sábado, 30 de junio de 2018

Trazos, notas y rezos, lacl / Beethoven: Fidelio, Furtwängler (1953)






Casi siempre resulta espinoso entremezclar los asuntos de la política con los de la palabra poética. La política sirve a las causas de la mentira. La poesía (cabal, como la invocara Whitman) sirve a las causas de la verdad. Una verdad natural y superior a las opiniones personales. Una verdad encausada en el lecho de madre natura.

Por ello es que siempre me he sentido inclinado a desalinearme de los operadores políticos, pues en ellos es donde reside primordialmente el mal. Son operarios de la mentira.

Lo que sí no deja de asombrarme es que haya tantos amantes o cultores de la palabra poética dedicando sus vidas a las causas de la política y no de la poesía.

Me asombra que cuando un mortal (sea poeta o no) toma la palabra para denunciar las iniquidades que en contra del ser humano se conciertan en los cenáculos de poder, lo cual es obra usualmente de los operarios de la política o de los usurpadores del poder que se apoyan en los primeros, salgan ipso facto, como un resorte, tantos cultores de la poesía a denostar los argumentos esgrimidos por el atrevido mortal. 

(lacl, 06 de Mayo 2018)

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Mostrar desnudos de Modigliani es transgresor. Así que algunas publicaciones de mi blog, aquellas que muestran en su portada algún desnudo artístico, quedan suspendidas, a objeto de que algún moderador o administrador de la página en la que uno intenta compartir un contenido, tome la decisión de aprobarla o rechazarla. Me refiero, por supuesto, a los contenidos que uno desea compartir en los grupos de afinidad temática de la red Facebook. Aquí queda como invalidado el ácido adagio de Karl Kraus: “Se prohíbe, con razón, toda sátira que entienda el censor.” Los robots no necesitan entender ninguna sátira.

(lacl, 17 de Abril de 2018)

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Hemos construido una vida que bien ha sabido diferenciar lo efímero de lo humano, de lo efímero de la naturaleza. Y de allí -me parece- han partido muchas tristezas y sinsabores...

(lacl, 31 de Mayo, 2014)

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Terrible es que la historia escrita por el hombre se haya instituido como el eterno retorno de lo efímero y causal, cuando la vida, toda vida -la de la flor de un día, por ejemplo-, tan fehacientemente nos trasciende y tan sin causa alguna…


(lacl, 31 de Mayo, 2014)

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Beethoven: Fidelio, Furtwängler (1953)





"El amor conyugal de Leonora aparece, al individuo moderno armado con realismo y psicología, irremediablemente abstracto y teórico... Ahora que los acontecimientos políticos en Alemania han restaurado a los conceptos de dignidad humana y libertad su significado original, esta es la ópera que, gracias a la música de Beethoven, nos reconforta y da valor... Verdaderamente, Fidelio no es una ópera en el sentido en que estábamos habituados, ni Beethoven es un músico para el teatro, o un dramaturgo. Es un poco más, un músico completo, y más allá de eso, un santo y un visionario. Lo que nos perturba no es el efecto material, ni el hecho del "aprisionamiento"; cualquier película puede crear el mismo efecto. No, es la música, es el propio Beethoven. Es esta "nostalgia de libertad" que siente, o mejor dicho, nos hace sentir; esto es lo que nos conmueve hasta las lágrimas. Su Fidelio tiene más de Misa que de Ópera; los sentimientos que expresa proceden de la esfera de lo sagrado, y predican una "religión de humanidad" que nunca encontramos tan bella o necesaria como hoy, después de todo lo que hemos vivido. Aquí radica la fuerza singular de esta ópera única... Independiente de cualquier consideración histórica... el llameante mensaje de Fidelio nos afecta hondamente.

Wilhelm Furtwängler, Salzburgo, 1948.




viernes, 29 de junio de 2018

El Amante. Hermanm Hesse. / Hesse, pintor.




El Amante.

Un bello trabajo realizado con uno de los poemas de Hesse. La pieza musical es arrobadora, el colmo de la belleza y en empatía con los versos de Hesse. Igualmente la dicción del lector se acomoda al ritmo de los versos y al de la música...Agrego debajo el poema en alemán y una versión a nuestra lengua castiza.

