jueves, 30 de abril de 2020

Eternidad, tiempo, espacio, infinito, ilusión, brevedad. Apuntes intercalados en una factura, lacl Trazos / MIKE OLDFIELD - The Songs F Distant Earth (1994) Full Album / Mike Oldfield: Tubular Bells / Dead Can Dance: Nierika / Tinto anochecer, lacl





Hace un par de noches he vuelto a las páginas de ese libro maravilloso que es "Borges oral" (Bruguera de Bolsillo). Entre los libros siempre dejo varias señales cuando quiero volver sobre algún asunto en particular: servilletas, facturas, notas, trozos de hojas sueltas sesgadas para ese fin, amén de los marcalibros, que no se dan abasto para tanta cobertura. Me topé con una factura de cinta de hace siete años y pensé que estaba allí para marcar simplemente la página, pero me sorprendí al ver unos trazos de mi puño y letra sobre el anverso y reverso de la hoja... Se ve que, en vista de que ese día no contaba con algún cuaderno entre mis bolsillos, allí fueron a parar unas rápidas divagaciones sobre los temas aludidos en el título de esta publicación, más que probablemente acicateado por la lectura de ese libro que, vuelvo y repito, es maravilloso. Son notas o acotaciones, no pretenden ser otra cosa, sino un ejemplo más de mi tributo a la escritura fragmentaria, tal como acaso corresponda a un mundo en quiebra. Dejo copia de la factura que hiciera las veces de libreta temporal.
Salud!
lacl 
*******


El eternidad es una burbuja 
que lo contiene todo, 
Pero, ¿qué hay afuera?

(Sobre una factura de pago de servicio telefónico, 12 de Junio de 2013)

*******

El presente es la eternidad,
si aceptamos que los ríos 
de lo que fue y de lo que será
nacen en su lecho. 

(Sobre una factura de pago de servicio telefónico, 12 de Junio de 2013)

*******

Lo más sugestivamente hermoso de la aporía o paradoja del móvil de Zenón de Elea, esto es, sobre el infinito que contiene lo finito es que, de algún modo, prefiguraba ya la tesis de la imposibilidad de todo programa, intento o anhelo, esbozada por Kafka. Es cierto, cruzamos la ciudad para abrir un negocio, sentarnos detrás de un escritorio, recibir o impartir lecciones. Pero, realmente, ¿hemos estado allí? ¿no ha sido una ilusión? ¿quién ha llegado a casa desde su penumbra diaria, con el legado de una insólita rosa convertida en ofrenda en la mano?

(Al reverso de una factura de pago de servicio telefónico, 12 de Junio de 2013)

*******














Tinto anochecer




Y unas noches antes, con luna...





Alan Watts, Los límites del lenguaje. / Alan Watts ~ Limits of Language / Mike Oldfield - In the beginning & Let there be light





Un fragmento de la exposición de Watts:


Emerson escribió lo siguiente en un famoso pasaje: «A las rosas que hay bajo mi ventana no les preocupa si son mejores que las rosas anteriores ni si las rosas que vendrán después serán mejor que ellas. La rosa simplemente existe; existe con Dios hoy día. Pero los seres humanos, ignorantes de las riquezas que les rodean, siempre están listos para prever un futuro, y no saben vivir completamente aquí y ahora».

Ese es el punto principal que no alcanzamos a ver en ciertas culturas y ciertas otras especies. Gran parte de la contribución de las culturas africanas a la nuestra, especialmente en el mundo de la música, están relacionadas con estar vivo aquí y ahora, en lugar de hacer planes para otro momento.

Alan Watts, Los límites del lenguaje. 


