Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
La austeridad es una forma de crueldad. El hábito
de la censura es tan sólo un desahogo de la soberbia, de creernos superiores a
los demás, y la superioridad depende del punto de vista y es casi siempre
ilusoria.
José Antonio
Ramos Sucre - Carta a Dolores Emilia Madriz.
Hamburgo, 08 de
Enero de 1930
He visto a personas obrar mal con mucha moral y
compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas.
Albert Camus, El
hombre absurdo, en El mito de Sísifo.
Pruebas de una verdadera vida anterior. Yo ya te
he visto antes, los milagros de la era primitiva y del fin de los tiempos.
Franz Kafka,
Aforismos.
Los libros resultan ser buenos en su estilo,
pero no por ello dejan de ser un pálido
sustituto de la vida.
Robert Louis
Stevenson, Apología de los ociosos.
La consecuencia fundamental del trabajo es el
impedimento de la ociosidad a la gente común; por ejemplo a los funcionarios,
comerciantes, soldados, etc. La objeción fundamental contra el socialismo es
que quiere instituir la ociosidad para la gente común. Ésta, ociosa, mengua y
es una carga para el mundo.
Nietzsche,
Fragmentos póstumos sobre política.
GUARIDA MUSICAL. Karl Richter. Bach, Matthäus-Passion BWV 244.
Jose Antonio Ramos Sucre. La vida del maldito, La Torre de Timón, 1929 / Fragmento de carta a César Zumeta
Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad,
sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal.
Imagino constantemente la sensación del padecimiento físico, de la lesión
orgánica.
Conservo recuerdos pronunciados de mi infancia, rememoro la faz marchita de mis
abuelos, que murieron en esta misma vivienda espaciosa, heridos por dolencias
prolongadas. Reconstituyo la escena de sus exequias, que presencié asombrado e
inocente.
Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los
poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta
curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida
atolondrada y maleante al dejar las aulas. Detesto íntimamente a mis
semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas inhumanos; y confieso que, en
los días vacantes de mi juventud, mi índole destemplada y huraña me envolvía
sin tregua en reyertas vehementes y despertaba las observaciones irónicas de
las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de diversión y peligro.
No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad, mucho
antes del término de mi juventud, retirándome a ésta, mi ciudad nativa, lejana
del progreso, asentada en una comarca apática y neutral. Desde entonces no he
dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus espaldas fluye un delgado
río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles crecidos, en pie
sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento furioso, nacido de los
montes áridos. La calle delantera, siempre desierta, suena a veces con el paso
de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña etrusca.
La curiosidad me indujo a nupcias desventuradas, y casé improvisadamente con
una joven caracterizada por los rasgos de mi persona física, pero mejorados por
una distinción original. La trataba con un desdén superior, dedicándole el
mismo aprecio que a una muñeca desmontable por piezas. Pronto me aburrí de
aquel ser infantil, ocasionalmente molesto, y decidí suprimirlo para
enriquecimiento de mi experiencia.
La conduje con cierto pretexto delante de una excavación abierta adrede en el
patio de esta misma casa. Yo portaba una pieza de hierro y con ella le coloqué
encima de la oreja un firme porrazo. La infeliz cayó de rodillas dentro de la
fosa, emitiendo débiles alaridos como de boba. La cubrí de tierra, y esa tarde
me senté solo a la mesa, celebrando su ausencia.
La misma noche y otras siguientes, a hora avanzada, un brusco resplandor
iluminaba mi dormitorio y me ahuyentaba el sueño sin remedio. Enmagrecí y me
torné pálido, perdiendo sensiblemente las fuerzas. Para distraerme, contraje la
costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las
campiñas libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un
mismo árbol envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal
paraje murmullos dispersos y difusos, que no llegaban a voces. Viví así
innumerables días hasta que, después de una crisis nerviosa que me ofuscó la
razón, desperté clavado por la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado
de un fiel servidor que defendió los días de mi infancia.
