Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
He estado dándole vueltas a un impulso de escribir una Apología de la Indolencia. Pero pasan los días y las noches y nada. La indolencia se endereza victoriosa ante cualquier conato de mi ociosa y dúctil voluntad. No sé que salga de esta suerte de trance en el que se encuentra (digámoslo así) postrada mi esencia sutil. Pero debo señalar que tal impulso no debe su origen a que me haya abandonado a un sentimiento de alma en bancarrota (aunque eso es algo que tampoco me atrevería a asegurar), sino porque la desazón y la náusea que me comunica “eso” que de manera vacua algunas gentes llaman las “fuerzas vivas” de una nación, con sinceridad lo digo, se empina como un fratricida coloso de Rodas encima de cualquier anhelo de dicha. Me contentaré con llanamente decir que ojalá y que no exista la reencarnación. Pero que si ella ha de ser inevitable, que nos evite el aburrimiento de ver lo mismo en las futuras reencarnaciones, esto es, que se haga certeza la promesa de que si uno ha de volver -por fuerza- a vestir cuerpo vital, que lo sea realmente por una misión ascensional del espíritu, que tan extraña y burdamente sabe olvidarse de sí mismo cuando se ha alojado en una piel y que tan inocentemente se contenta con los mendrugos de pan que le prodiga la ilusión de la materia. Creo que fue Michelangelo quien dijera: “la contemplación de un bello rostro, al cielo me eleva”. Simplemente mirar. Mirar y callar. Mirar para refocilarse en el goce de lo mirado, aun no siendo bello. Siento que había allí una promesa y un convite. Mirar un rostro de labios cerrados y mantener los propios impasibles al gusto por las exclamaciones, pero con los sentidos abiertos al goce de lo contemplativo. Exactamente lo contrario de lo que vemos a diario suceder en esta comarca plagada de bárbaros que se engalanan con pieles de cordero. Y no me alargaré más en el tema, porque de pronto me encontraré con que he comenzado a escribir esa tentadora Apología de la Indolencia. Misión para la que en estos momentos acaso no esté preparada mi esencia sutil. Por lo demás, tanta es la indolencia que brota a raudales en los poros de la tierra, tanta la indolencia que -como flores y frutos- brotan de un edénico e inverosímil vergel, que debo ser humilde y aceptar que mi ociosa voluntad rápidamente abandonaría el encargo y se echaría en alguna hamaca con la intención de reflexionar en el por qué de la indolencia. Así que me daré por satisfecho de haber logrado salir por un derrotero y presentar una suerte de bitácora esbozada “en medio” de la indolencia. Salud! Luis Alejandro. * La imagen pertenece al montaje La clase muerta, de Tadeusz Kantor. Fragmentarias
Me tomo el abuso de colocar algunos de mis rasguños, razón por la cual me eximiré de hacer presentación alguna. Lo hago sin orden ni concierto, entresacando de mi cuaderno de bolsillo, de la misma manera en que se han ido escribiendo, al azar y por mero gusto o sentir. Salud! lacl
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Noche entera dando vueltas en la cama con una palabra degustándose en la punta de mi lengua: miseridumbre. (Antenoche)
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Miseridumbre, miseridumbre, miseridumbre. No hay otra cosa alrededor.
(esta madrugada)
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Pausa & Pensamiento = Silencio & Escucha Las ideas no son nuestras.
(Octubre 15, 2008; desafortunadamente no puedo desplegar -tipográficamente- las palabras de la manera en que fueron escritas) Post Scriptum, 04 de Enero, 2019. En el papel es algo como esto:
Pausa Silencio
& = &
Pensamiento Escucha
Las ideas no son nuestras.
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Un poeta orgulloso de su tropo ha dejado de ser poeta
(Octubre 15, mañanita)
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Nada más alejado del poeta que un sentimiento de orgullo. En él, eso sí, vergüenza del espíritu. De ello ha de tener mucho.
(Octubre 11, madrugada)
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No hay laberinto sin corazón como no hay extravío sin consumación. Nos perdemos buscando nuestro ombligo.
(Noviembre 30, media tarde)
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Lluvia suave, pertinaz. El agua cae apacible, con oblicuidad inducida por el viento. Un colibrí bebe el néctar de las bromelias. Las antorchas de los papiros no encuentran palabras para agradecer el beso de la garúa.
(Noviembre 30, media tarde)
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I. Alguien habla de Pessoa, de su época, toma distancia y le saluda diciendo: “desde nuestro siglo”. Y yo lo siento tan al lado, caminando en parca soledad por calles que son tan mías como suyas. Convivimos en una misma ciudad. Nunca hablamos, fiel a mi costumbre de no importunar a los poetas. Lo veo dar vueltas en torno a una glorieta. Es un transeúnte de paso incuestionable aunque sin derrotero. Su silueta asombrerada ondula sobre las aguas de una fuente por obra de un caprichoso fogonazo del sol. .....
II.
Nuestras vidas transitan derrochando hojas de calendario, aunque dicen que el tiempo fluye… ¿Ya ha pasado ayer? Porque no le vi pasar. Sigo sentado en la glorieta. Me place esta ciudad sin días. (03 de Diciembre, 2008. 4:00 AM)
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Proponer algo a posteriori: proponer un futuro pasado
(17 de Diciembre. 1:50 AM) añadidos…
Después del agasajo. Mi casa se ha quedado deshabitada de las voces de mis queridos amigos. La noche va entrando en sus estancias y, con ella, sus secretas luces. El silencio hace silencio, en su intento de hacerse lecho o cobija de la soledad, en esta hora de quietud un tanto desamparada en virtud de la ausencia de sus huellas, sus alientos, de la estampa y cruce de sus pasos e impensadas palabras. ¿Tendrán ellos esta noche en sus lechos, con sus incipientes pero insinuantes luces? Alzo mi copa porque así sea, en mi casa sitiada por el silencio de la noche iluminada.
(25 de Diciembre, anochecer) * * * * * CARTA AL COMETA HALLEY, Adriano González León
Esta es la Carta al Cometa Halley que Adriano González León la regalara a Yineska y de la que hablaba en mi glosa de inicios de 2008, tras su partida de estas tierras. La consigno ahora… Hacer click sobre ella para poder leerla.