(lacl, 25 / 06 / 2018)




El amante

Aquí yace ahora tu amigo despierto en la mansa noche,
aún tibio de ti, y lleno de tu aroma todavía,
de tus ojos, tu cabello y beso – ¡ah medianoche,
oh luna y estrella y aire azul nublado!
En ti, amada, mi sueño se eleva
Insondable como en el mar, las montañas, el acantilado,
salpicado por las olas e insuflado por su espuma,
ser sol, raíz, animal
en torno a ti,
por estar cerca de ti.
Saturno ronda a lo lejos y la luna, yo no los veo,
sólo miro tu cara de pálido polen,
y río en silencio y lloro embriagado,
y ya no hay dicha, no más sufrimiento,
sólo tú, sólo tú y yo, perdidos
en el profundo espacio, en el profundo mar,
en ello estamos perdidos,
y allí morimos para volver a renacer.

Hermann Hesse julio de 1921

Der Liebende

Nun liegt dein Freund wach in der milden Nacht,
Noch warm von dir, noch voll von deinem Duft,
Von deinem Blick und Haar und Kuß - o Mitternacht,
O Mond und Stern und blaue Nebelluft!
In dich, Geliebte, steigt mein Traum
Tief wie in Meer, Gebirg und Kluft hinein,
Verspritzt in Brandung und verweht zu Schaum,
Ist Sonne, Wurzel, Tier,
Nur um bei dir,
Um nah bei dir zu sein.
Saturn kreist fern und Mond, ich seh sie nicht,
Seh nur in Blumenblässe dein Gesicht,
Und lache still und weine trunken,
Nicht Glück, nicht Leid ist mehr,
Nur du, nur ich und du, versunken
Ins tiefe All, ins tiefe Meer,
Darein sind wir verloren,
Drin sterben wir und werden neugeboren.

Hermann Hesse Juli 1921



Hermann Hesse, pintor

"Yo no dedico gran afán a la posesión; me separo fácilmente de las cosas y las doy con facilidad. Pero ahora me abruma un afán por querer retener, sobre el cual a veces debo sonreír. En el jardín, sobre la terraza, junto a la torrecilla bajo la veleta, me siento día tras día y permanezco quieto durante horas, y de pronto me lleno de actividad y con lápiz y pluma, con pincel y pinturas, trato de reproducir esto y aquello de la floreciente y efímera riqueza que hay. Dibujo con esfuerzo las sombras de la mañana en la escalera del jardín y las revueltas de las gruesas serpientes de glicinias, y trato de reproducir los lejanos y vidriosos colores de las montañas al atardecer, que son tan delgadas como un hálito y tan radiantes como joyas. Después vuelvo a casa cansado, muy cansado, y cuando por la noche coloco mis hojas en la carpeta, casi me entristezco al ver lo poco que pude anotar y conservar de todo ello".

(Hermann Hesse)








jueves, 28 de junio de 2018

Arqueología de la modernidad. Molière, Ariane Mnouchkine y el Teatro del Sol. / Purcell: King Arthur

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Arqueología de la modernidad. 

Cuarenta años de una obra maestra... Al menos, así me lo pareció en la oportunidad de ver este Molière arrobador de Mnouchkine y el Teatro del Sol...

Escenas inolvidables, el candoroso, insobornable y enfadadizo amor de padre e hijo, la tarima teatral que (con todo y actores) se lleva una ventolera y casi les lanza a un despeñadero, el carnaval, la carnestolenda de los caballos de la troupe por parte de una colectividad muerta de hambre y ese final, ese final con fondo de ópera (Purcell) mascullando la propia muerte, en una ascensión de nunca acabar por unas escaleras anticipadamente kafkianas a ignotos parajes, pero sobre todo por ese soterrado empecinamiento de Molière (que recorre toda la trama) por navegar a contracorriente…

“…Aunque seguramente cambiaré de idea, en este momento creo que el teatro es un arte que habla menos de sí y más de la sociedad. En el cine hay algo de narcisismo que infiere sobre el director. Se mira uno más en el cine que en el teatro. Esto no es un absoluto, pues Molière también habla de la sociedad, pero de una manera más introspectiva que en el teatro…”

Ariane Mnouchkine

Debería ser reeditada y difundida nuevamente.

Salud!
lacl


P. D. Dejamos algunas panorámicas del film.


Algunas escenas extraídas del film...










Purcell: King Arthur






domingo, 24 de junio de 2018

¿Por qué este espíritu de farsa que sobre mi alma ronda? lacl / La noche verde / Leonora Carrington, en su voz: "La novia del viento".


Caracas de noche, vista desde el Avila, lacl 
(El río de luz es la Cota Mil)


¿Por qué este espíritu de farsa
que sobre mi alma ronda
cada vez que marcho a la plaza
para un fin determinado?