Paso el tiempo en una meditación inquieta, cubierto, la mitad del cuerpo hasta
los pies, por una felpa anchurosa. Quiero morir y busco las sugestiones
lúgubres, y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en
un desván de la casa.
En esta situación me visita, increpándome ferozmente, el espectro de mi
víctima. Avanza hasta mí con las manos vengadoras en alto, mientras mi continuo
servidor se arrincona de miedo; pero no dejaré esta mansión sino cuando sucumba
por el encono del fantasma inclemente. Yo quiero escapar de los hombres hasta
después de muerto, y tengo ordenado que este edificio desaparezca, al día
siguiente de finar mi vida y junto con mi cadáver, en medio de un torbellino de
llamas.
Del libro LA TORRE DE TIMON, 1925.
Fragmento de carta a César Zumeta.
"...Durante el insomnio de anoche he
examinado una breve novela de Goethe, episodio inserto en Wilhelm Meister, y
cuyo nombre es Bekenntnisse einer schönen seele. Si usted estuviera presente,
admiraríamos juntos la habilidad de aquel poeta en describir los escrúpulos de
un alma nostálgica, agitada por inquietudes teológicas. Ningún crítico de
Goethe ha mentado jamás este breve momento del Wilhelm Meister. Por lo menos,
yo no conozco ninguna referencia de comentador alguno. Goethe difiere aquí del
panteísta y del naturalista..."
JARS, Hamburgo, 05 de Enero de 1930.
Los
aires del presagio, Rafael Ángel Insausti. Monte Ávila Editores, Caracas, 1976
Una bien contada historia, que me hizo llorar
hacia mis adentros.
Venimos desarmados a este encuentro de gavetas e
infinito... Y, la verdad, a veces nos cuesta no sentir conmiseración por estas
vidas nuestras, humanas, tan precarias, tan personalmente soledosas, tan
desamparadas, tan desnudas de divinidad y tan revestidas de falsos dioses y
creencias, de tan resbaladiza autoafirmación, tan recargadas de no declarados engaños
y desengaños…
Este film, bien elaborado en líneas generales,
logra despertar tanto la compasión como la nostalgia. Y eso es una gran
virtud... Si una obra de arte ha de tener una misión o una función, en mi opinión,
ha de ser la de despertar nuestra ordinariamente dormida sensibilidad, convocar
la humana compasión y, un poco, como pidiera Hesse a la poesía, despertar la
nostalgia. No le veo otro sentido al arte, que ha de tener su toque de poesía siempre
en el trasfondo.
Sin esa experiencia tan honda del amor imposible
que ha sido, sin embargo, delectado casi que con el paladar que une al alma con
la piel, experiencia que intuimos ha de haber sido tan dolorosa para Sabina
Spielrein como para Jung, no habrían llegado, ni él ni ella, a conclusiones
luminosas o, al menos, esclarecedoras para poder continuar con su vivir.
No debemos, sin embargo, dejar de lado que aunque
el filme se base en un episodio real de las vidas de Spielrein y Jung, hay
mucho de ficción en él, un componente que será imposible evadir en una obra de
esta naturaleza. Hay mucho de conjetural en una obra de arte que, aun basándose
en cartas y testimonios, aborde un universo tan esquivo como el de la psique.
La razón no cuenta, por lo demás, con herramienta
alguna que pueda lidiar con lo numinoso que tiembla en experiencias emotivas
tales como una insondable y vertiginosa pasión amorosa. Me parece que sólo el
efecto reflexivo post traumático de la psique que ha sido tatuada con la
experiencia del amor feliz y, a la vez, imposible, es capaz de intuir, si no
zanjar y (menos aún) explicar, las razones de que la poderosa ceguera amorosa logre
siempre alzarse victoriosa y con ello arrastrarnos irremisiblemente al abismo
de la destemplanza cuando Afrodita y Eros tocan a nuestras puertas.