* Guarida de los poetas William S. Burroughs - The Junky's Christmas http://www.youtube.com/watch?v=u6kHN92Yv48 Billie Holiday - Strange fruit
Y ahora vamos con la cuarta parte de la hermosa e iluminada charla de Borges sobre la ceguera. http://www.youtube.com/watch?v=-rj3-sXUtVc Roberto Goyeneche "el Polaco" - La última curda http://www.youtube.com/watch?v=9aVRy-uAWEY
Tengo que ponerme los interiores. Tengo que ponerme los interiores. No es que sea macho de los que llaman vernáculos. Se me exige orden, disciplina. Y si pretendo formar filas en la mansedumbre para obtener mi mendrugo de pan, tendré que negociar con “ellos”, me veré forzado a morigerar los que hasta ayer me parecían ser los más irrefrenables impulsos de dios Pan. Esto es, como y reparto mendrugos de pan para negar a Dios. Porque Dios es pánico, arrebato, secuestro, extravío de mi ser ante ese ombligo del cielo al que da cara mi valerosa indefensión. Odio el orgullo de los hombres. Y, sin embargo, qué orgullo de la vida nos recorre en los afluentes de la sangre, qué alegría de ser tan infinitamente precarios. Pero nos hablamos, escribimos, memoramos y, es más, nos construimos como si fuésemos eternidad encarnada, útero del cosmos. El tiempo desfallece en nuestras venas. El cielo se detuvo y se echó a dormir, agotado de esperarnos. Rocas y guijarros dejaron de cantar. Pero nosotros seguimos impertérritos, caminando sin andar, derrotando nuestros derroteros, hilando sin tejer, somos “cosa hecha”. lacl (escrito en el mes de Junio de 2008)
Tu Fu (o Du Fu) 712-770 A mis amigos y a los desconocidos, a los que ven, a los que no ven y a los que ven distorsionado, un poema de Tu Fu…
ESCRITO CUANDO BEBÍA SOLO
¿Por qué se alegra tanto el resplandor de mi lámpara? la esmeralda del vino me conforta con afecto. Vagabundo como siempre, parezco soñar; un espíritu me despierta en el fondo del poema. Ante mis ojos, soldados luchan sin tregua; ¿en verdad los letrados mejoran el mundo? Clavado en mi pequeño puesto oficial, me avergüenzo ante la gente libre. Tomado de Bosque de pinceles unote los libros que con sumo placer me traje el año pasado de la Feria de Guadalajara. Publicado por Hiperión , traducido por Guillermo Dañino. Fragmentarias de Paul Valéry - Sólo hay que pedir al cielo la euforia, y los medios para servirse de ella.
- Los pensamientos, las emociones desnudas son tan débiles como los hombres del todo desnudos.
Hay pues que vestirlos
- Un poema debe ser una fiesta del intelecto. No puede ser otra cosa.
Fiesta: es un juego, pero solemne, pero regalado, pero significativo; imagen de lo que no se es de ordinario, del estado en que los esfuerzos son ritmos, redimidos.
Se celebra algo realizándolo o representándolo en su más puro y bello estado.
Aquí, la facultad del lenguaje, y su fenómeno inverso, la comprensión, la identidad de cosas que separa. Se dejan de lado sus miserias, sus debilidades, su cotidianeidad. Se organiza todo lo posible del lenguaje.
Acabada la fiesta, nada ha de quedar. Cenizas, guirnaldas pisoteadas.
- Lo que uno escribe como quien juega, otro lo lee tensa y apasionadamente. Lo que uno escribe tensa y apasionadamente, otro lo lee como quien juega.
Paul Valéry, Tel Quel. Publicado en español por Editorial Labor. Traducción de Nicanor Ancochea.
GUARIDA DE LOS POETAS Uno de mis favoritos, William Burroughs. Puedo escuchar Spare ass Annie una y otra vez.
NOTA: Desafortunadamente, este link ha sido dado de baja de Youtube. Es una pena que quienes se encuentran de alguna manera ligados a los actos de creación, coloquen en primer lugar sus copy rights, pues de lo que se trata es de comunicar, de entrar en comunión, antes que velar porque todos saquen su dólar del bolsillo. Es por ello que hemos colocado The Junky's Christmas, Part One ... William S. Burroughs -The Junky's Christmas, Part One Nota de Julio 03 de 2012: Como también han dado de baja el video de Junky Christmas, subo otro enlace en la esperanza de que no lo retiren de la web. Se trata de comunicar lo que tiene algún valor, no hay interés alguno en lucrar con la cultura...
http://www.youtube.com/watch?v=LCTKfb9_mXI
Nota (26 / 01 / 2019) Hemos vuelto a dar con este registro, así que lo volvemos a incorporar. Sin más, Spare Ass Annie...
Nota: estos videos pueden ser disfrutados en la red YouTube.
Para continuar con la fabulosa disertación de Jorge Luis Borges sobre la ceguera, colocamos ahora la tercera parte de la misma. Fue recogida en el libro Siete noches.
Pues, mi querida X, no es nada fácil lidiar con este fingimiento de nación. En el fondo -y espero que esto no te vaya a parecer muy duro para con nosotros-, creo que los venezolanos no hemos cambiado mucho desde los días de 1810 hasta el día de hoy. Lo que sucede es que pasamos muchas décadas viviendo en la golilla, como nos gusta decir, esto es, de vivianes -cuando no de Lazarillos-, acariciando la ilusión de una riqueza alcanzada por un golpe de dados (aunque usufructuada por muy pocos, cierto es) en un país que nunca ha dejado de ser invento, en el que se arrullan visiones de libertad sobre un suelo enlodado; por no decir que hemos sido, durante los últimos 50 años, una de las más alegres y engañosas utopías de que se haya tenido noticia sobre el globo terrestre (¿aunque, bien mirado cuál será la utopía que no haya de ser engañosa?). Mientras tuvimos la gracia de vivir dentro de un espejismo de país, tal como yo he sostenido desde mi juventud, el sedimento o sustrato de nuestras pequeñeces de seres amañados se mantuvo, grosso modo, a raya. Pero en el momento en que una perversidad buscó remontarse en todos y cada uno de los broncíneos torsos de las plazas y parques de nuestras ciudades, pueblos y aldeas; y ello aunado a la quiebra repentina del espejo en el que nos lisonjeábamos, muy poco bastó para que todos (también, grosso modo) apadrinaran tal perversidad en sus corazones. Poco hemos cambiado, repito, como colectivo y como individuos, porque la perversidad estaba allí, latente, aguardando a su Dr Caligari que viniera a hacerle juego al escenario y a tomar control del hospital que es nuestra nación, ciertamente, tan dotada de hermosura por la naturaleza, pero en la que sectas policiales y robotizadas milicias han escamoteado el lugar de los que curan y sirven sin más, sin esperar nunca recompensas. Desde el principio, muchos vimos el peligro, señalamos la amenaza, pero nadie estaba dispuesto a escuchar hacia afuera y, mucho menos, hacia sus adentros. Nadie quiso advertir su seño de malignidad en el espejo en que se miraba, mientras aplaudía la desmesura y el atropello. Y más importante nos pareció (vuelvo a insistir, grosso modo) el abanderar verborreas y romper lanzas por monedas políticas de mudable, cuando no dudoso, valor. Así que lo único que hicimos fue cambiar de espejismos, antes vivíamos como adormecidos en medio de la ligereza de una supremacía dicharachera y ocurrente, ahora vivimos sobre la cresta de una ola que lo que acarrea son fluidos de malaventuranza espiritual, en lugar de la salobre limpidez del agua. Mudamos de piel y nos brotaron rizomas. Y lo grave es que el espejismo que ahora copa todos los espacios y que se vanagloria de perfumar con kerosén sus asordadas peroratas, resulta mucho más amenazante para nuestras desprotegidas individualidades. Pero esa es una realidad que no muchos desean ver y, menos, denunciar. Les parece que todo se resolverá con un simple cambio de gobierno. En el fondo, no hacemos otra cosa que seguir cambiando pepitas de oro por espejitos de hojalata con ribetes en los bordes. Pero lo que ahora derrochamos son las joyas que subyacen en el seno del humano corazón por espejos de una petulancia que viste las tinieblas con ropajes de saber. Discúlpame si te parece extensa mi respuesta, pero es que tu reflexión me ha dado pie para ello. De hecho, me sirve de fundamento inicial para algo que deseo escribir y que, probablemente, coloque en mi blog o desemboque en un artículo… Un abrazo y gracias por expresarnos tu preocupación. En cierto modo, ello no es otra cosa que un acto de solidaridad. Salud! Luis Alejandro 1. El famoso cuadro de Juan Lovera, La declaratoria de Independencia de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. 