LOS LIMITES DEL LENGUAJE, Alan Watts

         Cada visión que tenemos del mundo no es más que una manera de ver las cosas. Y existen infinitas maneras de ver. OM.
         Cuando pensamos que entendemos algo, la mayoría de nosotros queremos decir que hemos logrado traducirlo a palabras.
         No obstante, entendemos un enorme número de cosas que no sabemos expresar con palabras. Entendemos cómo respiramos, por ejemplo, pero no somos capaces de decirlo con palabras.
         De alguna manera hemos llegado a un estado mental en el que, a menos que expresemos las cosas en palabras (especialmente el tipo de cosas de las que he estado hablando), pensamos que no las comprendemos.
         Existen modos de vida enteros que no pueden entrar dentro de los esquemas que consideramos sensatos o académicamente respetables. Esto incluye el modo de vida de las plantas. Decimos que una persona cuya mente y cuerpo apenas funcionan se ha convertido en un mero vegetal. Esto es un insulto para los vegetales. Ningún vegetal es un mero vegetal.
         Mientras más sabemos de botánica y más empleamos la imaginación para intentar ponernos en la situación de una rosa, más nos damos cuenta de que esa es una forma de vida muy importante.
         Emerson escribió lo siguiente en un famoso pasaje: «A las rosas que hay bajo mi ventana no les preocupa si son mejores que las rosas anteriores ni si las rosas que vendrán después serán mejor que ellas. La rosa simplemente existe; existe con Dios hoy día. Pero los seres humanos, ignorantes de las riquezas que les rodean, siempre están listos para prever un futuro, y no saben vivir completamente aquí y ahora.
         Ese es el punto principal que no alcanzamos a ver en ciertas culturas y ciertas otras especies. Gran parte de la contribución de las culturas africanas a la nuestra, especialmente en el mundo de la música, están relacionadas con estar vivo aquí y ahora, en lugar de hacer planes para otro momento.
         Decimos que otras culturas son primitivas porque no siguen el plan de funcionamiento cultural que tenemos nosotros para el futuro. A menudo, se trataba de pueblos que eran felices de vivir en su lugar de origen, pero nosotros hemos llegado haciendo alboroto e interfiriendo con su manera de vivir y les decimos que, como no se interesan en el «progreso», no son verdaderamente cultos. Hemos buscado la confirmación de esto en el hecho de que estos pueblos vivían en un mundo sin historia.
         No obstante se dice: «Felices los pueblos que no tienen historia». Después de todo, ¿en qué consiste la historia? Es una serie de juegos de poder, de conquistas, de batallas, de disturbios, de gente que sólo piensa en sí misma.
         Por cierto, la cultura existe muy independientemente de la historia. En una cultura sin historia, la mayor atención se pone en ir completamente unido a las cosas que se repiten de ordinario y que tienen lugar día tras día: actos como cocinar, cultivar la tierra, cazar y hacer el amor. Estas cosas reciben la mayor atención y, a consecuencia de ello, se transforman en bellas artes.
         Esta manera de vivir sin historia es algo que debemos aprender a apreciar en Occidente.
         ¿Os dais cuenta cómo queda afectada nuestra consciencia por el hecho de estar constantemente expuesta a lo que llamamos noticias? Leemos los diarios, oímos las noticias en la radio y recibimos la impresión de que el mundo es una especie de carrera. Hay ese algo que sucede y al que llamamos historia; los periódicos nos hablan de ella. Oímos horrores, injusticias, de sastres, juegos políticos (todas esas terroríficas noticas) y nuestras glándulas reaccionan ante ellas segregando adrenalina, preparándoos para combatir la perversidad y la injusticia, y no podemos hacer absolutamente nada al respecto.
         Sólo las personas más influyentes, tras leer en el diario que ha sucedido algo horrible, pueden coger el teléfono para llamar a un amigo y decirle: «¿Qué diablos estás haciendo?» y corregir un poco la situación. Una persona ordinaria que desee llamar a un senador, al presidente, al presidente del Tribunal Supremo, ni siquiera podrá ponerse en contacto con ellos; sólo tendrá esta furia adrenalínica en su interior sin ninguna posibilidad de disiparla.
         Nos hallamos en medio de un sistema de comunicación que no funciona. Es decir, toda la radio, la televisión, los diarios, etc. (toda la información que recibe todo el mundo) en realidad es inútil porque no hay nada que podamos hacer al respecto.
         Además, existe una enorme diferencia entre el mundo tal y como es, y el mundo tal como lo describimos. Suponemos que el mundo de la televisión, los periódicos, las películas, los libros, las revistas,Time,Newsweek, representa lo que sucede en realidad, ya que nos hemos aclimatado a la cultura literaria de un estado industrial occidental.
         Pero no es así.
         Al igual que la opinión que uno tiene de sí mismo no es lo que uno es en realidad, las noticias no son lo que está sucediendo. Se trata de una visión particularmente deformada de lo que sucede, la expresión del limitado intelecto de los políticos y los reporteros.