¿Por qué este sudor ciego
gritando en mi fuero interior:
la vida está en otra parte?

¿Por qué, si amo la luz,
me siento cual un perfecto
bribón entre quienes
señorean en el ágora?

¿Por qué, una vez que ya he llegado,
insiste esa vocecilla detrás de mi oreja
en susurrarme que huya por la tangente,
que tome las de Villadiego,
que vuele adonde haya respiro?

¿Por qué esta nausea que se aviene
cada vez que miro a las gentes
sentarse a concertar en algo?

¿Por qué si amo las nubes, el verdor
o el canto del viento entre las hojas,
me ataca este horror ante la plaza pública?

Porque me temo que una mentira
muy grande yace allí, donde cada gesto,
palabra u oficiosidad se tiende
como un pacto sellado entre los hijos
de esta tribu de prestidigitadores.

Porque la plaza, toda plaza,
sólo ha de tener fin
para fines indeterminados.


lacl, 06 de Mayo, 2016 (rescatado y repasado el 24 de Junio de 2016, un boceto a medio hacer al que luego no he querido agregarle más palabras)



Pájaro carpintero, lacl, Maracaibo.
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LA NOCHE VERDE. 

Imágenes captadas con la cámara del móvil, sin ningún tipo de iluminación artificial. 












Leonora Carrington 

"La novia del viento"


Me encanta su franqueza...



 Con Max Ernst en estas fotos en B/N








miércoles, 20 de junio de 2018

Carta de Alberto Arvelo Torrealba a Antonio Estévez / Antonio Estévez: Cantata criolla (Felipe Izcaray, 1987)

















Cuán bello hilar de la palabra el de Don Alberto. En la línea de los grandes prosistas de nuestra América, sin más. Su prosa nos recuerda el arte de nuestros grandes prosistas, como Alfonso Reyes en México, Mariano Picón Salas en Venezuela, Jorge Luis Borges en la Argentina. Palabras mayores. Un hilar que no le teme a la elegancia. Algo que es de extrañar en esta actualidad sin contenidos. Porque la elegancia, en lo que toca a lengua y escritura, no es un lujo ni culto del ripio, sino amor a la palabra. Y se tiene amor a la palabra porque se le tiene amor a los valores fundamentales de lo humano, entre los que debería siempre destacarse al verbo. Sin verbo no somos nada, no hay cultura, ni tendríamos arte. Don Alberto, como un jurado defensor de tales valores escribe una muy bien apuntada glosa en la que no falta la gracia.

La carta me ha llegado por bondad de mi prima Natalia Lauro. Quien a su vez la ha tomado del blog Venezuela Sinfónica.

En la publicación referida hay un detalle que me encanta. Y es una de las gráficas que acompañan al texto. Aquella de Don Antonio Estévez dirigiendo uno de sus ensayos. Me encanta ver que ha dejado sus zapatos a un lado para dirigir desde la comodidad de un descalzado…

Reproducimos la carta del poeta Alberto Arvelo Torrealba al maestro Antonio Estévez. Y agrego en ofrenda la primera versión no dirigida por el maestro Estévez de su vibrante Cantata criolla, ocasión en la que Don Antonio le pidiera al Director Felipe Izcaray que dedicara la ejecución de los músicos a la memoria de sus primeros intérpretes: al magnífico Don Teodoro Capriles y a nuestro amado tío Antonio Lauro.

La dirección de la publicación de donde tomo el texto de la carta es la siguiente:


¡Salud!
lacl

Agregamos la carta y algunas gráficas… 

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Acarigua, 6 de diciembre de 1961

Señor
Profesor Antonio Estévez
Caracas.

Querido y admirado amigo:

Conocía su estupenda Cantata Criolla sólo por grabaciones. Hoy, después de haberla escuchado en el estadio de Maracay, con intervención de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, de los solistas Antonio Lauro y Teo Capriles y de varios selectos grupos de Caracas; y tras el cordial entusiasmo con que usted, su gentil esposa y todos los artistas del proscenio nos agasajaron después del acto a mí y a mi mujer, al reconocernos entre la multitud, quiero reiterar y ampliar por escrito lo que en esta oportunidad esbocé en breves palabras imprevistas.