Pocos psicoterapeutas han sido tan insistentes en
la absoluta necesidad de plantear un distanciamiento entre terapeuta y
paciente, pues como Jung mismo expusiera en su obra escrita, el psicoterapeuta
adolece del mismo pathos que sus pacientes. Evidentemente, nada logra abrirnos
los ojos como aquello que se vive en carne propia.
Una pregunta, que dejamos abierta: ¿Quién es el guardián del alma de quién?
Y una clave; la piedra que en el film le entrega el joven Carl a Sabina
simboliza su alma. A lo que ella llana e inocentemente le responde, “Soul
keeper”, mientras besa la piedra.
Sin más, aquí dejamos el enlace para quien desee degustar
ese film. Y más abajo un fragmento de uno de los ensayos de Sabina Spielrein, luego de que se graduara como médico y se dedicara a la psicoterapia.
Salud!
lacl
Nota Bene: Este es un blog sin fines de lucro. Los derechos de registro de los documentos audiovisuales que se publican acá, no nos pertenecen. Los divulgamos exclusivamente por intereses artísticos y culturales. Si no puede observar el video de la película en este espacio, puede ir a la red YouTube para verle allí.
LA DESTRUCCIÓN COMO
ORIGEN DEL DEVENIR (*)
SABINA SPIELREIN
(Traducción
Viviana Ruth Johanis)
Al ocuparme de
problemas sexuales, me interesó especialmente una cuestión: ¿por qué este
instinto más fuerte, el instinto de reproducción, aloja en sí, junto a los sentimientos
positivos de esperarse a priori, sentimientos negativos como miedo, asco, los
que en realidad deben superarse para que pueda lograrse la actividad positiva?
La opinión negativa
del individuo sobre la actividad sexual naturalmente llamó especialmente la
atención en neuróticos. Por lo que sé, algunos investigadores buscaron la razón
de esta resistencia en nuestras costumbres, en la educación, la que se esfuerza
por mantener al instinto dentro de límites y por ello instruye a cada niño para
considerar la realización del deseo sexual como algo malo, prohibido.
A algunos les llamó
la atención la frecuencia de las ideas de muerte relacionadas con los deseos
sexuales, sin embargo se interpretó a la muerte como símbolo de la decadencia
moral (Stekel 1). Gross deriva la
sensación de asco a los productos sexuales de la coexistencia espacial con la
excreta muerta. Freud atribuye las resistencias, el miedo, a la represión de
los deseos afectivamente positivos. Bleuler ve en el rechazo lo negativo necesario,
que también debe existir en la idea afectivamente positiva.
En Jung encontré el
siguiente pasaje:
“El ansia
apasionada, es decir la libido, tiene dos lados: es la fuerza que embellece todo
y que eventualmente destruye todo. A menudo se tiene la impresión de no poder entender
bien en qué consiste la cualidad destructiva de la fuerza creadora.
Una mujer que
sobre todo en las actuales circunstancias culturales cede a la pasión, experimenta
demasiado pronto lo destructivo. Hay que imaginarse un poco apartado de situaciones
civilmente decentes para entender qué sensación de enorme inseguridad invade a
la persona que se abandona sin condiciones al destino.
Ser uno mismo
fértil significa destruirse a uno mismo, porque con el surgimiento de la generación
venidera la anterior superó su apogeo. Nuestros descendientes se convierten así
en nuestros enemigos más peligrosos, con quienes no nos las arreglamos porque sobrevivirán
y nos quitarán el poder de las debilitadas manos.