2. Desamparado resguardado por sus panas caninos, cerca de Chacaito, Caracas. 3. El actor Werner Krauß, interpretando al Dr. Caligari. Guarida de los poetas Siempre he intuido que poesía es dicción, canto, oralidad; amén de asombro, escalofrío, erizamiento de la piel, éxtasis, hallazgo, visión... pero también, ocasión para la receptiva escucha o auscultamiento del mundo circundante. La poesía está en todas partes. No es culto de claustros, aunque a lo largo de los siglos muchos hayan promulgado esa conseja. La podemos llevar a folios pero, como dijera Whitman, son briznas de hierba que se lleva el viento y la mejor poesía, afortunadamente, está aún por cantarse. Estamos facultados para reproducir la cifra, para multiplicar y repartir volúmenes, pero no para almacenar ni, mucho menos, encarcelar el estremecimiento que es capaz de producirnos cuando, como un relámpago, recorre nuestro espinazo de punta a punta. Ella flota impalpable en el aire, en las palabras que parten y en las que llegan a puerto. Brota en lo fortuito. Pero su ofrenda no reclama pago alguno. Y es por ello que abrimos esta edición de Guarida de los poetas con la segunda parte (de seis) de la amenísima conferencia que Jorge Luis Borges dictara sobre la ceguera, encuentro que forma parte de aquel ciclo de charlas del memorioso Borges, que luego fuera recogido en un precioso libro: Siete noches. A él se une Derek Walcott leyendo apacible uno de sus poemas. Luego, añadimos un trailer del film Ithaca, en el que escuchamos uno de los poemas más conocidos de la modernidad, aquel en el que el alejandrino Constantine Cavafy hace recuento de las humanas búsquedas y de vidas que pueden llegar a ser vividas como utopías, si no como susurros. Y, haciendo honor a lo antedicho -que poesía está en toda hora y lugar- agregamos la mirada, el oído, la música, el canto y, si se quiere, la danza, en los siguientes clips: la mirada que capta la mirada, esto es, la poesía que hace morada en los ojos de los rostros contemplativos, gracias a las fotografías de Edward S. Curtis, maestro de las sombras; de seguidas, el juego del sonido, que nos muestra a un joven John Cage, un hombre excepcional, en uno de sus experimentalismos auditivos; después, aparece Dead Can Dance con una de sus hermosas composiciones y, para cerrar, los cantos Hanuman de la isla de Bali, ceremonia cuya melodía y danza rememoran el caos y creación del universo. Salud! Borges, La Ceguera 2da parte (de seis) http://www.youtube.com/watch?v=UjJV1mpcDyU Ithaca, Constantine Cavafy Datos Film Cavafy, directed by Iannis Smaragdis. Music by Vangelis. Το ποίημα "Ιθάκη" απο την τελευταία σκηνή της ταινίας "Καβάφης" του 1996. Σκηνοθεσία: Γιάννης Σμαραγδής. Μουσική: Βαγγέλης Παπαθανασίου. http://www.youtube.com/watch?v=ixqmtE1ZcII Derek Walcott http://www.youtube.com/watch?v=Uxdjlqiz4q4 La mirada de Edward S. Curtis http://www.youtube.com/watch?v=3ZIBxIu4MJg Noise with John Cage
Dead can dance http://www.youtube.com/watch?v=R1WaQmxrXdw Cantos Hanuman, Bali. Del extraordinario film Baraka http://www.youtube.com/watch?v=xgED0ZoIW5U Fragmentarias - José Antonio Ramos Sucre: GRANIZADAS Gradualmente iremos publicando los aforismos de Ramos Sucre, los cuales aparecieron bajo el título de Granizadas en Elite, Caracas, entre 1925 y 1929 (a un año de la muerte del poeta). De joven, tuve la fortuna de toparme con un librito preparado por el poeta y crítico Rafael Ángel Insausti, en el que se compilaban textos de Ramos Sucre publicados en periódicos y revistas, pero nunca antes recogidos en libro. Lo primero que leí de Ramos Sucre fue ese librito al que, acertadamente, Insausti colocara el título de LOS AIRES DEL PRESAGIO. Me impresionaron mucho sus aforismos, sus cartas y otros textos contenidos en ese libro. Ramos Sucre es un artesano del lenguaje, lo que puede comprobarse al leer sus cartas, aforismos, poemas o artículos. Y uno se lamenta de que el infortunio escondido en el ropaje de una insufrible hiperestesia no le haya permitido vivir una vida más cónsona con el sosiego. Siempre me ha subyugado la concisión del género aforístico. Obviamente, el culto de ese género luce más sencillo de lo que, en realidad, resulta ser. Los pocos aforismos de Ramos Sucre que llegaron a ver la luz, recopilados -como dije- en LOS AIRES DEL PRESAGIO, exceden los requisitos de síntesis de este formulario tan del gusto de los escritores que suelen escarbar en zonas abisales para moldear un verbo cáustico o ironista. Claro que no todos sus textos son aforismos en el estricto sentido del término, algunas de sus reflexiones van un poco más allá del requisito de concisión que exige el género. Pero eso es precisamente lo interesante. Ramos Sucre, un hombre culturalmente formado, no se impuso bridas para la expresión del pensamiento, eso hubiera sido un culto al academicismo. Cuando se impuso bridas, lo hizo en aras de lograr una poética más concisa y menos redundante. Pero ese es otro derrotero. Conformémonos, por ahora, con abrir sus Granizadas con uno de sus más sintéticos aforismos que podamos traer a colación: “…Un idioma es el universo traducido a ese idioma…” ¿No hay cierto dejo de modernidad en esta sentencia? ¿No hay cierto elemento de consaguinidad con Kafka, Niestzche o Cioran? Salud! GRANIZADAS - Leer es un acto de servilismo. - El bien es el mal menor. - La vida es un despilfarro - La vida es una afrenta; el organismo es una red de emuntorios. - Vivir es morirse. - Dios se ensaña con los pobres. - Dios carece de existencia práctica. - Dios es el soberano relegado y perezoso de una monarquía constitucional, en donde Satanás actúa de primer ministro. - La verdad es el hecho. - La filosofía nos pone en el caso de que la insultemos. - La ignorancia nos lleva derecho al escepticismo, que es la actitud más juiciosa de nuestra mente. - La historia consta de los hechos y de su explicación. Esta última es variable y sujeta a error, pero no debemos preocuparnos, porque el error es el principal agente de la civilización. Fuente original: Elite, Caracas, 07 de Septiembre de 1929. Compilación de Rafael Ángel Insausti: LOS AIRES DEL PRESAGIO, Caracas, Colección Rescate, 1960. Reedición: Monte Ávila Editores, Caracas 1976. Página de José Antonio Ramos Sucre: http://www.facebook.com/pages/Jose-Antonio-Ramos-Sucre/31019639414?ref=mf
Fragmentarias de Georg Christoph Lichtenberg Un caso excepcional. Sus aforismos, rayanos en la genialidad, fueron publicados en forma póstuma por sus hermanos e hijos durante el siglo XIX (el falleció en 1799). Nietzsche afirmaba que era uno de los cuatros escritores rescatables de la literatura alemana. Sus pensamientos dejan hondas resonancias en quien los lee con ojos de escucha… Luis Alejandro Contreras Me dan dolor muchas cosas que a otros solo les dan lástima.