Convalecía entonces de fuertes quebrantos de salud, y la emoción, es cierto, halló campo favorable para conmoverme en forma inusitada al comienzo del acto, casi hasta inhibirme de gozarlo en plenitud. Esa sacudida afectiva se revivió en los episodios del aljibe de arena. Pero contrariamente a lo que podría presumirse, cuando resonaron los cascos del caballo, heraldos del vaquero sombrío; cuando el solo de Lauro, trágico y desafiante, hondo de llanería diablesca, encarnó la presencia del espanto, y los coros la tremoliaron hasta desvanecerla, y sobre todo; cuando la voz de Capriles, inmensa y solitaria estiró aquel ”sabana, sabana, tierra que hace sudar y querer”, como enrumbada hacia las señeras soledades “sin jorobas”, entonces aspiré una saludable sensación del patio familiar tranquilo. Entré en mi mundo. Me di cuenta de que aquella era la misma gente mía, mis propios hijos mayores, a quienes puse una vez a pelear por prepotencias ideales, y que ahora tornan a mí, vestidos de gala, ricos y enaltecidos, pero con el mismo amor y el mismo dolor de la patria con que de mí se fueron.

Mucho debe mi poesía a los preclaros músicos y compositores que la han interpretado. Majadero inquisidor de mis propios versos, aún de aquellos ya incorporados a mis libros, creo, sin embargo, que la mínima retribución al regalo de un aire musical selecto para una poesía, es mantener ésta intocada, inmune a la propia inconformidad, como reverencia espiritual a la música que la enaltece. Tal regla, con todo, he dejado de cumplirla con respecto a “Florentino el que cantó con el Diablo”. Hecho por el cual debo a usted y al público una explicación.

A principios de 1950, decidí reestructurar la versión originaria de ese poema, para darla a la edición extraordinaria del “El Nacional” de ese año. Como quedaban pocos meses para el arreglo, y dado el carácter antagónico de los personajes, procedí, en fiel introversión de sus fueros, a darles plazo fijo para presentar su pliego de puntas, réplicas y contraréplicas en la ampliación de la porfía. Vencido ese lapso, con el juicio contradictorio de los coplistas aún en fogueo, dí por clausurada la nueva versión y la mandé puntualmente al periódico. Pero los pensamientos rivales quedaron trabajando, en los términos toldados del subconsciente. Ardides del decir, retruques, saetas, refranes alusivos, retruécanos, alardeos epigramáticos, se multiplicaban, esgrimidos por los contrincantes, en clave recíproca. En virtud de esta íntima querella, a raíz de publicada la nueva versión, ya se gestaba otra de mayor amplitud, aún sin yo quererlo.

Para ese momento – agosto de 1950 –según me lo explicaba en Roma el insigne profesor Plaza, ya usted tenía casi lista la CANTATA CRIOLLA. Acaecieron, a partir de entonces, varios hechos artísticos extraordinarios.

En primer lugar, usted se impuso la tarea titánica, perdiendo quizás varios años de trabajo, de rehacer la partitura, precisamente en la parte de la misma que debía llevarle más tiempo: todo El Reto, más el comienzo de La Porfía. De este modo, la CANTATA CRIOLLA, interpretaba en su mitad inicial, la versión de 1950, mientras que el resto de la obra, quedaba sin cambios de fondo, concordado a la versión originaria de 1941.



Por otra parte, al estrenar usted su obra, la música rebalsó la poesía. Por el cauce estrecho de mi Apure coplero, usted puso a correr el Orinoco de su fantástica imaginación musical. A los versos del contrapunteo se asociaron, despertando sugestiones insospechadas, los austeros contornos de las melodías. A cada lado de las estrofas interpretadas, y por ende a la vera de todo el poema, quedaron, por magia de la música, cual en la vecindad de los ríos después de las crecidas, inmensos charcos luminosos, grávidos de imágenes inéditas. Por eso en los últimos toques que di a mi obra al forjar en 1957 la versión definitiva, tuvo que haber algo, acaso mucho de la interpretación a esos ecos de su interpretación.

Finalmente esa música, como una clarinada, como un alerta de gallos madrugueros, reactivó el espíritu combativo de mis personajes. Y sucedió lo que tenía que suceder. En la nueva planificación de la obra los copleros rivales en contumacia casi anárquica, se prevalieron de mi entusiasmo, para desbordarse en el desahogo ilimitado de sus argumentos reprimidos.

Así nació, con posterioridad a la CANTATA CRIOLLA, la versión última de mi poema. La última digo, porque me propongo no ceder ni un palmo ante el influjo de los personajes. Están ahora otra vez en tranca de viva reyerta, pidiéndome que siga la porfía. Categóricamente enfatizo que no lo lograrán.

