vigilante de mi finado sueño

un velador tendrá la última palabra

que será la primera, la única, impronunciable.

Y un niño negro contemplando el horizonte,

adustamente seguirá su camino,

con delicados pasos tanteará

el tembloroso párpado

del suelo,

caminando feliz y sin destino,

hacia el útero de toda respuesta.


Extraído de la letra M de Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.



***

Unas palabras en torno al origen de cuadernario

Esta suerte de glosa o tentativa poética corresponde a la letra M de un pequeño cuaderno telefónico, en el cual se escribió lo que luego intitulé Cuadernario y que fuera publicado en la Colección Los Conjurados de Común Presencia Editores. Cupo la suerte de que tal cuaderno hubiera sido confeccionado con la particularidad de incluir, al menos, unas cuatro páginas para cada letra del alfabeto. Y una mañana, en la que una luminosidad asombrosamente excepcional comenzara a juguetear con una exaltación rumorosa de mi espíritu, acaeció que una voz me ordenara dar inicio a una escritura libre y desenfadada sobre las páginas de tal cuaderno. Lo lúdico y, si se quiere, lo curioso del mandato es que tal voz me imponía iniciar cada texto, nota o imagen con la letra correspondiente a la página en cuestión. Así escribí, en la letra A, un texto un tanto extravagante para lo que, al menos yo, pudiera considerar mi “estilo” personal. Otros textos se escribieron, uno tras otro, hasta la letra E o la F. Luego me tocó dejar en reposo el cuaderno, por varios meses, antes de volver a esbozar cualquier otro intento entre sus páginas. Esta operación se repitió en el transcurso de unos cinco o seis años y acaso a ello ha de atribuirse su aire de heterogeneidad. No había prisas. Nunca escribí nada que no necesitara escribir en él, y cuando lo hice fue siempre atendiendo al llamado inicial, esto es, principiando cada texto, nota o asomo poético, con la enunciación de la letra correspondiente a aquella página que quedaba libre en el cuaderno. No lo considero un libro trascendente. Acaso contenga algún que otro texto que tenga algún valor. Eso es lo que menos me importa, siempre ha sido así con todo lo que escribo. Creo que los seres humanos le damos una recargada importancia a nuestras huellas personales, olvidando otorgarle el justo prevalecer al anonimato del vivir. Podemos ser fidedignos a la hora de correr el velo de nuestro ser y de nuestras indagaciones; es más, es natural que deseemos serlo, dado que ello es expresión de un llamado ineludible, pero ¿será esa misión exteriorizadora la prenda última y más preciada en el íntimo decurso de una vida? De ello no estaría tan seguro. Con todo, debo admitir que tampoco estoy exento de esa necesidad de exteriorizar lo que podríamos calificar como mis angustias y aspiraciones. En fin de cuentas, es éste más un cuaderno de obsesiones que de poesía. Acaso pueda librarme el consuelo de que algunas de nuestras obsesiones sean parientes muy cercanas de la poesía.

lacl

 

Fotografía de lacl, cámara 35 mm, scan de la impresión fotográfica.

*** * ***

Agregamos algunos enlaces con la voz de Whitman leyendo América.

Nota: Los videos que se publican acá sólo se divulgan con un interés eminentemente cultural. Si el video no abre dentro del Blog, puede verse en la red YouTube, siempre y cuando no le hayan retirado o la cuenta de origen no haya sido cancelada o suspendida.  Simplemente hay que ir a esa red para disfrutar maravillas como ésta, la de poder escuchar la voz de Walt Whitman.

América, Walt Whitman

Centro de hijas iguales, hijos iguales,
Todos, todos igualmente amados, grandes o pequeños, jóvenes o viejos,
Fuertes, generosos, hermosos, perdurables, capaces, ricos,
Perennes con la Tierra, con Libertad, Ley y Amor,
Una grandiosa, ecuánime, imponente, asentada Madre,
Entronizada en lo inquebrantable del Tiempo.

Traducción de un servidor, lacl.


America - Walt Whitman

Centre of equal daughters, equal sons,
All, all alike endear’d, grown, ungrown, young or old,
Strong, ample, fair, enduring, capable, rich,
Perennial with the Earth, with Freedom, Law and Love,
A grand, sane, towering, seated Mother,
Chair’d in the adamant of Time








Agregamos otro enlace con la voz de Whitman, leyendo su América. Si no puedes disfrutarlo acá, haz clic en el subrayado que reza: Mirar en YouTube.