El miedo al
destino erótico es totalmente comprensible, porque hay algo imprevisible en
ello. El destino alberga peligros ignotos, y el continuo vacilar del neurótico
en aventurarse a la vida se explica del deseo de poder estar apartado, para no
participar luchando en la peligrosa batalla de la vida. Quien rehusa a la
aventura de vivir tiene que apagar en sí mismo el deseo a ello, incurrir en una
especie de suicidio. De ahí se explican las fantasías de muerte que
generalmente acompañan a la renuncia al deseo erótico”. (2)
Cito adrede tan
extensamente las palabras de Jung porque su comentario, al hacer mención a un
peligro desconocido que hay en la actividad erótica, es el que más coincide con
los resultados que obtuve. Además, es muy importante para mí que también un individuo
de sexo masculino sea consciente de un peligro no sólo social. Jung no compatibiliza
sin embargo las ideas de muerte con las ideas sexuales, sino que las contrapone.
De mis prácticas con
muchachas puedo decir que cuando aparece por primera vez la posibilidad de
realización del deseo, normalmente es el sentimiento de miedo el que está en el
primer plano de los afectos de represión, y precisamente es una forma bien
concreta de miedo: se siente al enemigo dentro de uno mismo. Es la propia
pasión amorosa la que con la necesidad férrea lo obliga a uno a lo que uno no
quiere. Se siente el final, lo efímero, de lo que en vano quisiera huirse a
distancias remotas.
¿Eso es todo?, cabría
preguntarse. ¿Es eso el punto culminante, y no hay nada más fuera de ello? ¿Qué
ocurre con el individuo durante la actividad sexual, que justificaría tal estado
de ánimo?
NOTAS
1 Al tiempo de
escribir este trabajo no había aparecido aún “Die Sprache des Traumes” [“El
lenguaje del sueño”] del Dr. Stekel. En su obra, el autor comprueba en
numerosos sueños, que junto al deseo de vivir tenemos el deseo de morir. Al
último lo interpreta como oposición al deseo existente en la esencia del
instinto sexual.ç
2 Transformaciones y símbolos de
la libido. Este anuario, T. III.
Si
desea seguir leyendo el trabajo de Sabina Spielrein, puede ir a la siguiente dirección:
Hubo una vez un monstruo que se mudó al 91 de la
calle Monroe.
Es un monobloque lleno de puertorriqueños e
italianos, judíos y negros, irlandeses y algunos chinos, muchos inmigrantes de
primera generación, una cantidad de artistas y bohemios; toda esta gente usa
disfraces.
Pero este monstruo tenía una apariencia muy
extraña.
Era bajo y feo, y tenía pelo color zanahoria y cuarenta
años de edad. Usaba una larga capa verde que lo cubría por completo; la capa
arrastraba un poquito por el suelo cuando él caminaba, de modo que no se le
veían las piernas.
Esto le daba una apariencia extraña, pero lo que
hacía que la gente lo llamara monstruo era su peculiar forma de caminar o, más
bien, de moverse.
Porque él no caminaba como todo el mundo.
Era como si se deslizara.
Era como si alguien lo estuviera empujando sobre
patines, o como si él anduviera en bicicleta de una sola rueda, y algunos
decían que en realidad se sentaba con las piernas cruzadas y flotaba en el
aire.
Algunos pensaban que era un ángel, otros que era
un demonio, pero todos, viejas, gangsters, jóvenes y chicos, todos sentían el
mismo miedo cuando lo veían llegar, deslizándose.
La gente corría adentro para mirarlo desde los
zaguanes y por las ventanas, espiándolo desde atrás de las cortinas, mientras
él se deslizaba melancólicamente por la calle vacía.
Siguió así durante unas dos semanas.
El monstruo era muy regular en sus horarios. Salía
temprano por la mañana y volvía en el temprano atardecer, y nadie supo nunca
adónde iba o qué hacía cuando se metía en su departamento.
Un anochecer, al tiempo que el monstruo daba
vuelta a la esquina y la calle se vaciaba, un vagabundo se cayó del bar de la
otra esquina.
El vagabundo empezó a tambalearse calle arriba
hacia el monstruo, y estaba tan borracho, blasfemando y eructando y hablándose
a sí mismo, que no advirtió el silencio, o el vacío, o la cabeza colorada
envuelta en una capa verde, que rápidamente se le acercaba.