Ya que se escribe en público de pecados secretos, me he propuesto escribir en secreto de pecados públicos.
Hay una especie de ventriloquia trascendental con la cual los hombres pueden aparentar que algo dicho en la Tierra viene del cielo.
Como vieron que no le podían colocar una cabeza católica, se contentaron con cortarle una protestante.
La metáfora es mucho más inteligente que su autor, y esto sucede con muchas cosas. Todo tiene su profundidad. Quien tiene ojos ve todo en todo.
En nuestros poetas de moda es demasiado evidente que la palabra genera la idea. En Milton y Shakespeare el pensamiento siempre crea la idea.
Con poco ingenio se puede escribir de tal forma que otro necesite mucho para entenderlo. En un artículo: el sacrificio de los primogénitos aún es recomendable, en el caso de los versos.
Podemos estar seguros de que en ningún buen poema el primer verso se escribió al principio.
Con los epigramas sucede lo mismo que con todas las invenciones: los mejores producen la irritación de no haberlos pensado uno mismo. Justamente a eso se refiere la gente cuando dice que los pensamientos deben ser naturales.
Siempre prefiero al hombre que escribe como se puede poner de moda, al que escribe como está de moda.
Casi todos los hombres fundan su escepticismo respecto a una cosa en la fe ciega en otra.
Hay gente que cree que todo lo que se hace con cara seria es razonable.
Me gustaría dar algo a cambio de saber con exactitud por quién fueron hechos los actos que según la versión oficial fueron hechos por la patria.
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Monumento a Lichtenberg, en Göttingen y estampilla con su imagen.
Guarida de los poetas Brindamos, en este retirado recoveco del mundo, un sencillo homenaje a la poesía, en las voces e imágenes de quienes le rinden o rindieron pleitesía. ¿Qué mejor homenaje a la poesía que el concederles la palabra a quienes son y han sido sus cultores? ¿Qué mejor homenaje que el mero gusto de la escucha, incluso a despecho de que no conozcamos la lengua madre del poema? Obviamente, es un homenaje limitado por el tiempo y el espacio. No podemos recuperar las voces de Safo o de Orfeo. Tenemos que contentarnos con aquella iluminada frase de Nietzsche: todos los griegos son Homero; algo similar nos dice Borges en su conferencia sobre La Ceguera, recogida en el libro Siete noches, de la que agregamos un extracto. Y extrapolando tales afirmaciones, podremos decir: Homero somos todos sus lectores y, ¿por qué no? sus oidores. Toda poesía se canta, primeramente, en el lecho de nuestra intimidad. Toda poesía convoca a la escucha. Acaso ello justifique que, en aquellos casos en que distancia y fugacidad no nos permitan recuperar las voces de los poetas de antaño, hagamos las veces del poeta anónimo que, en algún modo, yace enquistado en todo pecho y, apelando a su voz, convoquemos las voces de los otros. En fin, pretendemos legar un testimonio, algo más cercano al vivir, que rinda homenaje a la poesía.
Luis Alejandro Contreras
Ezra Pound, Con usura
http://www.youtube.com/watch?v=D3IpkOZjyVw
Blanca Varela, Canto villano
Jorge Luis Borges, La ceguera (conferencia, extracto)
Han retirado el anterior documento de Rilke, por lo que agregamos este otro...
"Nowhere my Beloved, will world be but within us" Rilke
Peter Gabriel & Anne Sexton: Mercy Street - All my Pretty...
Todos nos confiamos en nuestro miedo, nuestra torre de marfil.
E. M. Cioran
No me pidan más mi programa, ¿no es uno respirar?
E. M. Cioran (1)
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La estupefacción puede ser un buen acicate a la hora de escribir o manifestar una opinión en torno a un tema sobre el que uno no desearía tener que entrar en liza.
Tal es el caso presente. Tenía yo en mente, desde hace varios meses, el meterme en camisa de once varas y expresar ciertas consideraciones sobre el asedio que el hombre y sus fatuos patrones de vida imponen en desmedro de ese bien intangible que hemos nominado desde antaño con la palabra cultura. A ello me vienen impulsando, obviamente, las insistentes y opresivas brisas del “afuera”, unos sofocados vientos cuya densidad y polución amenazan con asfixiar cualquier respiradero de la polis. Es esta pesadez prevaleciente en la atmósfera de lo colectivo, la consecuencia de una voluntad de poder que no quiere dar cuartel al milagro que hace carne en el indiviso ser humano, empeñándose en señorear sobre las conciencias de quienes llanamente se contentarían con que se les dejase vivir en la paz de sus silentes monólogos o (¿por qué no?) de sus más íntimos coloquios. ¿Cuál es el ser humano que no aspirará, primeramente, a la más diáfana de las libertades, como lo es su derecho al estar solo y/o a gozar de su intimidad y de los requiebros de su imaginación? Pero el statu quo que personifica, aquí o allá, el estado moderno no puede darse el lujo de permitir libertades de conciencia. Y es por ello que, vistan los colores que vistan, los voceros estatales, esto es, los funcionarios, estarán siempre alertas e, incansablemente, cacarearán sus discursos diseñados para abolir en el ciudadano todo intento por bajarse de una nave de los locos en la que ellos, látigos bajo la toga, esconden su papel de solapados flageladores.
Ya a finales del año pasado deshojaba yo la margarita de escribir esa glosa en torno al tema de la cultura y el cerco que le tienden las más distintas representaciones del poder político -en el fondo, meras plutocracias barnizadas de tal o cual ideología-, cuando volvió a caer en mis manos, por gracia de la revisión de mis vetustos papeles, una nota magistral del querido Jorge Luis Borges. Se trata de una escueta nota que publicara el Papel Literario del Diario El Nacional, el 23 de Febrero de 1986. El artículo llevaba por título La cultura en peligro y sencillamente ponía al desnudo el cariz barbárico reinante en la modernidad, al denunciar la pretensión (por parte de vaya usted a saber usted cuál clan o cofradía) de imponer en la facultad de letras de la Universidad de Buenos Aires un plan de estudios de absolutistas metas, el cual asomaba, incluso, algunos rasgos de xenofobia cultural. Proponía, el referido proyecto de reforma académica, el estudio de unas “nuevas” ciencias humanísticas y, paradójicamente, propugnaba un cerco al hecho cultural y a los estudios humanísticos. (2) Borges, con su punzante buen humor, comienza diciendo que a él le agradaría pensar que ha sido objeto de una broma y luego pasa a desvestir el plan de estudios. Pero, al cierre de su breve artículo, deja abierta la invitación para que alguien, un funcionario o quien sea, le aclare que realmente todo era una broma. Al parecer, no lo fue.