         Lo que en realidad sucede en el mundo es muy. muy diferente. Cada visión que tenemos del mundo y cada selección de lo que es importante que hacemos, es simplemente una manera de ver las cosas y existen infinitas maneras de ver.
         Los grandes artistas lo han demostrado al enseñarnos a ver. Anteriormente hablamos de la progresión de pintura figurativa a pintura no figurativa, pasando por el paisajismo. Quedaríamos atónitos si pudiéramos ponemos en la actitud mental de un erudito europeo del siglo XIV que atravesara los Alpes. Podemos, imaginamos que esa persona se daría cuenta de que las montañas eran absolutamente magníficas, pero el erudito las veía solamente como una amenaza y un obstáculo que debía vencer. No veía nada bello en todo eso, hasta que los artistas se lo mostraron.
         AI considerar estas cosas nos damos cuenta de la medida en que nuestro conocimiento del mundo es un conocimiento convencional. Ponemos atención en una selección de cosas particulares que, a través de un lavado de cerebro, hemos aprendido a notar y menospreciamos el resto.
         Es como si el mundo fuera una mancha de Rorschach y hubiese una sola interpretación oficial de esa mancha. Todo el mundo está de acuerdo en que así es.
         Luego vendrá un gran genio que nos dirá que podemos ver el mundo de manera totalmente diferente y, al principio, todos creerán que está loco. Pero si el genio insiste durante el tiempo suficiente, llegamos a aceptar la nueva visión.
         Actualmente podemos ver los cuadros de Cézanne y damos cuenta de que la cosa es así. Podemos ver los cuadros de Van Gogh y darnos cuenta de que él realmente comprendió lo que se siente.
         Ellos nos enseñaron a ver.
         Cuando yo era pequeño pensaba que el arte chino era fantástico. Las cosas no se parecían a los cuadros; las flores y las montañas estaban estilizadas, eran muy extrañas. No obstante, cuando me acostumbré al arte chino, me di cuenta de que los chinos observaban las cosas con increíble exactitud.
         En el Museo Victoria & Albert de Londres, en una ocasión vi una xilografía de un tigre. Era el tigre más complicado y fantástico que había visto en mi vida y estaba seguro de que nunca sería posible descifrarlo, pero me interesaba mucho porque era sumamente extraño.
         Así que saqué mi cuaderno de dibujo y copié la estampa. Seguí todas las extremidades del tigre con gran cuidado y descubrí que su arreglo era completamente lógico. No era nada extraño en absoluto, simplemente se trataba de una pintura muy inteligente de un tigre, magistralmente lograda.
         Cuando finalmente pude visitar el Lejano Oriente, me pareció deliciosamente divertido ver hasta qué punto el Japón se parecía al Japón. Ahí estaban todas esas pinturas, ante mis propios ojos, en mi vida diaria. Las pinturas ya no me parecían extrañas.
         La moraleja de esto es que cada uno de nosotros tiene cierta visión del mundo que nos horroriza tanto como nos deleita. Desde la cuna a la tumba tenemos un programa que, según creemos, la sociedad aprueba, y nos sentimos muy inquietos si no lo seguimos exactamente. La interpretación social del Rorschach cósmico se expresa en palabras y convenciones, y pensamos que eso es la vida. Bueno, pues no lo es en absoluto.
         Al intentar escapar de la convención y de las barreras que las palabras crean entre nosotros y la realidad, podemos renunciar a nuestra identidad y decir: «Ahora el juego se terminó. Vamos a ver lo que hay detrás de todo esto. ¿Qué está sucediendo en realidad?»
         Tened cuidado para que el próximo swami que pase ante vosotros no os venda una nueva versión institucionalizada del mundo real. Por ejemplo, la noción de que cuando uno «despierta», todas las diferenciaciones se desvanecen, es una concepción convencional del universo.
         Ahora bien, es obvio que hay una manera de ver el mundo por nosotros mismos; posiblemente esta visión estará de acuerdo con lo que otra gente ve y podremos comunicar esa manera de ver a los demás. Tal vez no sea más que un brillo fugaz en los ojos lo que nos indique que alguien más lo ve exactamente como nosotros.
         Todas nuestras prácticas de meditación son simplemente para abrir nuestra consciencia a lo que sucede, por oposición a lo que se dice que sucede. Para hacerlo, debemos suspender nuestras palabras, dejar de hacer descripciones y estar alerta a lo que realmente sucede.
         Es así de simple.
         Si en realidad llegamos al punto en que no hablamos de ello todo resulta perfectamente claro. Todas las dificultades se desvanecen cuando uno se halla en la dimensión no verbal de la consciencia.
         La teología, la filosofía y la metafísica, tal y como hablamos de ellas, dejan de ser un problema urgente. Vemos las respuestas a todas las preguntas que se hacen los teólogos y los metafísicos y vemos también por qué sus preguntas son absurdas.
         Vemos cómo es posible que este momento sea lo que siempre buscamos...
         el Acontecimiento Divino     hacia el que se mueve toda creación.
         Todo se hace absolutamente claro si, al menos temporalmente, suspendemos las descripciones y los comentarios, y experimentamos directamente la vida.
                  OM
          