Y otro registro de Whitman, leyendo América.
Si no puedes disfrutarlo acá, haz clic en el subrayado que reza: Mirar en YouTube.

http://www.youtube.com/watch?v=5IeIN3WE4lI

sábado, 6 de septiembre de 2025

Utopía de un hombre que está cansado, Jorge Luis Borges / Johann Sebastian, pequeño dossier




 

 

Un libro de arena es, acaso, el enser más apropiado para escribir la utopía de todo hombre, esté cansado o no. Aquí dejamos la imaginada por un soñador que respondió al nombre de Jorge Luis Borges... 

Salud, lacl 

*** * ***

Utopía de un hombre que está cansado, Jorge Luis Borges.


«Llamola utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar.»

Quevedo

No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma. Yo iba por un camino de la llanura. Me pregunté sin mucha curiosidad si estaba en Oklahoma o en Texas o en la región que los literatos llaman la pampa. Ni a derecha ni a izquierda vi un alambrado. Como otras veces repetí despacio estas líneas, de Emilio Oribe:

En medio de la pánica llanura interminable

Y cerca del Brasil,

que van creciendo y agrandándose.

El camino era desparejo. Empezó a caer la lluvia. A unos doscientos o trescientos metros vi la luz de una casa. Era baja y rectangular y cercada de árboles. Me abrió la puerta un hombre tan alto que casi me dio miedo. Estaba vestido de gris. Sentí que esperaba a alguien. No había cerradura en la puerta. Entramos en una larga habitación con las paredes de madera. Pendía del cielo raso una lámpara de luz amarillenta. La mesa, por alguna razón, me extrañó. En la mesa había una clepsidra, la primera que he visto, fuera de algún grabado en acero. El hombre me indicó una de las sillas.

Ensayé diversos idiomas y no nos entendimos. Cuando él habló lo hizo en latín. Junté mis ya lejanas memorias de bachiller y me preparé para el diálogo.

—Por la ropa —me dijo—, veo que llegas de otro siglo. La diversidad de las lenguas favorecía la diversidad de los pueblos y aún de las guerras; la tierra ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a degenerar en francés, en lemosín o en papiamento, pero el riesgo no es inmediato. Por lo demás, ni lo que ha sido ni lo que será me interesan.

No dije nada y agregó:

—Si no te desagrada ver comer a otro, ¿quieres acompañarme?

Comprendí que advertía mi zozobra y dije que sí.

Atravesamos un corredor con puertas laterales, que daba a una pequeña cocina en la que todo era de metal. Volvimos con la cena en una bandeja: boles con copos de maíz, un racimo de uvas, una fruta desconocida cuyo sabor me recordó el del higo, y una gran jarra de agua. Creo que no había pan. Los rasgos de mi anfitrión eran agudos y tenía algo singular en los ojos. No olvidaré ese rostro severo y pálido que no volveré a ver. No gesticulaba al hablar.

Me trababa la obligación del latín, pero finalmente le dije:

—¿No te asombra mi súbita aparición?

—No —me replicó—, tales visitas nos ocurren de siglo en siglo. No duran mucho; a más tardar estarás mañana en tu casa.

La certidumbre de su voz me bastó. Juzgué prudente presentarme:

—Soy Eudoro Acevedo. Nací en 1897, en la ciudad de Buenos Aires. He cumplido ya setenta años. Soy profesor de letras inglesas y americanas y escritor de cuentos fantásticos.

—Recuerdo haber leído sin desagrado —me contestó— dos cuentos fantásticos. Los Viajes del Capitán Lemuel Gulliver, que muchos consideran verídicos, y la Suma Teológica. Pero no hablemos de hechos. Ya a nadie le importan los hechos. Son meros puntos de partida para la invención y el razonamiento. En las escuelas nos enseñan la duda y el arte del olvido. Ante todo el olvido de lo personal y local. Vivimos en el tiempo, que es sucesivo, pero tratamos de vivir sub specie aeternitatis. Del pasado nos quedan algunos nombres, que el lenguaje tiende a olvidar. Eludimos las precisiones inútiles. No hay cronología ni historia. No hay tampoco estadísticas. Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo decirte cómo me llamo, porque me dicen alguien.

—¿Y cómo se llamaba tu padre?

—No se llamaba.

En una de las paredes vi un anaquel. Abrí un volumen al azar; las letras eran claras e indescifrables y trazadas a mano. Sus líneas angulares me recordaron el alfabeto rúnico, que, sin embargo, solo se empleó para la escritura epigráfica. Pensé que los hombres del porvenir no solo eran más altos sino más diestros. Instintivamente miré los largos y finos dedos del hombre.

Este me dijo:

—Ahora vas a ver algo que nunca has visto.