Pero toda la calle Monroe los estaba mirando.
Se encontraron.
El vagabundo miró, y vio al monstruo, y revisó su
bolsillo y extrajo un cigarrillo, y el cigarrillo estaba roto, y dijo: “¡Eh,
compañero! ¿Tiene fuego?”.
El monstruo se agitó debajo de su capa y sacó un
fósforo y encendió el cigarrillo del vagabundo.
Fue en este punto en que el vagabundo, que estaba
tan borracho, se derrumbó, y al caer lo hizo encima del monstruo, haciéndolo
caer, caer en mitad de la calle, y en este proceso se aferró a la capa del
monstruo y se la arrancó.
¡El monstruo quedó completamente a la vista!
¡Y la gente corrió afuera y formó un gran círculo
alrededor del monstruo y miró!
Y entonces alguien dijo, con una especie de
desengaño en la voz: “Bah, tiene nada más que tres piernas”.
Entonces, otro dijo: “Sí, no es ningún diablo. No
es ningún ángel. ¡Ja! Tiene nada más que tres piernas. Por eso es que camina
así”.
Entonces empezaron a enfurecerse con el monstruo,
gritándole en son de guerra por haberlos asustado.
Y corrían las lágrimas por las mejillas del pobre
monstruo mientras intentaba explicarles que él no había querido realmente
asustarlos, sino que estaba avergonzado de su deformidad y por eso usaba la
larga capa.
Finalmente, un tipo dio un paso fuera de la
multitud y ayudó al monstruo a incorporarse, y dijo: “¿Sabe, amigo? ¡Lo que
usted necesita es un trago!”
Así que el monstruo, con la capa enroscada en el
brazo, se deslizó hasta el bar de la esquina, y una multitud de hombres lo
siguió.
Sus manos temblaban mientras tomaba el trago, de
modo que los otros hombres hicieron como que no se daban cuenta. Uno de ellos
dijo: “¿Usted cree que los Yanquis ganarán mañana?”.
Otro dijo: “Bueno, ¡apuesto dos dólares a que
sí!”.
El monstruo se dio vuelta, señalando al hombre con
un dedo tieso, y gritó: “¡Tomo esa apuesta!”.
Porque, fíjense, él era hincha de los Dodgers.
Este es, en verdad, el final de la historia.
Pero no puedo evitar darme cuenta de que el
monstruo y la gente se han olvidado por completo del vagabundo.
Mientras están sentados, tomando y hablando de
baseball, el vagabundo yace inconsciente en la alcantarilla, y nunca se
enterará de la gran acción que ha hecho. Los chicos se cuidan de no pisarlo
cuando corren persiguiéndose unos a otros, pero ésa es la máxima atención que
se le dispensa.
Pero, como autor, tengo ciertos poderes.
Así que me gustaría expresar la gratitud que mis
personajes no han demostrado. Fíjense, este vagabundo va a morir, de todas
maneras, de tuberculosis en un par de meses, pero yo voy a hacer que la policía
lo detenga acusándolo de ebriedad y se lo lleven al Hospital Bellevue, y
descubran ahí su tuberculosis y lo manden a un hospicio del Estado, a morir.
Ellos se ocuparán de él.
(FIN)
Recomendamos la visita a la siguiente publicación, para quien
desee escuchar uno de sus cuentos, tal como nacieron, del narrar a voz en
cuello...
Un añejo texto escrito por mandato del sueño... La primera parte fue escrita de corrido, luego de que la frase en inglés, "the word is unfinished", muy claramente pronunciada, me despertara. La segunda parte es, más bien, un resabio de lo que dejara ese sueño revoloteando en mi psique. Salud!
lacl
.
(The word is unfinished)
I.
¿
Dónde reside la hermosa perfección
de nuestras obras ?
...
vanidad de vanidades ...
Nuestra obra máxima
es
la humillación.
Lo inacabado es nuestra
verdadera
realización,
no
hay otra realización,
no
hay metas donde poder encofrar
una
pretendida perfección de nuestras obras.