         Escucha.
         Escucha con atención.
         Escucha ese sonido.
         ¿Qué es?
         ¿Una corriente de aire?
         ¿Unas cuerdas vocales que vibran? ¿Tus propios tímpanos?
         ¿Algo que fluye en tu cabeza?
         Es todo eso.
         Ese sonido eres tú que vibras.
         Ese sonido eres tú.
         ¿Y quién eres tú?
         No me digas tu nombre, tu dirección y tu oficio.
         Sabes que son sólo máscaras, disfraces, la Gran Actuación. ¿Quién la representa? ¿Tu cuerpo?
         ¡Vaya actuación!
         ¿Y quién pone el cuerpo?
         Tu padre y tu madre. ¿Te pusieron ellos aquí?
         Vamos, no digas tonterías.
         Sabes muy bien quién eres, pero no lo quieres admitir.
         Ahí, profundamente, en el centro, en el centro de tu corazón lo sabes. Siempre has estado aquí y siempre lo estarás.
         Y el tú en ti es el mismo que el tú en mí.
         No eres un turista de visita en este mundo por un tiempo. Perteneces aquí, como la manzana al árbol.
         Y, así como la manzana es la energía del árbol, tú... sí, tú... eres la energía del mundo.
         No sabes quién eres, ¿no es así? No puedes llegar a ti mismo en realidad. Al igual que la yema de un dedo no se puede tocar a sí misma y los dientes no se pueden morder entre ellos.
         Y eso se debe a que tú, el tú profundo,
         es lo que llamamos Brahmán.
         El Ser del universo.
         El eso que no puede ser superado.
         El corazón y fundamento de todo lo que sucede.
         Piensas que vas a morir algún día. Sí.
         Eso es porque de vez en cuando tienes que apagarte a fin de que sepas que estás encendido.
         No puede haber arriba sin abajo, una parte trasera sin un frente,
         Un día luminoso sin una noche oscura.
         Todo es una pulsación.
         Así, ¿qué estás haciendo, Brahmán?
         Estás jugando solo a encenderte y apagarte,
         Al escondite contigo mismo.
         Simplemente vas por la eternidad en medio de la aventura Te olvidas de quién eres, en realidad.
         De vez en cuando finges que no eres más que un
         John Doe, o una
         Mary Smith, o una
         mariposa, o una
         oruga, o una
         estrella.
         Y que estás perdido en medio de un enorme Mundo Exterior Que tú no eres.
         Que no comprendes.
         Que no controlas.
         Por supuesto, debe haber un Otro para producir la sensación de que tú eres tú.
         Y para que te sientas realmente tú, ese mundo exterior debe sentirse realmente extraño, diferente, misterioso, i Viejo tramposo!
         En las profundidades de tu ser lo sabes todo y
         lo que quieres es que te sorprendan.
         Por eso debes dejar que las cosas se salgan de control.
         Tienes que sentirte perdido y solitario
         y llevas el juego hasta el fin
         inventando deseos y amores
         miedos y terror
         ansiedades devoradoras y
         mil delirios.
         Todo para poder imaginar que no eres tú Sino ESO
         el que lleva la batuta.
         pero nuestro secreto es...
         ¡Que tú eres ESO!
         Tú llevas la batuta.
         Al no dejar que tu mano derecha sepa lo que hace la izquierda.
         Al hacer que la vida sea una brecha vertiginosa entre lo que haces y lo que te sucede.
         Esa es la gran ilusión, la comedia.
         La Gran Actuación.
         Y no sólo juegas tu juego con elementos tan simples como Encender y Apagar, blanco y negro, vida y muerte.
         Para que parezca todo lo real que sea posible este mundo que tú representas debe ser tan complicado que no lo puedas descifrar.
         Así, entre
         el blanco y el negro, está toda la gama de colores.
         Entre un fuerte puñetazo en la cara y
         el intento de tocar el aire
         están todas las texturas de
         sentimiento
         ardor
         palpitación
         empujones
         abrazos
         caricias
         cosquillas
         besos
         roces
         fricciones
         y el viento leve sobre la piel.
         Tu mundo es todos estos elementos
                  de vida y sonido
         de gusto, olfato y tacto
         entretejidos en muchas dimensiones en el
         fabuloso telar de tu cerebro.
         Tu cerebro.
         La cosa más complicada del mundo.
         Que tú mismo creaste sin pensar siquiera en ello. Siempre has sido tú.
         Ya que tú, yo, el Ser es simplemente lo que hay y todo lo que hay.
         Todos somos rayos de un centro, tetas de una marrana, sonidos de una flauta.
         Para siempre jamás.
         Pero no resulta monótono ni aburrido
         porque lo olvidamos constantemente.
Mantenemos encendido lo Encendido intercalando Apagones.
         ¿Cómo es ESO de grande?
         ¿Cuánto dura un Encendido?
         ¿Cuánto dura un Apagón?
         Digamos que el hombre y la mujer, la vida humana es una danza que dura 4.320.000 años (sólo para dar una idea de la enormidad)
         Y desde luego
         hay todo tipo de danzas al mismo tiempo con sus propios ritmos Danzas de estrellas.
         Danzas de rocas.
         Danzas de peces.
         Danzas de insectos.
         Danzas de plantas Y extrañas escenas animales como danzas de cocodrilos
         y de elefantes.
         La danza humana dura 4.320.000 años, un período al que llamamos kalpa.
         Antes de que comience y
         después que termina
         siempre hay otro kalpa
         o período de apagón
         durante el cual el ser es simplemente el ser
         y no finge ser este yo o ese tú.
         A ese período de descanso le llamamos Paz. Desapego. Bienaventuranza pura.
         Cuando los 4.320.000 años de descanso llegan a su fin
         la danza comienza de nuevo
         aunque siempre parece igual que la primera vez.
         Cada día es hoy.
         Y después
         a través de muchos siglos
         a través de muchas pulsaciones de despertar y sueño vida y muerte
         extiendes tu mundo a través de un ciclo temporal que
         varía de humor
         como un arco iris, que va
         del violeta al rojo, del
         deleite real a la destrucción y el fuego. Ya que así como no hay violeta sin rojo no hay placer sin dolor.
         Existen cuatro grandes divisiones del kalpa.
         Se las ha comparado con las cuatro tiradas del juego hindú de
         dados.
         Primero está la tirada perfecta de cuatro.
         Después, la tirada ligeramente imperfecta de tres.
         Luego, la tirada de dos, y finalmente, la tirada peor, de uno.
         V así, el primer período dura 1.728.000 años
         durante los cuales el mundo es tan perfecto como una flor fresca tan inmaculado como la piel de una joven hermosa.
         El segundo período es un poco más corto.
         Dura 1.296.000 años
         durante los cuales entra en la vida un pequeño elemento de mal y
         decadencia
         Y se marchitan ligeramente las puntas de los pétalos.
         El tercer período dura 864.000 años.
         Durante esta era los poderes del bien y del mal se hallan equilibrados.
         El cuarto período dura solamente 432.000 años y en él los poderes del mal y la destrucción lo dominan todo.
         Al final tu Ser eterno
         toma la forma de Shiva, el señor de la renovación mediante la
         muerte.
         Tiene el cuerpo azul, diez brazos y lleva un collar de calaveras. Pero una de sus manos, con su gesto, nos recuerda que todo eso no es más que ilusión y juego.
         El Shiva baila la danza del fuego
         en la que se destruye el mundo material.
         Y el Ser regresa al estado de Paz
         desapego y
         bienaventuranza pura.
         Todo esto sucede eternamente kalpa tras kalpa tras kalpa y no solamente en este mundo visible que llamamos universo.
         Ya que este universo que conocemos
         tan sólo es un grano de polvo en otro universo.
         Y todos los granos de polvo de este universo que conocemos contienen diminutos universos sin medida.
         Sin fronteras dentro del átomo.
         Sin fronteras en la inmensidad.
         Por enorme por incomprensible
         por aterrorizante que nos pueda parecer toda esta demostración
         todo eso es básicamente hacer
         tu propio ser interior.
         Ese Ser que no puedes tocar ni ver
         ni clavar con una aguja ni controlar
         porque está demasiado próximo
         demasiado cerca
         justo en el centro de todo.