Me tendió con cuidado un ejemplar de la Utopía de More, impreso en Basilea en el año 1518 y en el que faltaban hojas y láminas.

No sin fatuidad repliqué:

—Es un libro impreso. En casa habrá más de dos mil, aunque no tan antiguos ni tan preciosos.

Leí en voz alta el título.

El otro rió.

—Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro siglos que vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer. La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios.

—En mi curioso ayer —contesté—, prevalecía la superstición de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. El planeta estaba poblado de espectros colectivos, el Canadá, el Brasil, el Congo Suizo y el Mercado Común. Casi nadie sabía la historia previa de esos entes platónicos, pero sí los más ínfimos pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del secretario con la prudente imprecisión que era propia del género.

Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades. De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. Las imágenes y la letra impresa eran más reales que las cosas. Solo lo publicado era verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado) era el principio, el medio y el fin de nuestro singular concepto del mundo. En el ayer que me tocó, la gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante. También eran frecuentes los robos, aunque nadie ignoraba que la posesión de dinero no da mayor felicidad ni mayor quietud.

—¿Dinero? —repitió—. Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio.

—Como los rabinos —le dije.

Pareció no entender y prosiguió.

—Tampoco hay ciudades. A juzgar por las ruinas de Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar, no se ha perdido mucho. Ya que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado un hijo.

—¿Un hijo? —pregunté.

—Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género humano. Hay quienes piensan que es un órgano de la divinidad para tener conciencia del universo, pero nadie sabe con certidumbre si hay tal divinidad. Creo que ahora se discuten las ventajas y desventajas de un suicidio gradual o simultáneo de todos los hombres del mundo. Pero volvamos a lo nuestro.

Asentí.

—Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte.

—¿Se trata de una cita? —le pregunté.

—Seguramente. Ya no nos quedan más que citas. La lengua es un sistema de citas.

—¿Y la gran aventura de mi tiempo, los viajes espaciales? —le dije.

—Hace ya siglos que hemos renunciado a esas traslaciones, que fueron ciertamente admirables. Nunca pudimos evadirnos de un aquí y de un ahora.

Con una sonrisa agregó:

—Además, todo viaje es espacial. Ir de un planeta a otro es como ir a la granja de enfrente. Cuando usted entró en este cuarto estaba ejecutando un viaje espacial.

—Así es —repliqué—. También se hablaba de sustancias químicas y de animales zoológicos.

El hombre ahora me daba la espalda y miraba por los cristales. Afuera, la llanura estaba blanca de silenciosa nieve y de luna.

Me atreví a preguntar:

—¿Todavía hay museos y bibliotecas?

—No. Queremos olvidar el ayer, salvo para la composición de elegías. No hay conmemoraciones ni centenarios ni efigies de hombres muertos. Cada cual debe producir por su cuenta las ciencias y las artes que necesita.

—En tal caso, cada cual debe ser su propio Bernard Shaw, su propio Jesucristo y su propio Arquímedes.

Asintió sin una palabra. Inquirí:

—¿Qué sucedió con los gobiernos?

—Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen.

Cambió de tono y dijo:

—He construido esta casa, que es igual a todas las otras. He labrado estos muebles y estos enseres. He trabajado el campo, que otros cuya cara no he visto, trabajarán mejor que yo. Puedo mostrarte algunas cosas.

Lo seguí a una pieza contigua. Encendió una lámpara, que también pendía del cielo raso. En un rincón vi un arpa de pocas cuerdas. En las paredes había telas rectangulares en las que predominaban los tonos del color amarillo. No parecían proceder de la misma mano.

—Esta es mi obra —declaró.

Examiné las telas y me detuve ante la más pequeña, que figuraba o sugería una puesta de sol y que encerraba algo infinito.

—Si te gusta puedes llevártela, como recuerdo de un amigo futuro —dijo con palabra tranquila. Le agradecí, pero otras telas me inquietaron. No diré que estaban en blanco, pero sí casi en blanco.

—Están pintadas con colores que tus antiguos ojos no pueden ver.

Las delicadas manos tañeron las cuerdas del arpa y apenas percibí uno que otro sonido. Fue entonces cuando se oyeron los golpes.

Una alta mujer y tres o cuatro hombres entraron en la casa. Diríase que eran hermanos o que los había igualado el tiempo. Mi anfitrión habló primero con la mujer.

—Sabía que esta noche no faltarías. ¿Lo has visto a Nils?

—De tarde en tarde. Sigue siempre entregado a la pintura.

—Esperemos que con mejor fortuna que su padre.