Yo guardé todos estos años esa magistral nota periodística, conmovido por el hecho de haber tenido que padecer semejantes intentos de presión y “sitio” a la cultura, al intentarse una reforma un tanto similar al plan de estudios de la querida escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela, a fines de los 70 y comienzos de los 80. (3) Por aquellos años fueron no pocos los intentos de tecnificar y especializar los estudios de la escuela de letras-UCV. El estructuralismo estaba en boga (con toda una corte de huraños y censuradores críticos) y sus argumentos, más allegados a pesados “bulldozers”, no dejaban obra literaria en pie. Se montó una campaña en contra del mero gusto. Una de las tesis esgrimidas era la de una supuesta necesidad de acercar los estudios de letras, en la mayor medida posible, a las ciencias exactas. El movimiento que propugnaba tal reforma ponía, además, en tela de juicio el que un estudiante se atreviera a postular un trabajo de creación como proyecto de tesis. En una escuela de letras no se debería escribir. ¡Vaya paradoja! Lo que sí les pareció supremamente importante fue el agregar un componente docente al plan de estudios de la escuela, a objeto de poder calificar como profesores o maestros en el mercado de trabajo, al recibir la licenciatura de la escuela. Estaban, al parecer, más interesados en asegurarse un modus vivendi a futuro. (4)Ya no importa saber quiénes fueron los profesores y alumnos responsables de tal asedio, eso es lo de menos. Lo que habría que resaltar es por qué en el mundo moderno se repiten tantas manifestaciones de totalitarios o absolutistas fines con un bien del ser humano, como lo es precisamente, la cultura (y sus diversas manifestaciones en la literatura y las artes) y que, como bien lo señalara Borges, es un patrimonio de la humanidad, independientemente del lugar de gestación o creación de su legado a la misma. Nunca podré saber, a ciencia cierta, qué es lo que mueve la apetencia de ciertas personas por inocular a otros su veneno. Acaso, como en el caso del escorpión y la rana de la fábula de Esopo, todo sea una cuestión de naturaleza. Mas no por ello dejaremos de aspirar a una más benéfica expresión del espíritu de lanaturaleza en del ser humano. Tendemos a dejar a un lado la naturaleza de la rana al reseñar la del escorpión.
También guardé la referida nota como un gesto de respeto al humanismo. Pero además lo hice pensando en que llegaría el día en que tendría que referirme a tales hechos. He llevado por unos ocho meses una copia de esa nota en mi maletín. Ha fungido de ángel de la guarda para este servidor. Y, sin embargo, no ha sido sino ahora, 05 de Julio del 2008, (¿qué es lo que me lleva a escribir en fechas patrias o en las que rimbombantemente se conmemora algún hecho de nuestro pasado? No lo sé, pero siempre me percato de ello luego de estar embarcado en mi tema), es ahora, repito, cuando me veo impelido a deshilvanar las líneas que siguen, movido, como dije por la estupefacción que me han causado algunos hechos. Uno -si se quiere- de corte personal, puesto que en él se ha visto envuelto mi hijo, pero acotando los ribetes funestamente públicos que adquieren si hacemos abstracción del parentesco. Y otros de carácter público, cuyas negativas consecuencias en el orden de lo íntimo no nos atrevemos a augurar, si llegaran finalmente a consumarse. Me referiré a tales hechos en su debido momento. Por ahora quisiera adentrarme un poco más en aquello que esbozaba al principio de este ya largo párrafo: la nociva influencia que despliega el poder político sobre los valores de una desprotegida cultura, entendiendo como poder político aquel que padecemos en la praxis y no el que analizamos en sesudas teorías. Me propongo evidenciar las nefastas secuelas que nos lega por vía de su inveterada e interventora injerencia en la vida ciudadana.
Sostengo lo antedicho: que, en una abrumadora mayoría, las manifestaciones de poder político no pasan de sermeras plutocracias barnizadas de las más distintas disciplinas ideológicas. El poder político es, sobre todo en la modernidad, una máscara de mil rostros que simboliza algo que no es. Lo elusivo es su materia. Las distintas versiones de poder político que podemos ver a lo largo y ancho del planeta, pregonan un bien que, de manera infalible, siempre se disipa o difumina en el camino que va de los discursos a la praxis. Un sistema político imperante, esto es, aquel poder que se ejerce en forma real sobre la masa, propondrá una doctrina A, otro propondrá una doctrina B, otro una C, otro una D y así sucesivamente. Obviamente, habrá algunas equivalencias entre algunos sistemas, y sus simetrías les servirán para que se apuntalen unos a otros. Pero obviamente, habrá una gran diversidad de matices entre ellos. Lo paradójico es que el aderezo substancial de sus platillos demagógicos haya de ser, invariablemente, una escarnecida noción de democracia.
A los ojos del sencillo ciudadano, el poder es hoy representado por una noción del “estado” que resulta ser maleable sólo en apariencia; esa noción se sustenta en un único atributo como esencia: el de conferir preponderancia a los privilegios que le caracterizan como un “sistema”, por encima de cualquier otra consideración que busque enaltecer la condición humana. El estado resultará ser así, la encarnación de una organización plagada de normativas, entre las que se establece que su estructura es una entidad ulterior al libre albedrío de todo ser humano. El estado es, sencillamente, un supra-sistema que impone la sumisión de parte de todo individuo hacia sus reglas. Es, también, una aceitada maquinaria cuya jerarquía no debe ser puesta en duda por la desnuda vida humana, a juicio de sus patrocinadores. Es por ello que se asesina, se ajusticia sumariamente, se tortura en nombre del “estado” y sus valores intrínsecos. Y es por ello que se emplean métodos un tanto más disimulados de coerción y disuasión de la ciudadanía, desde lo más alto de la cúpula del poder hasta la más rastrera tipología de lisonjeros, cuyo leit motiv de vida no es otro que el acomodarse a los caprichos de la cúpula para, en contraprestación, agenciarse sus favores y prebendas. Y se perpetran tales desmanes en medio de las más inverosímiles concelebraciones.
El poder así enquistado, a trastiendas de la noción del estado, dará siempre la impresión de venir del más allá. Ha de ser ciego y omnipotentey, cual inasible deidad superior, se nos mostrará entonces como un sempiterno represor de la desamparada individualidad humana. Y, como he dicho, en ello no incidirán para nada las diferencias de matiz que prevalecen, únicamente en apariencia, entre las más disímiles corrientes políticas y de opinión de quienes ejercen el poder, vengan de diestras o de siniestras.