         Porque eres tú.

...

En el libro OM, La silaba sagrada



Alan Watts ~ Limits of Language





Mike Oldfield - In the beginning & Let there be light


Jorge Luis Borges: El tiempo / BORGES ENTREVISTA CARRIZO 1899-1920 PROG 1




Otra de las maravillosas conferencias de ese caballero que no terminamos de encomiar, descubrir y redescubrir. Es una charla magistral que no hace falta glosar. Sólo una sutil elegancia nos gustaría señalar. El Fausto de Goethe no fue muy del agrado de Borges (una vez calificó esa obra como una de las formas del tedio, o algo así). El párrafo con que abre su conferencia es todo un dechado de elegancia para señalar su crítica a ese clásico de la literatura alemana. Sin más, esa pieza oral de la que no hemos conseguido aún el registro en las redes.
Salud!
lacl 

Jorge Luis Borges: El tiempo   
(Borges Oral, Bruguera) 

A Nietzsche le desagradaba que se hablara parejamente de Goethe y de Schiller. Y podríamos decir que es igualmente irrespetuoso hablar del espacio y del tiempo, ya que podemos prescindir en nuestro pensamiento del espacio, pero no del tiempo.
Vamos a suponer que sólo tuviéramos un sentido, en lugar de cinco. Que ese sentido fuera el oído. Entonces, desaparece el mundo visual, es decir, desaparecen el firmamento, los astros… Que carecemos de nuestro tacto: desaparece lo áspero, lo liso, lo rugoso, etcétera. Si nos faltan también el olfato y el gusto perderemos también esas sensaciones localizadas en el paladar y en la nariz. Quedaría solamente el oído. Allí tendríamos un mundo posible que podría prescindir del espacio. Un mundo de individuos. De individuos que pueden comunicarse entre ellos, pueden ser millares, pueden ser millones, y se comunican por medio de palabras. Nada nos impide imaginar un lenguaje tan complejo o más complejo que el nuestro —y por medio de la música. Es decir, podríamos tener un mundo en el que no hubiera otra cosa sino conciencias y música. Podría objetarse que la música necesita de instrumentos. Pero es absurdo suponer que la música necesita instrumentos. Los instrumentos se necesitan para la producción de la música. Si pensamos en tal o en cual partitura, podemos imaginarla sin instrumentos: sin pianos, sin violines, sin flautas, etcétera.
Entonces, tendríamos un mundo tan complejo como el nuestro, hecho de conciencias individuales y de música. Como dijo Schopenhauer, la música no es algo que se agrega al mundo; la música ya es un mundo. En ese mundo, sin embargo, tendríamos siempre el tiempo. Porque el tiempo es la sucesión. Si yo me imagino a mí mismo, si cada uno de ustedes se imagina a sí mismo en una habitación oscura, desaparece el mundo visible, desaparece de su cuerpo. ¡Cuántas veces nos sentimos inconscientes de nuestro cuerpo…! Por ejemplo, yo ahora, sólo en este momento en que toco la mesa con la mano, tengo conciencia de la mano y de la mesa. Pero algo sucede. ¿Qué sucede? Pueden ser percepciones, pueden ser sensaciones o pueden ser simplemente memorias o imaginaciones. Pero siempre ocurre algo. Y aquí recuerdo uno de los hermosos versos de Tennyson, uno de los primeros versos que escribió: «Time is flowing in the middle of the night» (El tiempo que fluye a medianoche). Es una idea muy poética esa de que todo el mundo duerme, pero mientras tanto el silencioso río del tiempo —esa metáfora es inevitable— está fluyendo en los campos, por los sótanos, en el espacio, está fluyendo entre los astros.
Es decir, el tiempo es un problema esencial. Quiero decir que no podemos prescindir del tiempo. Nuestra conciencia está continuamente pasando de un estado a otro, y ése es el tiempo: la sucesión. Creo que Henri Bergson dijo que el tiempo era el problema capital de la metafísica. Si se hubiera resuelto ese problema, se habría resuelto todo. Felizmente, yo creo que no hay ningún peligro en que se resuelva; es decir, seguiremos siempre ansiosos. Siempre podremos decir, como San Agustín: «¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan lo sé. Si me lo preguntan, lo ignoro».
No sé si al cabo de veinte o treinta siglos de meditación hemos avanzado mucho en el problema del tiempo. Yo diría que siempre sentimos esa antigua perplejidad, esa que sintió mortalmente Heráclito en aquel ejemplo al que vuelvo siempre: nadie baja dos veces al mismo río. ¿Por qué nadie baja dos veces al mismo río? En primer término, porque las aguas del río fluyen. En segundo término —esto es algo que ya nos toca metafísicamente, que nos da como un principio de horror sagrado—, porque nosotros mismos somos también un río, nosotros también somos fluctuantes. El problema del tiempo es ése. Es el problema de lo fugitivo: el tiempo pasa. Vuelvo a recordar aquel hermoso verso de Boileau: «El tiempo pasa en el momento en que algo ya está lejos de mí». Mi presente —o lo que era mi presente— ya es el pasado. Pero ese tiempo que pasa, no pasa enteramente. Por ejemplo, yo conversé con ustedes el viernes pasado. Podemos decir que somos otros, ya que nos han pasado muchas cosas a todos nosotros en el curso de una semana. Sin embargo, somos los mismos. Yo sé que estuve disertando aquí, que estuve tratando de razonar y de hablar aquí, y ustedes quizás recuerden haber estado conmigo la semana pasada. En todo caso, queda en la memoria. La memoria es individual. Nosotros estamos hechos, en buena parte, de nuestra memoria.
Esa memoria está hecha, en buena parte, de olvido.