Podemos
florecer,
florecerle
al mundo,
dándole
cumplimiento
a
aquello que nos llama
hasta
el final;
pero
no podemos parir un final cerrado,
un
rigor mortis postizo
para
la expresión
que
se desliza de nuestras manos.
¿
No está la portentosa reina de los cielos
por siempre inacabada,
por siempre renaciendo,
por siempre remuriendo ?
La verdadera joya prístina reside
en
un acto de amor y reconocimiento:
el
amoroso reconocimiento
de
lo inacabado.
Sólo somos ofrenda.
(The word is unfinished)
II.
La palabra está inacabada
porque el verbo
está inacabado
La mujer está inacabada
(porque lo bello es
inacabado)
La extática y delicada captura de un
gesto amable
es expresión inacabada,
pues,
la deliberada indulgencia de algún placer sensual
está, por gracia de la fortuna, inacabada,
Porque esperanza y perfección son
inacabadas,
las estrellas y el universo
entero están inacabados
Eureka: ¡el hombre está inacabado!
(Porque
todo lo inacabado algún día acabará,
sólo lo
inacabado está acabado)
(*)
Frase aparecida en un sueño, la que me impulsara a levantarme de la cama para
escribir de inmediato lo dictado.
Cierta tarde, una de aquellas en las que asistíamos
con gustosa y, a la vez, sosegada ansiedad a la Escuela de Letras, como partícipes
de un taller de escritura ensayística con Rafael Cadenas, recuerdo que el
profesor nos legó una de esas frases o giros suyos, que más que aisladas o taciturnas
expresiones son un dechado de templanza que busca alianzas y concatenaciones en
el aire. Meros señalamientos que se quedan flotando en el aire para que sean
recogidos por alguna red.
Refiriéndose a la modernidad, nos decía aquella tarde
que, cosa curiosa, en ella se hubiera extendido de manera tan estentórea la
escritura fragmentaria, y que era cosa digna de anotar.
Ello dio motivo para una de esas gratas conversas,
en las que todo participante tenía y sentía derecho pleno para agregar sus
consideraciones personales, acaso como víctimas personales de tal
fragmentarismo.
No éramos más de doce los participantes. Y era una
maravilla poder ser arte y parte de un entregado conversar, en el que cada uno sintiera
gana vital de escuchar y compartir lo que adentro pugnaba por ser contraste, a
la luz de las otras almas allí reunidas.
Comentario aparte, nada me vino mejor al ánimo que
desde niño me signara, tal señalamiento del profesor Cadenas (como
siempre le llamara), pues vino en mi asistencia en momento oportuno. Y me llevó
a reflexionar sobre el asunto, que no era otra la razón de habernos tendido en
el aire su expresión. Avizoré, de un modo más decantado, la fascinación y
hermandad que sintiera siempre por la escritura de Kafka, sus adagios, sus
peripecias incompletas, la imposibilidad de concluir “verdaderamente” nada de
lo que se emprenda, algo muy difícil de explicar si no es por medio de parábolas
al estilo del titubeante maestro de Praga. O por las notas póstumas de Nietzsche,
tan luminosas como un sol a punto de explotar. Y sólo menciono a dos.
A los seres humanos, no nos ha quedado más remedio
que responder de manera fragmentaria al estallido en que ha desembocado el
mundo humano. Si lo que hay son fragmentos, es con fragmentos que se armará muy
buena parte de todo lo legado.
No soy un disciplinado escritor de adagios o notas,
ni de ninguna otra cosa. Es decir, no escribo adrede. No pretendo ser más de lo
que soy. Escribo porque lo necesito, como el respirar e independientemente de
los “resultados”. Y el día que no lo necesite, simplemente, colgaré los bártulos.