El poder ha representado secularmente los intereses de una minoría (incluso cuando éstas han sido llevadas al poder por una mayoría relativa) y ejerce la coerción de los derechos más fundamentales del hombre, en toda latitud y con los más diversos y enérgicos métodos de presión. Lo que hace incomprensible el que tantos seres humanos prefieran esclavizarse ante el poder, en lugar de disponerse a defender su parcela de individualidad. Prefieren comerse su vergüenza y defender lo indefendible antes que enrostrar las falencias de su propia humanidad ante el espejo personal. Muchos son los que toman el papel del policía, del polizonte o del vigía para defender un statu quo que les mantiene aherrojados a la humillación. Y cuando se produce la caída del sistema que les oprimía, salen a la calle exaltados a celebrar la liberación, deseosos de entregarse a un nuevo orden que dictamine lo que se ha de hacer y lo que se ha de evitar. Acaso sea el pánico lo que les mueve. Pánico de lo que la brutalidad encarnada en la sombría bestia del estado puede acometer sobre sus humanidades o las de los suyos. Hace muchos años que mis ojos no han vuelto a pasearse sobre las páginas de El miedo a la Libertad, de Erich Fromm, (5) pero a pesar de la distancia, me parece evidente que mucho de lo allí dicho sobre el ser humano se mantiene imperturbable. Son incontables los casos en que el individuo opta por seguir la prédica de Sancho Panza: allá donde fuereis, haced lo que viereis. Si nos sustraemos por un momento de la ingeniosa picardía de Sancho, habremos de ver no sólo la aspereza que envuelve su sentencia, sino su vigencia en la humana costumbre. El miedo vendría a ser el catalizador de muchas naturalezas y conductas despóticas, no únicamente de las sumisas. Y bien sea en la esfera de lo público o en la esfera de lo privado, la presión alienante del poder opera, entonces, no solamente desde afuera hacia adentro sino, también, desde adentro hacia afuera del individuo que es objeto de la coacción. El miedo a opinar, a pensar libremente, de cara al poder instituido y -de mil y una formas- censurador, aquel que los anglosajones dieron en denominar con la palabra “establishment”, toma cuerpo en el alma y la conciencia de quien es objeto de lo represivo.
Y ese miedo que se suscita, a modo de réplica, de adentro hacia afuera, sale vestido de mezquindad, altanería y cegados golpes de pecho. Y para hacer breve recuento de los casos en que mi estupefacción se dispara y me veo impelido a manifestar mi opinión, diré que, en el caso de Venezuela, podremos atestiguar lo antedicho en la caterva de “nuevos” funcionarios del entorno cultural oficialista, quienes lucen tan de buen ánimo para canturrear las consignas del autócrata de turno y tan solícitos para aplicar los cepos y alicates de la censura y el vilipendio contra quienes se aventuren a vislumbrar una opinión divergente. Que un narrador prestado a la burocracia afirme que “si el gobierno quiere que la editorial estatal sea socialista, entonces, será socialista” o que, inconcebiblemente, un poeta deslice la prédica de que el “estado” (léase gobierno de turno del que el referido poeta ha pasado a ser obediente funcionario) debe reservarse la potestad de determinar qué es lo bueno o lo malo en literatura y, en consecuencia, lo que el ciudadano puede leer, se me hacen evidentes manifestaciones de bajeza espiritual, cuando no grotescas afrentas al sentido común. Un poeta no debería pisar jamás las conchas de mango que el poder deja casi al descuido en la entrada de su casa. Y menos aún prestarse para la comisión de la censura que viene amañada en disposiciones administrativas. Tales manifestaciones de degradación y ultraje a la ética han sucedido en Venezuela en tiempo recientísimo y de manera campante, en entrevistas conferidas a los diarios El Universal y El Nacional. Y conste que en esta ya extensa glosa no entraré a dar detalles sobre el atropello que ha pretendido -y, en cierta medida, logrado- perpetrar una clase gobernante sobre el diseño curricular de nuestra educación, en todos sus estratos. La historia oficial se escribe con las plumas de ganso que se cobijan bajo la tutela del poder.
Acaso pueda ser el miedo al libre albedrío uno de los responsables de las extraordinarias coincidencias que solemos percibir entre quienes epidérmicamente postulan discursos antagónicos. Verbigracia, un gobernante de naturaleza autocrática versus un opositor que adolece de pasión autoritaria. Pero si al miedo a la libertad individual, en su sentido más llano, sumamos la maníaca persecución de una pretendida exactitud científica en zonas donde las ciencias exactas tienen poco o nada que decir, esto es, en tierras de la poesía y las artes, bastiones fundamentales de la cultura y el humanismo, nos percataremos de la indefensión a que se ven expuestos los jóvenes que han de pasar millares de horas encadenados al yugo de una educación que atenta, precisamente, contra la libertad de opinión e, incluso, contra el innato impulso creativo que yace en el seno del alma humana.
Expondré ahora, lo más sucintamente posible, otro caso de estupefacción. Yo pasé por la escuela pública y por la privada, ésta última en dos modalidades: la eclesiástica y la laica. Para no extenderme en demasía, evitaré entrar en inmoderados detalles. Me limitaré a decir que mi experiencia me llevó a pensar que, de todos los males, uno debe optar siempre por el menor; así que, en acuerdo familiar, decidimos que nuestro hijo estudiaría en una escuela privada en la que se impartiera una educación laica, mixta, en la que no se predicara ningún tipo de intolerancia y con algunos requisitos sensatos en lo que respecta a formación, estas dos últimas condiciones, las más trabajosas de conseguir en el mercado educativo. Fueron no pocos los años que mi hijo pasó en una misma institución. Después de las dubitaciones propias de quien no se siente conforme con el mundo en que vive, él decidió que sólo podría estudiar Humanidades. Para su tesis se propuso, hace dos años, una tarea riesgosa. Propuso el tema del ocio como fuente de la cultura, las artes y, solapadamente, la educación. Le advertimos que podría resultar un tema un tanto espinoso para una escuela tradicional, en la que esfuerzo y dedicación se premian independientemente del valor inmanente que tenga, al final, la labor realizada por y para el estudiante. Insistió en el tema, dado que él, hay que confesarlo, se sintió durante muy buena parte de su existencia como un ser avasallado por el régimen escolar. En ello llevamos coincidencias. Él es, además, un ser ganado a las artes. Es músico y tiene un extraordinario sentido para la poesía, el dibujo y la contemplación. Para colmo, los libros que se amanceban en mi biblioteca son aquellos que abordan, de alguna u otra manera, los márgenes de lo que pudiéramos denominar, una vez más, como el statu quo de los regímenes socio-políticos, los patrones de conducta establecidos de manera piramidal y de arriba hacia abajo y las líneas de mando jerárquicas y carentes de autocrítica. Mencionaré algunos: El ocio y la vida intelectual, de Josef Pieper, El derecho a la pereza, de Paul Lafargue –el yerno de Karl Marx-, el Elogio de la ociosidad y otros ensayos, de Bertrand Russell, Virginibus Puerisque (donde figura un cáustico y delicioso ensayo intitulado Apología de los ociosos), de R. L. Stevenson, Homo Ludens, de Johan Huizinga, el extraordinario recuento de utopía que hace Alfonso Reyes en Y no hay tal lugar, los ensayos de Weber y Troelsch sobre la ética protestante y el “espíritu” del capitalismo o el de Jacques Le Goff sobre Tiempo, trabajo y cultura en la Época Medieval, los ensayos de D. H. Lawrence, los libros de F. Nietzsche, Alan Watts y Gurdjieff. El delicioso libro La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell, Los coloquios o diálogos de Platón, Séneca, Epicuro. Los libros Anotaciones y En torno al lenguaje, de Rafael Cadenas, los ensayos de García Bacca y la obra de muchos poetas, verdaderos maestros del ocio, desde Rumi a Yeats, de Whitman a Lao Tse, de Rilke a Borges o de Ekelöfa Pessoa. (6) Esos y otros libros que mi hijo se agenció de motu propio (gesto que le saludo), le sirvieron de apoyo en la elaboración de su tesis. Al finalizar su penúltimo año de bachillerato y el primero de dos años de trabajo y múltiples lecturas para las que se requieren cierto adiestramiento y una buena disposición, su propuesta de tesis fue saludada por la profesora que lideraba la terna de jueces encargada de evaluar a los jóvenes, como un planteamiento valeroso y sorprendente, que invitaba tanto a alumnos como profesores a repensar y/o reconsiderar el hecho educativo. Ella misma afirmó que era alentador el que un muchacho viniera con tales planteamientos a la escuela pues, en ocasiones, la prisa no permite a quienes tienen la responsabilidad de impartir educación, los momentos de pausa para la necesaria reflexión y para la evaluación propia de sus actividades pedagógicas. Lo recuerdo bien, puesto que fui testigo de tal defensa de tesis. Pero otro fue el cantar durante el último año de vida escolar de mi hijo. Acaso su natural culto al ocio no le haya ayudado mucho a granjearse una mirada más obsequiosa, de parte del plantel de profesores; pero les aseguro que el ocio que cultiva mi hijo, tal como lo avizoraron autores como Pieper, Russell, Lafargue o Stevenson, en nada se parangona con el despropósito de vida que peyorativamente endilgara un pretencioso Benjamín Franklin a quienes no están dispuestos a bajar su cerviz ante el poder establecido y, menos aún, ante enfermizos patrones de conducta que tasan todo a la luz de lo pecuniario.