Tenemos, pues, el problema del tiempo. Ese problema puede no resolverse, pero podemos revisar las soluciones que se han dado. La más antigua es la que da Platón, la que luego dio Plotino y la que dio San Agustín después. Es la que se refiere a una de las más hermosas invenciones del hombre, Se me ocurre que se trata de una invención humana. Ustedes quizás pueden pensar de otro modo si son religiosos. Yo digo: esa hermosa invención de la eternidad. ¿Qué es la eternidad? La eternidad no es la suma de todos nuestros ayeres. La eternidad es todos nuestros ayeres, todos los ayeres de todos los seres conscientes. Todo el pasado, ese pasado que no se sabe cuándo empezó. Y luego, todo el presente. Este momento presente que abarca todas las ciudades, todos los mundos, el espacio entre los planetas. Y luego, el porvenir. El porvenir, que no ha sido creado aún, pero que también existe.
Los teólogos suponen que la eternidad viene a ser un instante en el cual se juntan milagrosamente esos diversos tiempos. Podemos usar las palabras de Plotino, que sintió profundamente el problema del tiempo. Plotino dice: hay tres tiempos, y los tres son el presente. Uno es el presente actual, el momento en que hablo. Es decir, el momento en que hablé, porque ya ese momento pertenece al pasado. Y luego tenemos el otro, que es el presente del pasado, que se llama memoria. Y el otro, el presente del porvenir, que viene a ser lo que imaginan nuestra esperanza o nuestro miedo.
Y ahora, vayamos a la solución que dio primeramente Platón, que parece arbitraria pero que sin embargo no lo es, como espero probarlo. Platón dijo que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. El empieza por eternidad, por un ser eterno, y ese ser eterno quiere proyectarse en otros seres. Y no puede hacerlo en su eternidad: tiene que hacerlo sucesivamente. El tiempo viene a ser la imagen móvil de la eternidad. Hay una sentencia del gran místico inglés William Blake que dice: «El tiempo es la dádiva de la eternidad». Si a nosotros nos dieran todo el ser… El ser es más que el universo, más que el mundo. Si a nosotros nos mostraran el ser una sola vez, quedaríamos aniquilados, anulados, muertos. En cambio, el tiempo es la dádiva de la eternidad. La eternidad nos permite todas esas experiencias de un modo sucesivo. Tenemos días y noches, tenemos horas, tenemos minutos, tenemos la memoria, tenemos las sensaciones actuales, y luego tenemos el porvenir, un porvenir cuya forma ignoramos aún pero que presentimos o tememos.
Todo eso nos es dado sucesivamente porque no podemos aguantar esa intolerable carga, esa intolerable descarga de todo el ser del universo. El tiempo vendría a ser un don de la eternidad. La eternidad nos permite vivir sucesivamente. Schopenhauer dijo que felizmente para nosotros nuestra vida está dividida en días y en noches, nuestra vida está interrumpida por el sueño. Nos levantamos por la mañana, pasamos nuestra jornada, luego dormimos. Si no hubiera sueño, sería intolerable vivir, no seríamos dueños del placer. La totalidad del ser es imposible para nosotros. Así nos dan todo, pero gradualmente.
La transmigración responde a una idea parecida. Quizás seríamos a un tiempo, como creen los panteístas, todos los minerales, todas las plantas, todos los animales, todos los hombres. Pero felizmente no lo sabemos. Felizmente, creemos en individuos. Porque si no estaríamos abrumados, estaríamos aniquilados por esa plenitud.
Llego ahora a San Agustín. Creo que nadie ha sentido con mayor intensidad que San Agustín el problema del tiempo, esa duda del tiempo. San Agustín dice que su alma arde, que está ardiendo porque quiere saber qué es el tiempo. El le pide a Dios que le revele qué es el tiempo. No por vana curiosidad sino porque él no puede vivir sin saber aquello. Aquello viene a ser la pregunta esencial, es decir, lo que Bergson diría después: el problema esencial de la metafísica. Todo eso lo dijo con ardor San Agustín.
Ahora que estamos hablando del tiempo, vamos a tomar un ejemplo aparentemente sencillo, el de las paradojas de Zenón. El las aplica al espacio, pero nosotros las aplicamos al tiempo. Vamos a tomar la más sencilla de todas; la paradoja o la aporía del móvil. El móvil está situado en una punta de la mesa, y tiene que llegar a la otra punta. Primero tiene que llegar a la mitad, pero antes tiene que cruzar por la mitad de la mitad, luego por la mitad de la mitad de la mitad, y así infinitamente. El móvil nunca llega de un extremo de la mesa al otro. Oh, si no, podemos buscar un ejemplo de la geometría. Se imagina un punto. Se supone que el punto no ocupa extensión alguna. Si tomamos luego una sucesión infinita de puntos, tendremos la línea. Y luego, tomando un número infinito de líneas, la superficie. Y un número infinito de superficies, tenemos el volumen. Pero yo no sé hasta dónde podemos entender esto, porque si el punto no es espacial, no se sabe de qué modo una suma, aunque sea infinita, de puntos inextensos, puede darnos una línea que es extensa. Al decir una línea, no pienso en una línea que va desde este punto de la tierra a la luna. Pienso, por ejemplo, en esta línea: la mesa, que estoy tocando. También consta de un número infinito de puntos. Y para todo eso se ha creído encontrar una solución.
Bertrand Russell lo explica así: hay números finitos (la serie natural de los números 1, 2. 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y así infinitamente). Pero luego consideramos otra serie, y esa otra serie tendrá exactamente la mitad de la extensión de la primera. Está hecha de todos los números pares. Así, al 1 corresponde él 2, al 2 corresponde el 4, al 3 corresponde el 6… Y luego tomemos otra serie. Vamos a elegir una cifra cualquiera. Por ejemplo, 365. Al 1 corresponde el 365, al 2 corresponde el 365 multiplicado por sí mismo, al 3 corresponde el 365 multiplicado a la tercera potencia. Tenemos así varias series de números que son todos infinitos. Es decir, en los números transfinitos las partes no son menos numerosas que el todo. Creo que esto ha sido aceptado por los matemáticos. Pero no sé hasta dónde nuestra imaginación puede aceptarlo.