Sé que el jinete del trote sombrío anda diciendo por los hatos de Barinas que pedirá la nulidad del poema porque en su último canto hubo milagro, patentizado en adelanto fraudulento de la aurora. Son alharacas y artificios muy propios de él. Jurista de altura, bien sabe que las leyes naturales no admiten prueba en contrario. Bien sabe también que si algo aparece como axiomático en mi poema, es el haber cruzado yo impávido, entre las dos figuras querellosas, sin diferencias ni desigualdades.

Más todavía. En alardeo de ésta imparcialidad, bien puedo confesar ahora cuando ya solo soy un tercero en la litis, que si alguna tentación de preferencia tuve en el poema, fue hacia el Diablo. Florentino es más fresco de lirismo, más ágil de epigrama, más sabio de imagen pechera, mas brujo de rasgueo en las cuerdas, más rico de atropello en el cantar. Pero el grave Autócrata de la Tiniebla es más hondo, mas poeta, más músico, más humano en las resonancias de la tragedia y la amargura. Rebelión y sufrimiento son el signo cardinal satánico. Cuando en el último drama de Byron, Caín pregunta: “¿Qué hacer para alcanzar destello de la eternidad?” – “Sufrir! ya estás en ella” fue la respuesta del díscolo y taciturno Arcángel Desterrado.

Para mí fue el propio Diablo, por confiado en su prepotencia retórica, pero acaso menos zahorí que su adversario, el que invirtió el lógico desenlace de la tremenda supremacía controvertida. Porque él no ha debido aceptar nunca la asonancia aguda de la primera vocal que le planteó su contrincante para el último episodio de la instancia. Y si la aceptó, ufano de su baquía poética, pregonando que los graves y los agudos le dan lo mismo, ha debido cambiar tal rima, después de la segunda réplica. Olvidó, y eso le costó un triunfo que él mismo ya había pregonado, que esa asonancia es asaz propicia para exultar pompa y arrobamiento religiosos, y sobre todo para la evocación mariana en cadenas, ráfaga final de desespero, con que Florentino logró enmudecerlo.

Esa es la realidad. Lo del milagro, con los “lebrunos del día” surgentes en la alta madrugada, es una despechada fabulación del Tenebroso, quien ya otra vez fue sorprendido por el alba, según pintoresco pasaje de Milton. Acaso se propone coaccionarme moralmente para que yo siga la porfía. Mas “sepa el cantador sombrío” que me inhibo definitivamente de la misma, la cual él y su adversario bien pueden continuar por su sola cuenta; y que si insiste en la sediciente acción de nulidad, la cual por lo demás ya está prescrita, remitiré todos los recaudos poéticos y musicales relativos al caso al señor Obispo de mi jurisdicción eclesiástica, para que éste decida la controversia, ya que los milagros, como figura jurídica, pertenecen al Derecho Canónico.

Siento mucho mi distinguido amigo, que no me sea dable finalizar esta carta con un juicio técnicamente apreciativo de su gran obra, por ser yo un perfecto profano en la especialidad artística donde usted campea. Mi vieja llanería sí puede, en cambio, intuir la siguiente apreciación objetiva:

Armonizando antítesis, como en dialéctica de embrujo, su Cantata se nos revela sosegadora e inquietante, llana y profunda, universal y criolla, popular y erudita, real y fantasmagórica. Su fondo permanente es rebeldía. Su fuerza humana, la virtualidad de conmover muchedumbres y de pasmar maestros. Su proeza artística, hacernos oír, bajo el cielo de América, con virgen voz americana, el ronco son de los remos con que aún golpean a los siglos los trágicos barqueros de la Estigia y el Aqueronte. Dentro de lo musical, la concurrencia de esos rasgos tipifica el signo demoníaco. Lo cual da a usted, sitio de honor entre los grandes músicos de inspiración diabólica que patrullea Paganini.

Por todo eso empiezo a sospechar, dilecto amigo, que entre los dos copleros, fraternos en el arte, antagónicos en el rumbo y en la meta de la esperanza, usted ha tenido también su poquito de preferencia por el Diablo.

De usted, cordialmente,

Alberto Arvelo Torrealba


Estévez, Lauro, Capriles

Alvarado, Lauro, Estevez, Sevillano, Capriles. En la UCV,  Aula Magna, 1977


Antonio Estévez:  Cantata criolla 
(Felipe Izcaray, 1987)



Alberto Arvelo Torrealba