Prevenido de la situación un tanto incómoda que comenzó a experimentar con la cuarteta de profesores que fungían de tutores (un verdadero contrasentido, ¿cómo puede tener un joven bachiller cuatro tutores, asesores o guías? Por más que traten de ponerse de acuerdo, siempre habrá innumerables de diferencias de opinión entre los integrantes de la asesoría, quienes –además- hacen las veces de jurado), mi hijo me pidió que le acompañara a una de las reuniones con dos de los integrantes de tal cuarteta. Al principio pensé que se trataba de, simplemente, organizar su trabajo, lo leído, la metodología, etcétera. Pero no pasaron muchos minutos de iniciada la reunión cuando me percaté de que lo que se le objetaba a mi hijo era la defensa de una idea nacida en el seno de su libre albedrío. Esto es, se le conminaba a desdecir su propuesta, basada primordialmente en lo que planteara Pieper en El ocio y la vida intelectual, para que le diera un espacio a lo que Kant tendría que decir respecto al tema (?!). Tuve que pedir la palabra para argumentar que el marco teórico de mi hijo era precisamente la propuesta de Pieper, quien en ese maravilloso libro desnuda el culto al mundo totalitario del trabajo, el culto al esfuerzo e, incluso, el culto al filosofar como un trabajo que sólo puede ser producto del esfuerzo intelectual, tesis que precisamente Kant defiende. Nos revela Pieper en ese texto que ocio significa escuela en griego antiguo -al igual que en latín- y que está estrechamente relacionado con la vida contemplativa que postuló Santo Tomas. Quien cultiva el ocio desde ese punto de mira del espíritu se halla bastante prevenido ante la teoría del esfuerzo que el viejo Franklin quisiera que todo hombre cultivara. En mi propia cara, una de las profesoras catalogó la propuesta de mi hijo como plagada de un censurable platonismo, precisamente la misma profesora que el año anterior hubiera saludado con tanto beneplácito su propuesta del ocio, como madre de la cultura. De seguidas, la otra profesora lanzó a la mesa la palabra anarquista para endilgársela a mi hijo y hacer su contribución benéfica al tema. Me mantuve impertérrito, conteniendo mis ganas de lanzarme al suelo para abandonarme a la risa involuntaria. Pensé, además, cuán abonado está el humus del espíritu humano para, tan receptiva y complacientemente, acoger la función del represor, del inquisidor o del censurador.
Al salir de la reunión ya sabía yo que la cosa no iba por buen camino y previne una vez más a mi hijo sobre lo espinoso de su tema y que tendría que hilar muy fino para hacer llegar su mensaje a la audiencia y hacer valer su derecho a decir lo que piensa. Tan sólo debo acotar que él, con todas sus deficiencias, hizo su trabajo de la forma más honesta (y valiente) que puede hacerlo un colegial de 16 o 17 años. A la hora de hacer la defensa definitiva, hizo una presentación mucho más sucinta que la del año anterior y mejor sustentada desde un punto de vista teórico, a la que agregó, a modo de obertura, una lúdica charla de Alan Watts, filmada en video, titulada Work as play (El trabajo como juego) y para lo que se tomó el trabajo de traducirla y agregar los subtítulos y, como colofón, lo que él llamó “un regalo”, una presentación en homenaje a Van Gogh que mostraba parte de su obra pictórica, mientras se dejaban escuchar las hermosas notas musicales y la conmovedora lírica de la canción Vincent, de Don McLean, igualmente traducida y subtitulada por mi hijo. No pocos terminamos con los ojos invadidos por las lágrimas, incluidos algunos de los jueces-tutores. Pero al final, durante la ronda de preguntas, volvió nuevamente a la carga el fantasma del inquisidor, para hacer de las suyas con el libre albedrío. Algunas de las preguntas o comentarios de los profesores envolvían, claramente, una visión prejuiciosa en torno al tema propuesto, tal como lo planteaba, no sólo el hijo mío, sino toda la serie de autores en las en que se basó para llevar adelante su trabajo de tesis. Él hizo, además, mención de las críticas de Nietzsche en El porvenir de las escuelas. La profesora que el año anterior saludara entusiastamente la propuesta del tema, al final, le preguntó en tono un tanto recriminatorio ¿qué propones? ¿adónde quieres ir con el tema? Ya había recuperado la compostura y arrinconado la conmoción emocional de minutos antes, causada obviamente por el “regalo” de Van Gogh y la extraordinaria canción de McLean. Además, pasaba de soslayo que Sebastián, que así se llama mi hijo, no se proponía nada, que nunca fue su intención presentarles un programa taxativo del ocio. Ello hubiera sido todo un contrasentido. ¿Cómo proponer una línea programática de algo que sólo puede ser vivenciado en la contemplación? Otro de los profesores hizo una larga exposición de motivos en pro de la laboriosidad y el trabajo, cuando Sebastián no estaba descalificando labor o trabajo, tan sólo hacía una invitación a recuperar algo perdido en el seno de nuestras atribuladas almas de ciudadanos sin tiempo para el amor, la poesía o el ver. Al final de su exposición hizo, el referido profesor, una pregunta, aun cuando al inicio de su intervención había advertido que no iría a formular pregunta alguna, sino las reseñadas consideraciones, a ver qué tenía que alegar mi hijo por su parte. La pregunta le conminaba a dar luces sobre cómo podríamos programar o planificar el ocio. Tuvo que reírse con franqueza, ante la cándida respuesta de Sebastián: no veo cómo podríamos programar o planificar el ocio. Me resulta absurdo decirle a alguien: tengo que irme pues a las 4:00 tengo una sesión de ocio.