Manuscritos, cuadros, muebles, enseres; no dejamos nada en la casa.

La mujer trabajó a la par de los hombres. Me avergoncé de mi flaqueza que casi no me permitía ayudarlos. Nadie cerró la puerta y salimos, cargados con las cosas. Noté que el techo era a dos aguas.

A los quince minutos de caminar, doblamos por la izquierda. En el fondo divisé una suerte de torre, coronada por una cúpula.

—Es el crematorio —dijo alguien—. Adentro está la cámara letal. Dicen que la inventó un filántropo cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler.

El cuidador, cuya estatura no me asombró, nos abrió la verja.

Mi huésped susurró unas palabras. Antes de entrar en el recinto se despidió con un ademán.

—La nieve seguirá —anunció la mujer.

En mi escritorio de la calle México guardo la tela que alguien pintará, dentro de miles de años, con materiales hoy dispersos en el planeta.

Jorge Luis Borges



***
Johann Sebastian, pequeño dossier

Glenn Gould - Bach, Fugue in E-flat major & Cantata "Widerstehe doch der Sünde"



CBC Presents: "Glenn Gould On Bach"




Bach - Matthäus-Passion BWV 244 
(recording of the Century : Otto Klemperer


The Well-Tempered Clavier Complete by Glenn Gould 1/13



viernes, 5 de septiembre de 2025

Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña, Osip Mandelshtam / GUARIDA MUSICAL: STRAVINSKY, ORFEO LA ODISEA DE ORFEO





En sumas ocasiones, el crisol refinado del verbo, vale por todo el peso de una veta de infinitas palabras. Verbigracia, este cohesionado poema de Mandelshtam.

Salud, lacl

***

Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña 

En un reloj de Cuco y en una gota de rocío. 

Y apenas enseñaron a distinguir en su tamaño la multitud solitaria de las estrellas.


Osip Mandelshtam, Cuadernos de Voronezh. Traducción de Jesús García Gabaldón. Igitur Poesía.


***

Gulag


El poeta







GUARIDA MUSICAL: 
STRAVINSKY, ORFEO
LA ODISEA DE ORFEO







jueves, 4 de septiembre de 2025

El árbol, la sombra, el hombre. , lacl / Tú me abandonarás en primavera Clara Montes interpreta un poema de Antonio Gala







El árbol, la sombra, el hombre. 


Caminas en medio de una soledosa multitud de ojos, voces, acalladas presencias que atisban tras la maleza o murmuran desde la copa de los árboles. 

A dos pasos se tiende el extravío, como una tentadora ensoñación. 

Es la montaña, ofreciendo dócil lo infinito: el reverso o contracara de una vida que echó raíces sobre una terrestre apariencia. Si te internaras tan sólo dos pasos en la jungla, sabes que entrarás en otro plano o dimensión, que la pérdida se te regala allí, como un fruto al alcance de la mano. 

Ante la incógnita que ha hecho presencia por obra de la noche, optas por seguir caminando, a ratos, sobre la vereda de los transeúntes, a ratos, sobre el campo abierto. 

Te detienes ante un árbol. 

Luces de artificio crean una hiperrealidad colmada de silencio. 

El verde del pasto se teje con tu sombra, que sube por el tronco como una tenue oscuridad, para evadir la fantasía de un mundo superpuesto sobre otro, un mundo que se inventó una indumentaria para vestir su desamparo, una maqueta imaginaria pretendiendo, incansablemente, justificar otro extravío, tan concluyente y  definitivo como la experiencia de caminar a solas entre una tupida selva oscura. 


lacl, septiembre 3, 2025. Escrito entre la hora del pulmón y el amanecer...

***

Tú me abandonarás en primavera
Clara Montes interpreta un poema de Antonio Gala


lunes, 1 de septiembre de 2025

El libro de los seres imaginarios, nota de agradecimiento, lacl / PRÓLOGO, BUDDHA - ELFOS / Jorge Luis Borges, el poeta en su voz. / Borges - Entrevista de Antonio Carrizo a Jorge Luis Borges FOTOGRAFÍAS CURIOSAS DE JORGE LUIS BORGES


 

Hay tareas, emprendimientos, lances en la vida que se inician bajo el impulso del más puro de los amores. Aquel que es movido por una fuerza de origen acaso desconocido, un desbordamiento ctónico o celeste, ingobernable, deseoso, provecto de inspirado entusiasmo. Así me imagino yo tareas como aquella emprendida por el maestro Borges con la colaboración de Margarita Guerrero, al compilar y redactar este libro de los seres imaginarios.