Y no sé si dejaré de respirar. Es algo que me intriga. Lo cierto es que de
aquella tarde guardo la amorosa memoria. Y que de aquella conversa deviene esa sección
de mi blog que bautizara con la palabra “Fragmentarias”, haciendo evidentemente
relación entre el estallido de la luz con el de la palabra que alumbra, incluso
cuando nos venga rota. No necesito justificarme, mas si lo necesitara, me bastaría
con traer a la mesa otro fragmento, éste de Hesse:
“…Hacer
versos malos es algo que depara mucha más felicidad que leer los más bellos…” Expresión
que muy bien podemos endosarle a la escritura de notas, adagios, apotegmas y
otras especies…
Salud!
lacl
Notas y adagios…
Hay veces que me siento impelido a suspirar debido
a la acidez de mi incredulidad con respecto a lo que somos como especie. Somos
un canto al exabrupto. Malgastamos lo más preciado de nuestro tiempo, respirar
a plenitud en el ser y con el ser de todas las cosas, animadas o inanimadas,
por estar dedicados a ponerle zancadillas a cualquier otro ser que se atreva a
pasar por nuestro lado. Hemos perdido un tiempo valioso. Un millón de años perdidos.
El cosmos, por fortuna, no derramará ni una sola lágrima por todas las gotas que
de nuestra sangre incansablemente hemos derramado, el día en que venturosamente
hayamos dejado de existir. (lacl, 21/04/2018)
*
Aunque puristas y directores de correccionales se
enrabieten, lo diré. No está escrito en las tablas de la ley que haya que
leerse “todo” El Quijote para aprehenderlo. Por supuesto que aconsejamos su
lectura pues, más que lectura es viaje del ánima en comparsa. Pero es que el
Quijote es tan donoso, en su ofrenda y su derrota, que hace aparición allí,
donde no ha sido llamado…
(lacl, 20/04/2018)
*
La memoria es la amante del corazón.
(lacl (16/ 04/2018, amaneciendo.)
*
Post
Scriptum.
Aunque es un secreto a voces. A desoídas voces,
desde luego.
(lacl, 17/04/2018)
*
Un viejo dicho reza:
nobleza obliga. Mas para el teatro del ahora cabe sospechar que nobleza sea un
sobrante.
(lacl, 01/03/2018. 3 am)
******
Y dejaremos otros, casi
todos, más anejos, amén de algunos que he subido recientemente a mi perfil. No colocaré
aquí fechas ni datos de origen, soolo los textos…
...voy
a negarme, porque al aseverarme me pierdo...
(la voz que siempre me despierta)
*******
Urgen pensamientos oblongos, cual la brisa que
hace cantar a las hojas de los eucaliptos.
*******
Desvencijamiento. Es la
única palabra que tengo para la presentísima modernidad...
Soy un disco rayado.
*******
A mí me han bloqueado
los desnudos de Modigliani en la redes sociales... Transgresor es el arte, mas
no las bélicas operaciones quirúrgicas...
*******
Ayer, un mínimo gesto me
hizo sentir como el pecador inmaculado que, secretamente, atisba en la sombra
de nuestro discurrir.
*******
La vida se ensancha
cuando el superlativo yo desaparece...
*******
Misión del poeta es
desinflar las chifladuras del ego. Mas debe comenzar por el suyo.
lacl. Bitácora en Acuario.
*******
No hablemos del ayer, pues nuestra vida es hoy,
pero tengo la ingrata sensación de que en el mundo de ahora, en este preciso
instante que nos vive y es vivido, prevalece una ausencia absoluta de
pensamientos oblongos y una sobreabundancia de mentalidades cuadradas…
31 de Marzo de 2017, 3 am.
Una
anotación al aire que rescato gracias a la galería de los recuerdos que pone a
nuestro servicio la red...
*******
El pasado es un espejo.
*******
Nada más alejado del
poeta que un sentimiento de orgullo.
En él, eso sí, vergüenza del espíritu. De ello ha de tener mucho.
*******
Creemos en el crear,
creamos en el creer.
lacl, adagio suelto, 1980