En suma, no quiero extenderme mucho más con este relato. Tan sólo quiero señalar los peligros que atentan contra el humanismo y la cultura en los abusos de poder, en los métodos pseudo-cientificistas diseñados para consolidar cuotas de poder, en la desmedida importancia que hoy se confiere a la “especialización” o la soberana preponderancia que se confiere a una metodología que se entiende como corpus formal, pero que desatiende el contenido o, peor aún, segrega o discrimina propuestas incómodas para con aquello que Rafael Cadenas denominara la “barbarie civilizada”. Por cierto, resulta curioso que una profesora que ya no es parte del plantel donde estudió mi hijo, hiciera tanto hincapié en la importancia de la metodología formal y el apego al buen uso de las referencias bibliográficas, cuando le entregó a mi muchacho un nefasto ejemplo de bibliografía. Ella reclamaba (y restaba puntos) a los alumnos que no colocaban, en estricto orden, el material citado y, al mismo tiempo, contravenía de la manera más campante la regla. ¿No es ésa una muestra de desprecio o despotismo ante unos desamparados subordinados? Acostumbraba, además, a suministrar material bibliográfico a los alumnos sin anotarles el nombre del autor y los datos de la editorial responsable. Y es en actitudes y conductas como las referidas donde vemos cómo nuevamente el miedo a la libertad individual que se suscita desde adentro hacia afuera y a manera de réplica a un poder opresivo, sale vestido con las mismas telas de mezquindad, altanería y cegados golpes de pecho que engalanan al poder.
Como dijera Albert Eistein: La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el regalo. La frase le gustó tanto a Sebastián, que invitó a que se reflexionara sobre ella al final de su defensa definitiva.
Para cerrar esta glosa, me contentaré con recordarun episodio del que fue testigo un amigo mío en una universidad colombiana. Un distinguido académico recibió el primer día a los nuevos estudiantes con la siguiente pregunta: Muchachos, ¿cuántos de ustedes pasaron por la educación primaria y secundaria para llegar a esta cátedra? A ver, levanten la mano. Entre el cruce de miradas asombradas, todos levantaron la mano. A lo que el profesor les espetó: Lo siento mucho, olvídenlo.
Una salida tan ingeniosa y sutil refleja, a mi parecer, una toma de posición que no pocos compartimos con el referido catedrático, ante el asedio a que se ve sometida la cultura, desde tantas y tan formidables torres de sitio erigidas por sus enemigos y, muy lamentable es decirlo, desde el seno de organismos que precisamente deberían cumplir el papel de ser sus custodios, como lo son las instituciones educativas. Mas, al parecer, y haciéndonos eco del esperanzador mensaje que Edward W. Said nos cede en el extraordinario libro Humanismo y crítica democrática, (7) la cultura goza, también, de un formidable e intangible arsenal de herramientas con qué afrontar el asedio y que los humanistas e intelectuales están en la obligación de custodiar.
Luis Alejandro Contreras
(1) Cioran, E. M. Silogismos de la amargura. Monte Avila Editores. Caracas. 1980.
(2) Para leer la nota de Borges, haga click sobre la versión que reproducimos en scanner. Borges transcribe parte del proyecto de estudios: “Todas las literaturas extranjeras podrán ser optativas y pueden sustituirse, por ejemplo: por
Literatura media y popular,
Medios de comunicación,
Folklore literario,
Sociología de la literatura,
Sociolingüística,
Sicolinguística.”
(3) Propios y extraños acostumbraban denominar al plan de estudios con una palabra del latín: “pensum”, término no del todo apropiado, si nos acogemos a las consideraciones que nos legara el filólogo Angel Rosenblat, en el capítulo VI,“Buenas y malas palabras de la Pedagogía”, del libro La educación en Venezuela, Monte Avila Editores, Caracas 1975.
(4) Nota al margen: Yo no fui a la escuela de letras para eso. De hecho, no fui siquiera con la intención de “graduarme”, fui por vocación y con una romántica sed de formación, a despecho de mis padres. A muchos, alumnos y profesores, les parecí seguramente un caso inverosímil, pues para nada me interesaba el aparato burocrático de lo académico, el performance, las notas sobresalientes o las deficientes, pues cuando un curso era mediocre, simplemente, dejabade asistir, sin retirar administrativamente los créditos de la materia, lo que se traducía en un 01, al final del semestre y, ostensiblemente, la ojeriza del profesor titular del curso. Me fue imposible cursar ciertas materias, no sólo porque un profesor resultase mediocre, que hubo unos cuantos en la escuela, sino porque no iba yo a doblegarme y a pasar todo un semestre calentando un pupitre para oír y leer sandeces. A nadie le aconsejo hacer como yo. Soy un caso que se sale un tanto de lo normal y no será ahora cuando pretenda corregir mi fuero interior, aunque a otros les seduzca, más bien, catalogarme como una conducta plagada de vicios. Eso sí, jamás he hecho uso indebido de la tinta para ganarme el sustento. Diré simplemente que casi todos mis libros de teoría literaria estructuralista fueron a parar en otras bibliotecas, a pesar de la desinformación espiritual e intelectual que pudieran acarrear a un lector desprevenido, pues me niego a la censura, bajo cualquiera de sus formas. En cambio, acrecenté la adquisición y, en algo, la lectura de las obras completas de Alfonso Reyes, de quien la fortuna me legara un par de ejemplares firmados por su mano, cuando era apenas un imberbe.
(5) Fromm, Erich. El miedo a la libertad. Paidós. No tengo la fecha de publicación, dado que no consigo en mi biblioteca el libro que compré entre fines de los 70 y principios de los 80.
(6) Muchos de los libros que tratan el tema del ocio se los debemos agradecer al poeta y profesor (siempre le diré profesor) Rafael Cadenas, durante nuestro paso por la escuela de Letras-UCV. Cadenas ha sido en Venezuela uno de los reveladores del humano prejuicio en torno a un tema tan vapuleado y tergiversado como el ocio. A pesar del asedio a la cultura, Cadenas pudo dictar un taller de lecturas en torno a este tema (qué estupendo sería que en todas las escuelas de letras del mundo pudieran dictarse talleres sobre el ocio o, mejor, de ocio). Algunas de sus consideraciones sobre el tema fueron recogidas en el libro En torno al lenguaje. Ha sido editado muchas veces en Venezuela, primeramente por las prensas universitarias de la UCV y es, acaso, uno de sus libros más conocidos, esperemos que igualmente leídos. Anotaciones, libro de aforismos y reflexiones, es otro aporte suyo que consideramos fundamental en torno al tema de la cultura. Para el lector curioso, ambos trabajos se incluyen en la Obra Entera de Rafael cadenas que Pre-Textos publicara recientemente.
(7) Said, Edward W.Humanismo y crítica democrática, La responsabilidad pública de escritores e intelectuales. Edit Random House Mondadori, Caracas, 2006.
PINK FLOYD - THE WALL
https://www.youtube.com/watch?v=YR5ApYxkU-U