Vamos a tomar el momento presente. ¿Qué es el momento presente? El momento presente es el momento que consta un poco de pasado y un poco de porvenir. El presente en sí es como el punto finito de la geometría. El presente en sí no existe. No es un dato inmediato de nuestra conciencia. Pues bien; tenemos el presente, y vemos que el presente está gradualmente volviéndose pasado, volviéndose futuro. Hay dos teorías del tiempo. Una de ellas, que es la que corresponde, creo, a casi todos nosotros, ve el tiempo como un río. Un río fluye desde el principio, desde el inconcebible principio, y ha llegado a nosotros. Luego tenemos la otra, la del metafísico James Bradley, inglés. Bradley dice que ocurre lo contrario: que el tiempo fluye desde el porvenir hacia el presente. Que aquel momento en el cual el futuro se vuelve pasado, es el momento que llamamos presente.
Podemos elegir entre ambas metáforas. Podemos situar el manantial del tiempo en el porvenir o en el pasado. Lo mismo da. Siempre estamos ante el río del tiempo. Ahora, ¿cómo resolver el problema de un origen del tiempo? Platón ha dado esa solución: el tiempo procede de la eternidad, y sería un error decir que la eternidad es anterior al tiempo. Porque decir anterior es decir que la eternidad pertenece al tiempo. También es un error decir, como Aristóteles, que el tiempo es la medida del movimiento, porque el movimiento ocurre en el tiempo y no puede explicar el tiempo. Hay una sentencia muy linda de San Agustín, que
dice: «Non in tempore, sed cum tempore Deus creavit caela et terram» (es decir: No en el tiempo, sino con tiempo, Dios creó los cielos y la tierra). Los primeros versículos del Génesis se refieren no sólo a la creación del mundo, a la creación de los mares, de la tierra, de la oscuridad, de la luz, sino al principio del tiempo. No hubo un tiempo anterior: el mundo empezó a ser con el tiempo, y desde entonces todo es sucesivo.
Yo no sé si este concepto de los números transfinitos que explicaba hace un momento puede ayudarnos. No sé si mi imaginación acepta esa idea. No sé si la de ustedes puede aceptarla. La idea de cantidades cuyas partes no sean menos extensas que el todo. En el caso de la serie natural de los números aceptamos que la cifra de números pares es igual a la cifra de números impares, es decir, que es infinita; que la cifra de potencia del número 365 es igual a la suma total. ¿Por qué no aceptar la idea de dos instantes de tiempo? ¿Por qué no aceptar la idea de las 7 y 4 minutos y de las 7 y 5 minutos? Parece muy difícil aceptar que entre esos dos instantes haya un número infinito o transfinito de instantes.
Sin embargo, Bertrand Russell nos pide que lo imaginemos así.
Bernheim dijo que las paradojas de Zenón se basaban en un concepto espacial del tiempo. Que en la realidad lo que existe es el ímpetu vital y que no podemos subdividirlo. Por ejemplo, si decimos que mientras Aquiles corre un metro la tortuga ha corrido un decímetro, eso es falso, porque decimos que Aquiles corre a grandes pasos al principio y luego a pasos de tortuga al final. Es decir, estamos aplicando al tiempo unas medidas que corresponden al espacio. Pero vamos a suponer un transcurso de cinco minutos de tiempo. Para que pasen cinco minutos dé tiempo es necesario que pase la mitad de cinco minutos. Para que pasen dos minutos y medio, tiene que pasar la mitad de dos minutos y medio. Para que pase la mitad, tiene que pasar la mitad de la mitad, y así infinitamente, de suerte que nunca pueden pasar cinco minutos. Aquí tenemos las aporías de Zenón aplicadas al tiempo con el mismo resultado.
Y podemos tomar también el ejemplo de la flecha. Zenón dice que una flecha en su vuelo está inmóvil en cada instante. Luego, el movimiento es imposible, ya que una suma de inmovilidades no puede constituir el movimiento.
Pero si nosotros pensamos que existe un espacio real, ese espacio puede ser divisible finalmente en puntos, aunque el espacio sea divisible infinitamente. Si pensamos en un espacio real, también puede subdividirse en instantes, en instantes de instantes, cada vez en unidades de unidades.
Si pensamos que el mundo es simplemente nuestra imaginación, si pensamos que cada uno de nosotros está soñando un mundo, ¿por qué no suponer que pensamos de un pensamiento a otro y que no existen esas subdivisiones puesto que no las sentimos? Lo único que existe es lo que sentimos nosotros. Sólo existen nuestras percepciones, nuestras emociones. Pero esa subdivisión es imaginaria, no es actual. Luego hay otra idea, que también parece pertenecer al común de los hombres, que es la idea de la unidad del tiempo. Fue establecida por Newton, pero ya la había establecido el consenso antes de él. Cuando Newton habló del tiempo matemático —es decir, de un solo tiempo que fluye a través de todo el universo— ese tiempo está fluyendo ahora en lugares vacíos, está fluyendo entre los astros, esta fluyendo de un modo uniforme. Pero el metafísico inglés Bradley dijo que no había ninguna razón para suponer eso.
Podemos suponer que hubiera diversas series de tiempo, decía, no relacionadas entre sí. Tendríamos una serie que podríamos llamar a, b, c, d, e, f… Esos hechos están relacionados entre sí: uno es posterior a otro, uno es anterior a otro, uno es contemporáneo de otro. Pero podríamos imaginar otra serie, con alfa, beta, gamma… Podríamos imaginar otras series de tiempos.