Supondré, como hipótesis, que hay que haber amado abnegadamente el don de la imaginación o el derrotero de la humana cultura a lo largo de los siglos, como condición previa a la gracia de descubrir lo que significa la senda dorada de la dedicación de las horas vividas a la luz de la letra, para luego optar por el gesto de donarlas en lo aprendido y lo aprehendido, en lo absorbido y destilado en ese alambique incansable que decanta elixires en el pecho. 

Gracias a ese impulso vital es que podemos, los miembros de nuestra estirpe, gozar de lo que otros miembros han creado y atesorado, como custodios de nuestro devenir. Borges y ¿por qué no? algunos de sus amigos y compañeros de gesta o aventuras, formaron fila desprendidamente cuando los hados llamaron a los elegidos. 

Dejemos pues, aquí, una vez más, el prólogo, añadiendo un par de brevedades de ese libro indispensable, apretado compendio en lo que se refiere al conteo de las páginas, pero infinito en lo que sugiere cada trazo escrito en ese otro libro, el de nuestra común imaginación...

Salud, lacl

P. S. Agregamos material adicional, algunas poemas de Borges, en su voz, una entrevista y algunas fotografías.


*** * ***

El libro de los seres imaginarios 

Jorge Luis Borges con la colaboración de Margarita Guerrero 


PRÓLOGO 

El nombre de este libro justificaría la inclusión del príncipe Hamlet,del punto, de la línea, de la superficie, del hipercubo, de todas las palabras genéricas y, tal vez, de cada uno de nosotros y de la divinidad. En suma, casi del universo. Nos hemos atenido, sin embargo, a lo que inmediatamente sugiere la locución "seres imaginarios", hemos compilado un manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres. 

Ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo, pero algo hay en su imagen que concuerda con la imaginación de los hombres, y así el dragón surge en distintas latitudes y edades.  

Un libro de esta índole es necesariamente incompleto, cada nueva edición es el núcleo de ediciones futuras, que pueden multiplicarse hasta el infinito.

Invitamos al eventual lector de Colombia o del Paraguay a que nos remita los nombres, la fidedigna descripción y los hábitos más conspicuos de los monstruos locales. 

Como todas las misceláneas, como los inagotables volúmenes de Robert Burton, de Fraser o de Plinio, El libro de los seres imaginarios no ha sido escrito para una lectura consecutiva. Querríamos que los curiosos lo frecuentaran, como quien juega con las formas cambiantes que revela un caleidoscopio. 

Son múltiples las fuentes de esta "silva de varia lección" las hemos registrado en cada artículo. Que alguna involuntaria omisión no sea perdonada. 

JLB / MG

Martínez, septiembre, 1967.


*** * ***


EL ELEFANTE QUE PREDIJO EL NACIMIENTO DE BUDDHA

Quinientos años antes de la era cristiana, la reina Maya, en el Nepal, soñó que un elefante blanco, que procedía de la Montaña de Oro, entraba en su cuerpo. Este animal onírico tenía seis colmillos, que corresponden a las seis dimensiones del espacio indostánico: arriba, abajo, atrás, adelante, izquierda y derecha. Los astrólogos del rey predijeron que Maya daría a luz un niño que sería emperador de la tierra o redentor el género humano. Aconteció, según se sabe, lo último. 

En la India el elefante es un animal doméstico. El color blanco significa humildad y el número seis es sagrado. 


*******

LOS ELFOS 


Son de estirpe germánica. De su aspecto poco sabemos, salvo que son siniestros y diminutos. Roban hacienda y roban niños. Se complacen en diabluras menores. En Inglaterra se dio el nombre de elf-lock (rizo de elfo) a un enredo del pelo, porque lo suponían obra de Elfos. Un exorcismo anglosajón les atribuye la malévola facultad de arrojar desde lejos minúsculas flechas de hierro, que penetran sin dejar un rastro en la piel y causan dolores neurálgicos. En alemán, pesadilla se traduce por Alp, los etimólogos derivan esa palabra de "elfo", dado que en la Edad Media era común la creencia de que los Elfos oprimían el pecho de los durmientes y les inspiraban sueños atroces.


*******

Jorge Luis Borges, el poeta en su voz.


LÍMITES, Jorge Luis Borges.

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

https://www.youtube.com/watch?v=6nMFVdF_DM4

POEMA CONJETURAL



Everness

http://www.youtube.com/watch?v=V6VjKoMHZLU&feature=related

Everness, Jorge Luis Borges

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.

Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.



Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad



Borges - Entrevista de Antonio Carrizo a Jorge Luis Borges


FOTOGRAFÍAS CURIOSAS DE JORGE LUIS BORGES