¿Por qué imaginar una sola serie de tiempo? Yo no sé si la imaginación de ustedes acepta esa idea. La idea de que hay muchos tiempos y que esas series de tiempos —naturalmente que los miembros de las series son anteriores, contemporáneos o posteriores entre sí— no son ni anteriores, ni posteriores, ni contemporáneas. Son series distintas. Eso podríamos imaginarlo en la conciencia de cada uno de nosotros. Podemos pensar en Leibniz, por ejemplo.
La idea es que cada uno de nosotros vive una serie de hechos, y esa serie de hechos puede ser paralela o no a otras. ¿Por qué aceptar esa idea? Esa idea es posible; nos daría un mundo más vasto, un mundo mucho más extraño que el actual. La idea de que no hay un tiempo. Creo que esa idea ha sido en cierto modo cobijada por la física actual, que no comprendo y que no conozco. La idea de varios tiempos. ¿Por qué suponer la idea de un solo tiempo, un tiempo absoluto, como lo suponía Newton?
Ahora vamos a volver al tema de la eternidad, a la idea de lo eterno que quiere manifestarse de algún modo, que se manifiesta en el espacio y en el tiempo. Lo eterno es el mundo de los arquetipos. En lo eterno, por ejemplo, no hay triángulo. Hay un solo triángulo, que no es ni equilátero, ni isósceles, ni escaleno. Ese triángulo es las tres cosas a la vez y ninguna de ellas. El hecho de que ese triángulo sea inconcebible no importa nada: ese triángulo existe.
O, por ejemplo, cada uno de nosotros puede ser una copia temporal y mortal del arquetipo de hombre. También se nos plantea el problema de si cada hombre tuviera su arquetipo platónico. Luego ese absoluto quiere manifestarse y se manifiesta en el tiempo. El tiempo es la imagen de la eternidad.
Yo creo que esto último nos ayudaría a entender por qué el tiempo es sucesivo. El tiempo es sucesivo porque habiendo salida de lo eterno quiere volver a lo eterno. Es decir, la idea de futuro corresponde a nuestro anhelo de volver al principio. Dios ha creado el mundo; todo el mundo, todo el universo de las criaturas, quiere volver a ese manantial eterno que es intemporal, no anterior al tiempo ni posterior; que está fuera del tiempo. Y eso ya quedaría en el ímpetu vital. Y también el hecho de que el tiempo está continuamente moviéndose. Hay quienes han negado el presente. Hay metafísicos en el Indostán que han dicho que no hay un momento en que la fruta cae. La fruta está por caer o está en el suelo, pero no hay un momento en que cae.
¡Qué raro pensar que de los tres tiempos en que hemos dividido el tiempo —el pasado, el presente, el futuro—, el más difícil, el más inasible, sea el presente! El presente es tan inasible como el punto. Porque si lo imaginamos sin extensión, no existe; tenemos que imaginar que el presente aparente vendría a ser un poco el pasado y un poco el porvenir Es decir, sentimos el pasaje del tiempo. Cuando yo hablo del pasaje del tiempo, estoy hablando de algo que todos ustedes sienten. Si yo hablo del presente, estoy hablando de una entidad abstracta. El presente no es un dato inmediato de nuestra conciencia.
Nosotros sentimos que estamos deslizándonos por el tiempo, es decir, podemos pensar que pasamos del futuro al pasado, o del pasado al futuro, pero no hay un momento en que podamos decirle al tiempo: «Detente ¡Eres tan hermoso…!» como quería Goethe. El presente no se detiene. No podríamos imaginar un presente puro; sería nulo. El presente tiene siempre una partícula de pasado, una partícula de futuro. Y parece que eso es necesario al tiempo. En nuestra experiencia, el
tiempo corresponde siempre al río de Heráclito, siempre seguimos con esa antigua parábola. Es como si no se hubiera adelantado en tantos siglos. Somos siempre Heráclito viéndose reflejado en el río, y pensando que el río no es el río porque ha cambiado las aguas y pensando que él no es Heráclito porque él ha sido otras personas entre la última vez que vio el río y ésta. Es decir, somos algo cambiante y algo permanente. Somos algo, esencialmente misterioso.
¿Qué sería cada uno de nosotros sin su memoria? Es una memoria que en buena parte está hecha del ruido pero que es esencial. No es necesario que yo recuerde, por ejemplo, para ser quien soy, que he vivido en Palermo, en Adrogué, en Ginebra, en España. Al mismo tiempo, yo tengo que sentir que no soy el que fui en esos lugares, que soy otro. Ese es el problema que nunca podremos resolver: el problema de la identidad cambiante. Y quizás la misma palabra cambio sea suficiente. Porque si hablamos de cambio de algo, no decimos que algo sea reemplazado por otra cosa. Decimos: La planta crece. No queremos decir con esto que una planta chica deba ser reemplazada por una más grande. Queremos decir que esa planta se convierte en otra cosa. Es decir, la idea de la permanencia en lo fugaz.
La idea del futuro vendría a justificar aquella antigua idea de Platón, que el tiempo es imagen móvil de lo eterno. Si el tiempo es la imagen de lo eterno, el futuro vendría a ser el movimiento del alma hacia el porvenir. El porvenir sería a su vez la vuelta a lo eterno. Es decir, que nuestra vida es una continua agonía. Cuando San Pablo dijo: «Muero cada día», no era una expresión patética la suya. La verdad es que morimos cada día y que nacemos cada día. Estamos continuamente naciendo y muriendo. Por eso el problema del tiempo nos toca más que los otros problemas metafísicos. Porque los otros son abstractos. El del tiempo es nuestro problema. ¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizás lo sepamos alguna vez. Quizás no. Pero mientras tanto, como dijo San Agustín, mi alma arde porque quiero saberlo.
23 de junio de 1978


BORGES ENTREVISTA CARRIZO 1899-1920 PROG 1